Acuse de recibo
Michel Hernández Hernández (Calle 31, no. 5, entre I y Final, Cojímar, La Habana) denuncia, como trabajador de la unidad empresarial de base (UEB) Prácticos Habana, que desde hace algún tiempo es imposible laborar allí de forma agradable, amena y cordial, como estaban acostumbrados.
Las condiciones de trabajo de esos prácticos del puerto habanero «se han convertido en algo inaudito en higiene, alimentación y atención al hombre», dice Michel, quien lleva en esa UEB 20 años de trabajo, y jamás había visto que se deteriorara tanto como lo ha hecho desde hace meses atrás, por falta de atención de sus directivos y de las organizaciones de masas.
«Para que tengan idea, acota, mi primer turno de trabajo de 2020 fue el 3 de enero, luego de un espléndido fin de año, y con la ilusión de que con el nuevo año las cosas cambiarían… Desde que abro la puerta, quien me recibe me dice que ni suba al comedor: no hay desayuno, algo que está establecido y es obligación de la administración». Falta el pan y la leche, refiere. Y simplemente no le dijeron al comprador que tenía que comprar mermelada para hacer jugo.
«Así empezó el día, señala. Llega el almuerzo luego de horas de fatiga, y hay una crema de queso elaborada solo con harina de trigo, agua y queso. Intomable. Y una pizza bien elaborada, gracias a ella el estómago tuvo un respiro.
«Y el fregadero lleno de platos, cubiertos y cazuelas. El cocinero comunica que no hay detergente para fregar. Hubo que montarse en patines y resolver un poco de detergente, pues la elaboración de la comida estaba en peligro. Así fue mi primer día de trabajo de 2020. Con la esperanza de que mi UEB, que era Centro de Referencia Nacional y contaba con premios de la Calidad en servicios, vuelva a ser la misma».
El 7 de enero, segundo turno de trabajo de Michel en 2020, se encontró con un centro sin agua y sin desayuno, con las condiciones higiénicas deplorables. Afirma que lo del agua data de meses, quizá de más de un año. La consumen del tanque de madera de la terminal de cruceros, destinada a apagar un incendio. Y tiene muy mal sabor.
«Tenemos nuestra propia cisterna con sus tanques, dice, pero la bomba de agua ya no admite más reparación. Y por mucho esfuerzo que la administración ha hecho, no se ha podido comprar una bomba.
«Me apena que una entidad que produce miles de dólares al mes, donde había un colectivo vanguardia nacional, donde cada trabajador no escatimaba esfuerzos por mantener los logros alcanzados, se esté haciendo pedazos… Y es penoso que nadie escuche nuestras quejas y problemas, cuando este centro era la joya del puerto, por la alimentación e higiene, por la atención a sus trabajadores y sus logros…».
Asegura que ya están cansados de plantearlo en reuniones del sindicato y de la administración. Y espera que esto sea leído e interiorizado por alguien que sienta el dolor que sienten los trabajadores de Prácticos Habana.
El pasado 7 de enero, Idel Gonzalo Hernández Méndez denunció aquí irregularidades en el servicio de la cremería El Alerquín, reinaugurada como parte de la nueva y hermosa imagen del bulevar de San Rafael en la capital, por los 500 años de la fundación de la ciudad.
Problemas de organización del trabajo, y de oferta limitada, que se agotaba antes de tiempo, confrontaba ya Idel en dos visitas a esa renovada heladería.
«¿Cómo es posible que una unidad gastronómica remodelada e inaugurada recientemente con el objetivo de brindar un servicio de calidad, con un horario hasta las diez de la noche no cumpla con lo establecido? ¿No creen que es una falta de respeto al pueblo que después de tanto tiempo haciendo una cola salga el portero y diga que se acabó el helado? ¿Acaso no hacen un cálculo del helado que tienen en las neveras con la cantidad de público que se encuentra? Estas cosas lo único que traen son molestia e indignación», concluía.
Y retorna Idel para agradecer que se revelara su queja, y contar que después de lo publicado lo visitaron directivos de la empresa junto al segundo administrador de la unidad; lo cual él aprovechó para hacerles sugerencias con vistas a mejorar la atención al público.
Refiere que el pasado domingo volvió a la cremería con su familia, no para verificar que se había hecho, sino porque es una costumbre visitarla. Y deseaba felicitar a ese colectivo «por los cambios realizados y por aceptar y poner en práctica las sugerencias hechas, lo cual hace que el pueblo, que es su razón de ser, se sienta mejor atendido como lo estuve yo y mi familia».
Idel espera que todos estos cambios se mantengan. Y este redactor, además de agradecerle el seguimiento al asunto y esperar por la respuesta institucional al respecto, colige que esta experiencia podría ser germen y punto de partida del urgido control popular sobre la gestión pública, que tanto necesita la Cuba de 2020.