Acuse de recibo
El pasado 29 de abril, Grethel L. Sieiro Miranda, quien labora en el Instituto de Investigaciones de la Caña de Azúcar (Inica) en La Habana, denunció aquí lo que consideró una arbitrariedad de esa entidad hacia ella.
Hoy revelo la respuesta de Sergio Guillén Sosa, director general del Inica. Y por lo pormenorizado del texto, no puedo —como es habitual aquí— recordar la queja de Grethel, la cual pueden buscar nuestros lectores en los archivos, tanto digitales como de papel de nuestro periódico.
Indica Guillén que ella comenzó a laborar allí en 2016, gozando de todos los planes de estudio y formando parte del Consejo Científico Central. Le autorizaron cursar su maestría antes de cumplir dos años de graduada, y hoy forma parte del Grupo de Protección de Plantas. Y ante disímiles problemas personales suyos, se ha tenido total comprensión.
Con la COVID-19, allí se ajustó el trabajo en dos modalidades: a distancia y presencial. El estatus de cada trabajador fue decisión colegiada del Consejo de Dirección, a partir de propuestas de los directivos de cada área. La joven Grethel no quedó en la modalidad a distancia. Pero trabajaba en el documento final de su tesis de maestría, y había ido a Trinidad al momento del cierre por la COVID-19. Acordó con su jefa inmediata crear un sistema de labor y comunicación para que, sin haber firmado un suplemento al contrato de trabajo y no estar autorizada para laborar fuera del Inica, en la modalidad antes mencionada desempeñara sus funciones.
Al extenderse la situación epidemiológica más allá de agosto, su jefa decidió que viajara por un mes a Palma Soriano, a la Estación Territorial de Investigaciones de la Caña de Azúcar, a laborar junto a su tutor, que radica allí. Pero alargó su estancia más allá de lo previsto. Se le indicó regresar e incorporarse en octubre, y lo aplazó inconsultamente. Se decidió que, en un viaje desde Palma Soriano el 15 de diciembre, tuviera un espacio. A petición de ella, su jefa la autorizó a hacer escala en Trinidad y estar con la familia el fin de año para incorporarse el 4 de enero de 2021.
Ante la pandemia, dice, se dispuso que quienes laboran a distancia deben personarse, de una a tres veces por semana, según la posibilidad; y al final del mes entregar evidencias de lo hecho, el plan de trabajo y cumplimiento del mes anterior en la primera semana del mes en curso.
Aclara que La Habana no cerró el 7 de enero, como dijera Grethel, si no el 15 de ese mes, cuando se informó su entrada en la fase de transmisión autóctona limitada. Y Sancti Spíritus pasó a la normalidad. Grethel debió empezar a laborar en el Inica el 4 de enero, y lo sabía: desde octubre el director se lo indicó. Estaba ausente a su puesto. Entre ella y su jefa inmediata superior no medió comunicación para aclarar su ausencia, pese a que esta intentó comunicarse con Grethel vía telefonía fija y móvil, sin respuesta. La situación se le comunicó al director del área, quien en numerosos mensajes vía WhatsApp y telefónica, de los que hay evidencia, le solicitó aclarar su situación. Sin respuesta de ella.
Al revisar su cuenta vía electrónica el 10 de febrero y constatar que no percibió salario, ella envió reclamación al Órgano de Justicia Laboral (OJL) el 3 de marzo, alegando que trabajaba a distancia y había que remunerarla. En sus pesquisas, el OJL detectó que no constaba en los archivos de Capital Humano documento que acreditara tal condición. Sí estaba Grethel en la lista de los adscritos a la modalidad presencial. El OJL declaró Sin lugar su reclamación, y se le notificó el 25 de ese mes, con derecho a reclamar al Tribunal Municipal Popular.
En el Inica, añade, se supo del estado de gestación de Grethel por llamadas telefónicas el 18 de enero al director de su área y al director general. A fines de febrero ella envió un certificado médico a la dirección de Capital Humano, tras conocer que no había percibido el salario del mes. Y como tal, está recibiendo los beneficios que demanda la ley para esos casos.
«La institución, concluye, en todo momento facilitó la vida laboral de Grethel, prestándole apoyo para que no fuera afectada salarialmente hasta el mes de diciembre de 2020. No obstante, dadas las circunstancias en que se desarrollaron los acontecimientos, en que ella desconoció a su jefa inmediata superior en total insubordinación, a la entidad no le quedó otra alternativa que proceder de acuerdo con la ley, ante la ausencia injustificada durante dos semanas, en las que no medió comunicación con el Inica. Es necesario señalar que ella continuó ausente, aun después de los directivos comunicarse con ella el 18 de enero».