Acuse de recibo
Ana Beatriz Peña Naranjo exige hoy en su carta por el derecho de su hijo Alexis Javier Rignack Peña a trabajar sin exclusiones, tras frustradas experiencias. Y cuando una madre planta bandera con razón, hay que respetarla.
La señora, que reside en Callejón de los Padres, edificio 30, apto. 12, entre Candelaria y Final, en el municipio capitalino de Guanabacoa, cuenta que Alexis Javier padece de epilepsia desde los cinco meses de nacido. Pero esa enfermedad no ha sido impedimento para su tránsito por diferentes niveles del sistema educacional cubano hasta ahora, que acaba de concluir sus estudios en el preuniversitario. Se mantiene medicado, y lleva una vida normal, como cualquier joven.
Por esos problemas de salud, el muchacho no fue apto al servicio militar activo, y decidió optar por algún curso de capacitación para prepararse como un hombre de bien y de trabajo. Inicialmente, se ilusionó con un curso de tabaquería en la fábrica Partagás. Le iba muy bien en el aprendizaje… hasta que confesó que era epiléptico. Se decidió allí que no podía continuar, aun cuando nunca hizo una crisis, y mucho menos un mal desempeño en el corto tiempo de capacitación que lo dejaron estar.
Las excusas no se hicieron esperar: Este es un lugar de producción, hay una norma, ¿y si no la cumple? Sin ni siquiera ponerlo a prueba, muy decepcionado y triste, tuvo que abandonar ese empeño.
Más tarde surgió otra posibilidad en la refinería Ñico López, cerca de Guanabacoa, con un curso de operario. Al someterse al test sicométrico Alexis Javier confesó que se atendía con un sicólogo por su padecimiento. Y la sicóloga de la entidad le planteó que no podía continuar.
Con el dolor de madre, Ana Beatriz se rebela:
«¿Acaso padecer una enfermedad crónica es un estigma? ¿Cuantos epilépticos no ocupan cargos y realizan diferentes labores importantes? ¿Es justo discriminar a alguien por padecer una enfermedad sin siquiera ponerlo a prueba por un período, y entonces declarar que no es apto? ¿Acaso algún especialista de los que atienden a mi hijo —y quisiera informarle que se atiende en el Instituto de Neurología desde los siete años— ha prescrito que no puede realizar esas labores?
«¿Es justo que en un sistema igualitario y socialista existan personas que segreguen a los demás por encontrarse enfermos? ¿Cuantos diabéticos, asmáticos, hipertensos no cumplen con tareas que implican gran responsabilidad? No me parece justo cuando ni siquiera se pudo comprobar su “incapacidad”. Nadie quiere nacer enfermo».
Ana Beatriz siente que es muy difícil encontrar solidaridad y apoyo cuando tropiezas con la incomprensión y la falta de sensibilidad humanas. Y concluye con una confesión: «Una vez más tengo que escuchar la misma pregunta dolorosa y para la que no encuentro respuesta: ¿Por qué, mami? Una vez más tengo que tragar lágrimas y decir: Claro que sí, mi hijo…».
Amarilis Pompa Reyes (Francisco Vicente Aguilera no. 130, Jobabo, Las Tunas) saca la cara por su padre de 70 años, paciente siquiátrico y con otros serios problemas de salud, pues desde 2012 está solicitando un subsidio para la construcción o reparación de su vivienda.
Hace más de dos años, señala, le aprobaron una vivienda de inicio y desarrollo. Nunca se le aprobó el subsidio porque él vivía solo, según la respuesta dada por la coordinadora del Consejo de la Administración que atiende este programa.
Y luego de varios intentos y quejas en diferentes instancias, se le informó que a partir de 2021 se haría la vivienda de inicio y desarrollo. Ya tiene el solar aprobado, pero desde que reiniciaron ese proceso, a mediados de 2021, no se ha podido hacer nada porque no aparecen los materiales.
«Cuando vamos al Gobierno siempre nos dicen que está en el plan, pero que no hay materiales. Y de esta manera mi padre continúa esperando por una vivienda donde vivir tranquilo. Sin embargo, vemos que cada año se aprueba más y más viviendas. Si no hay respaldo para el plan, ¿cómo es que se continúan aprobando y construyendo viviendas?», se pregunta.