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No dejan espacio para el optimismo

El pasado 1ro. de abril Lázaro L. Sierra contó aquí sus tristes experiencias para viajar a Las Tunas en el tren 11 Habana-Santiago, previa reservación. Un tren que debió salir ese día a las 6:00 p.m., y a las 5:30 p.m. por los altavoces informaron que partiría con retraso, sin especificar el motivo.

A las 6:25 p.m. llamaron para rectificar los pasajes, y al fin partió a las 9 y 30 de la noche, con tres horas y media de retraso. Después, desgracias en el viaje: todos los coches sin luz. En Ciego de Ávila una estancia de 45 minutos, y en Camagüey detenido cinco horas. Llegaron a Las Tunas a las 5 y 20 de la tarde del siguiente día. Y tal retraso, insoportable en coches sin las condiciones mínimas para un viaje tan largo.

De retorno a La Habana, en Las Tunas, el tren 16, proveniente de Guantánamo, había salido con problemas. Debían abordarlo a las 2:30 p.m. y pudieron hacerlo a las 7:00 p.m. En Camagüey estuvo detenido cuatro horas.

Y las condiciones de los coches, inadmisibles: falta de higiene. Los baños, expandiendo su mal olor. El viaje matando cucarachas de las conocidas por   «alemanas». Los alimentos que vendían en el tren, lamentables, según Lázaro: pan viejo con un picadillo ácido. Tuvo que botarlo.

El viajero señalaba que, por encima de las dificultades de recursos del país, problemas como la limpieza y el esmero en el servicio no serán nunca justificables. Y consideraba que problemas internos del Ferrocarril cubano piden a gritos medidas de rigor y respeto. Ah, al menos en ese viaje de regreso a La Habana, ¡había iluminación!

Al respecto, responde José Luis Toledo Sarmientos, subdirector de la Empresa de Ferrocarriles de Occidente, que la queja fue atendida por una comisión presidida por Osvaldo Correoso Fernández, director adjunto de La Habana, perteneciente a la Empresa de Ferrocarriles de Occidente.

«Se le explicó al compañero, dice, que durante la investigación se evidenció que hoy los servicios de trenes de pasajeros no gozan de la aceptación de quienes los usan para realizar sus viajes, debido al inadecuado confort y puntualidad en que se están realizando los viajes en los coches de pasajeros, ya que los mismos poseen varios años de explotación, así como los fallos técnicos constantes del equipo tractivo, el mal olor impregnado en el piso de los baños, para los cuales se necesita higienizar con ácido; y en estos momentos solo contamos con el detergente amoniacal que no resulta eficaz, pues el olor del orine está impregnado en el hierro».

También señala la indisciplina social de viajeros y vendedores: «Los primeros en botar todo tipo de alimentos en los pasillos y sobre los asientos, lo que provoca que se reproduzcan las cucarachas. Los segundos, tienen bien calculada la corrida de los trenes, y saben que las puertas de los coches no poseen la seguridad requerida, se aprovechan, suben y venden los alimentos elaborados por ellos, para lo cual se han realizado varias acciones por parte de la PNR Ferroviaria».

Y en cuanto a que el tren circuló oscuro desde su origen en La Habana con destino a Santiago de Cuba, «fue debido a que al mismo, en su recorrido desde Santiago a La Habana, le fue retirado el coche planta en Camagüey, por problemas técnicos de seguridad, por lo que nos vimos imposibilitados de sustituir este por baja disponibilidad de coches plantas existentes en los talleres».

Al final, refiere que «los directivos de la Empresa Ferrocarriles de Occidente trabajamos en aras de brindar un mejor servicio a la población, y le pedimos disculpas por las molestias ocasionadas. Por todo lo antes expuesto se declara el escrito de Lázaro L. Sierra García CON RAZÓN».

Lamentablemente, esta es de esas respuestas que no nos dejan ninguna esperanza. ¿Nada se puede hacer para al menos levantar la voluntad de mejoramiento a un mínimo decoroso, a pesar de los serios déficits y carencias? ¿Todos los problemas son objetivos o consecuencia de la indisciplina de pasajeros y vendedores?

Reafirmo lo que suscribí el 1ro. de abril: «De la experiencia de Lázaro y de otros viajeros en nuestros trenes, uno puede deducir que, cuando se modernice nuestro lacerado ferrocarril y podamos viajar con confort y cierta dignidad, si para entonces no se han resuelto los problemas de la desidia y la indolencia sobre rieles, seguirán descarrilándose la decencia y el rigor que alguna vez tuvieron los trenes de Cuba».

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