Acuse de recibo
Bárbara M. Planchat (Herrera, No. 261, entre Reforma y Guasabacoa, Luyanó, Diez de Octubre, La Habana), escribe para manifestar que el sistema de venta controlado de los productos con la libreta de abastecimiento en tiendas «es un gran negocio para unos cuantos: revendedores, los
supuestos cuidadores y organizadores de colas y dependientes.
«Es una gran mafia, manifiesta. A mi bodega, la 1083, le toca comprar en la tienda del Cupet El Especial, de Calzada de Luyanó. Nunca he comprado nada. Es imposible, siempre son los mismos. Si las bodegas y carnicerías se pasan la mayor parte del tiempo sin vender, ¿por qué no se habilita la venta allí, aunque sea cada seis meses o una vez al año?».
Y precisa la insostenibilidad e injusticia de adquirir los alimentos que urgen por medio de los revendedores: un paquete de pollo, que cuesta 90 pesos en la tienda, subió a 1 300. Un pomo de aceite, a 700. Una jaba con siete panecitos tipo bocadito, a cien pesos.
«¿Cómo vamos a vivir? Ya no venden el polvo para batido a los de la tercera edad. Estamos en manos de los revendedores, especuladores y ladrones. Y no pasa nada.
De igual manera se pronuncia Ignacio Pino Ravelo, residente en el edificio Granma, apto. 10C, en el municipio capitalino de Cerro, quien analiza lo que está sucediendo con el sistema de vincular a los consumidores de las bodegas con establecimientos comerciales.
«Hay miles de núcleos familiares, dice, donde todos trabajan, en su gran mayoría profesionales, técnicos o sencillamente trabajadores, quienes regresan a altas horas de la tarde o la noche, cuando todo se ha vendido… Así hay núcleos que han podido comprar muy pocas veces; mientras quienes no trabajan o son jubilados hacen las colas y no pierden nada».
Ignacio propone que si a estos núcleos familiares se les permitiera que les compre un familiar, vecino o amigo, como se hace con los productos de la canasta básica, cuántos disgustos se evitarían.
Refiere que la medida de vincular a los consumidores de las bodegas con los establecimientos que venden estos productos controlados se estableció hace seis meses. Y cuestiona: «¿Por qué no se han recogido criterios y sugerencias para mejorar ese sistema de venta?».
El cronista de la música cubana y escritor Rafael Lam (calle 19, No. 208, entre J y K, Vedado, Plaza de la Revolución, La Habana), manifiesta en su carta que en un país que experimenta un vertiginoso envejecimiento demográfico, urgen medidas preferenciales para los ancianos.
«Pienso, afirma, el Ministerio de Transporte (Mitrans) puede acabar de tomar la medida de que los asientos de los ómnibus sean preferentemente para las personas de la tercera edad (más de 70 años), incluyendo, por supuesto, a los impedidos, las mujeres en estado y los niños.
«Si todos los asientos se disponen para las personas de la tercera edad, el Mitrans se ahorra las constantes discusiones que se generan en los ómnibus cuando no “aparecen” los asientos de los impedidos, ancianos y mujeres en estado y niños.
«Toda Cuba se alegraría de que, de una vez y por todas, ese problema acabe de solucionarse, tomando en cuenta que, ya se sabe, cada día aumentan las personas ancianas», concluye Lam.