Acuse de recibo
EL pasado 2 de octubre, María Isabel Reinoso denunció aquí, en nombre del resto de sus vecinos, la difícil situación de la comunidad de tránsito El Comodoro, donde ella reside, sita en Calzada de San Agustín, entre Güinera y Ocho Vías, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo.
Refería que esa comunidad no tenía un administrador que pusiera orden ante las indisciplinas reinantes. Y, aunque se hayan entregado viviendas, el «tránsito» de las familias en ese albergue es muy prolongado, al extremo de que todavía hay vecinos allí desde 1998. Lo otro es una gran tupición de aguas albañales de más de un año, que empeoraba cada vez más, aunque la destupieran.
«Se necesita una revisión de la tubería de forma general, decía, porque viene el carro, destupe y uno o dos días todo bien. Pasado ese lapso todo vuelve a lo mismo. En estos momentos la comunidad está tupida. Para entrar a las casas hay que cruzar por encima de las aguas albañales. Estamos hace un mes rodeados de aguas de fosa, sin saber cuándo se le dará solución al problema».
Añadía que meses atrás hubo un impulso. Se presentaron los carros y se trabajó manualmente. Quedaron en que hay que cambiar las tuberías, pero todo se estancó, sin solución. La zanja quedó abierta y el mal olor, inmenso.
Al respecto responde Rosa M. Figueroa O Farrill, directora de Vivienda en Arroyo Naranjo, que a raíz de lo publicado iniciaron la investigación. «En estos momentos —dice— existe una administradora que se incorporó a trabajar, de conjunto con dos subadministradoras que no existían, producto de las indisciplinas sociales propiciadas por los propios albergados».
Refiere que en El Comodoro se hizo el dictamen técnico, que arrojó malas condiciones en las líneas, lo que propicia grandes tupiciones, también generadas por los propios albergados, al verterse por estas plásticos, culeros desechables y textiles.
«Hay que señalar —destaca— que cuando recibimos reportes de las comunidades, inmediatamente llamamos a la entidad correspondiente para que entre el carro del escombreo y de alta presión, y alivie dicha situación. Hoy se está trabajando en un cambio de línea para mejorar las condiciones del lugar, y se labora en los temas de la carpintería, albañilería, plomería y electricidad en varias naves de la comunidad.
«Reconocemos que falta mucho por mejorar las condiciones de vida de las personas que conviven en las diferentes comunidades de tránsito, y nuestro empeño de trabajar para mejorar la calidad de vida, y prepararlos para que cuiden los recursos que nuestro Estado pone en sus manos», apunta.
En cuanto a las entregas de viviendas, informa que en el período de un año se han entregado 32 en esa comunidad, a pesar de contar además con otras seis que requieren de la misma atención.
La entrega, aclara, no es competencia de los municipios, sino de la Dirección Provincial de la Vivienda. Y afirma que «hoy se encuentran en las comunidades personas que llevan 20 años de albergados, y responden a un orden de prioridad, el cual se debe respetar para la entrega de viviendas desde el nivel provincial. Y cada núcleo debe esperar el orden que le corresponde».
Agradezco la respuesta, y ruego se nos informe cuando concluyan los trabajos correspondientes. Evidentemente la situación de esa comunidad y las propias indisciplinas de sus residentes a las que alude enfáticamente la directiva —nada justificables—, han tenido que ver con la falta de una administración allí y la desatención continuada de muchos asuntos básicos para vivir dignamente.
Urge hacer un diagnóstico de los problemas más acuciantes que enfrentan los residentes en esa y otras comunidades «de tránsito» nada transitorias, para obrar en tal consonancia, y al menos crearles las mínimas y decentes condiciones, teniendo en cuenta la desventaja y la incertidumbre en que deben vivir hasta que les llegue la ansiada vivienda.