Acuse de recibo
No será fácil después de tanta acumulación de desechos, descuidos y desaliños por años, pero La Habana merece y urge una buena limpieza, y definitiva. Que tenga fijador, para que resalten sus bellezas y su vida sea más grata.
En nombre de los vecinos de calle A, entre Central y 5ta., reparto María Cristina, San Miguel del Padrón, Hiram de J. Marín denuncia la pésima higiene comunal allí, por la acumulación de basura en media manzana. Un gran vertedero. Y la recogida es de entre cuatro a seis meses. Por último, situaron un amplirol, retirado a fines de 2018 y que jamás retornó.
La delegada del Poder Popular, señala, se entrevistó en Comunales con el director municipal, el jefe de Higiene y el jefe de Zona, con la presidenta del Consejo Popular, y el presidente del Gobierno en funciones. Y sin resultado alguno.
Cuando llueve, la corriente arrastra la basura por toda el área, y junto con ella, las moscas, roedores y todos los vectores habidos. Ya se han producido en el área del vertedero tres incendios, dos de ellos con intervención del Cuerpo de Bomberos, el último el día 14 de abril.
Todo comenzó hace más de 15 años con las obras allí para realizar cambios de las tuberías de aguas albañales y de agua potable. Dejaron las calles del barrio en total destrucción. Y nunca fueron reconstruidas. Algunas ya han desaparecido, con los nuevos salideros y encharcamientos.
Dicho basural está frente a dos edificios multifamiliares. Además, hay un grupo de casa aledañas y por el sur, un círculo infantil con una matrícula de 60 niños, que deben realizar sus actividades de recreación en un área que colinda con el basurero.
El lugar también es el paso por donde transitan los alumnos de la escuela primaria Guillermón Moncada. No hay aceras ni calles por donde los vecinos puedan transitar sin verse afectados por la fetidez y falta de salubridad. Esta situación está creando y ampliando estados de opinión desfavorables entre todo el vecindario, concluye.
Por su parte, Juana Arechavaleta Carreras (Alday, Edificio 7, entre Lindero y Escobar, Vieja Linda, Arroyo Naranjo, La Habana) cuenta que en ese reparto hace más de dos años hay varios vertimientos de aguas albañales. «Estamos rodeados de agua sucia, afirma. Ya ni calle ni acera tenemos. Hemos tenido que abrir zanjas para que esas aguas viertan para un lugar específico. Un peligro para los habitantes del lugar, sobre todo para los niños, que son los más vulnerables».
Señala que se han hecho llamados a Saneamiento, al Gobierno municipal. Y aún no hay solución. Ahora, para completar, hace más de un mes que no se recoge la basura y ya tienen un gran vertedero que casi cubre la calle.
Sucedió el pasado 20 de agosto en la tienda El Taíno, en el reparto Jesús Menéndez de la ciudad de Bayamo. Y debía repetirse por todo el sistema comercial cubano.
El anciano buscó el paquete de pollo más barato en la nevera. Pero todos excedían los tres CUC. Le pidió a la dependienta, una muchachita que podía ser su nieta, que si no había más pequeños… y baratos, porque él solo tenía 80 pesos.
La jovencita no esgrimió el cortante No, ni «despachó» rápido al señor. Quizá en ese momento pensó en su abuelo, o en el viejito de al lado de su casa, que vive solo y con una pensión de jubilado.
—Espérese un momento, que yo se lo voy a buscar, le dijo.
Fue hacia la nevera y se enredó con toda la mercancía, paquete tras paquete, mientras el señor sonreía, porque esa mañana necesitaba saber que él también cuenta, que hay gente solícita en este mundo. Pero no apareció la mercancía módica.
El veterano hizo por irse, y ella le dijo: Espérese, que yo se lo voy a encontrar. Fue para otra nevera y comenzó la búsqueda de lo más humilde entre aquellos precios. Al fin, después de mucho hurgar, la joven fue sonriente hacia el abuelo con su trofeo: un paquete de tres CUC.
«Aquí tiene su pollo», le dijo al señor, y le devolvió cinco pesos con un gesto victorioso. El veterano la miró a los ojos fijamente y pronunció la palabra más dulce del mundo: Gracias.
Los presentes en la tienda quedaron impresionados por aquella escena. Solo faltó que aplaudieran. Y entre ellos, Remberto Hernández, quien vive en avenida 5ta., No. 38, apartamento 62, en el mismo reparto, averiguó el nombre de la jovencita: Claudia. Y quiso compartir lo que sucedió en la tienda El Taíno. Lo que debía suceder a diario en cualquier sitio de este país.