Acuse de recibo
Raúl González del Valle, quien reside en Blanquita 2509, entre Aranguren y Camagüey, reparto Casino Deportivo, del municipio capitalino de Cerro, se siente muy desprotegido como consumidor ante la respuesta que le dio la Empresa de Gas Licuado de La Habana.
Refiere, antes de contar la historia de lo que le sucedió, que su familia es cliente de esa entidad, y el contrato correspondiente, con el número 4954, está a cargo de su esposa, María Teresa Fernández Miranda.
Pues hace alrededor de un mes, cuando compró la última balita de gas licuado en el punto de venta correspondiente, en Calle 3ra., esquina a 4ta., en el propio reparto, no hubo nada que le hiciera preocuparse: Tenía su sello en la llave y el tapón plástico en la válvula de salida. Y en cuanto al peso, no apreció diferencia con respecto a los que habitualmente adquiere y carga desde allí.
Como tienen dos balas, y aún le quedaba gas a la que estaban usando, la última que adquirió la guardó. Y el domingo 20 de agosto pasado, cuando se agotó la primera, la intentó cambiar por la que tenía en espera. Y sin burlar el sellaje ni abrir nada, de solo cargarla, detectó que estaba vacía.
¿Cómo era posible, argumenta, si en todos los días transcurridos desde la compra, no se había retirado ni el sello ni el tapón plástico? Tampoco en ese tiempo percibió ningún olor que le indicara un escape de gas.
El lunes 21 de agosto Raúl se presentó en el punto de venta del gas, con el balón en las mismas condiciones en que lo adquirió: con el sello en la llave y el tapón plástico en la válvula de salida. Y quien despacha el combustible le indicó que si como cliente no se percató del asunto cuando le despacharon, no tenía derecho a reclamar, y debía pagar una nueva balita.
Quien despacha le explicó que es una disposición de la empresa, que viene de arriba, y él tiene que cumplirla. Y le proporcionó el número de teléfono de la Comercial de la empresa. El cliente llamó a esa funcionaria, quien le planteó lo mismo. Y Raúl aclara que no es el caso de ir después de tantos días con la balita sin el sellaje, a tratar de engañar a la Empresa. Él llevó la prueba de que no la había utilizado.
«No es justa esta medida que se me ha aplicado, manifiesta Raúl. Y pienso que en mi caso estoy fuera de lo que llaman protección al consumidor. En este caso, si cuando me la despacharon había algún salidero, debía ser tan mínimo que hubiera sido imposible detectarlo en ese momento.
«De cualquier manera, añade, esto que ha sucedido no tiene ninguna relación conmigo. Es un problema completamente de la Empresa del Gas».
Finalmente, aclara que lo que menos le importa es el dinero a pagar de nuevo, si no que él ni siquiera vulneró el sellaje ni el tapón de la válvula. Y llevó la balita al punto, tal como la adquirió. De qué hablan entonces cuando dicen que al adquirir la balita tenía que haber detectado el problema, que aún es un misterio, señala finalmente.
Desde Calle 2da., No. 319, altos, entre Lindero y Rosales, Reparto Eléctrico, municipio habanero de Arroyo Naranjo, María Elena Beatón Quesada ruega a Etecsa que le ayude con su teléfono, que está fuera de servicio hace días.
Y fundamenta el ruego con que ella es impedida física, vive sola con su esposo de 77 años, con serios problemas de salud y dos infartos cerebrales ya en su haber. Y todas las gestiones las hace por ese teléfono.
El problema lleva días reportado, y además le escribió a la Comercial de Etecsa en Aldabó, y no ha tenido respuesta.
Quizá casos tan vulnerables como el de María Elena y su esposo debían tener prioridad en las colas de todas las reclamaciones posibles, si se quiere distiguir con lupa y enfoque humano entre tanta demanda que hoy supera a la oferta.