Acuse de recibo
Luis Ribalta Jova (calle Luis Mesa Nro. 52, entre Carmen Ribalta y Céspedes, Sagua la Grande, Villa Clara) tuvo que dictarle a su esposa la carta que sintetizo hoy. Él es ciego, y tampoco puede ver la luz de una esperanza: la solución de su problema.
Cuenta que solicitó un subsidio estatal hace cuatro años para reparar su vivienda, que es un verdadero peligro. Por donde transitan hacia el baño, todo está en derrumbe. Las puertas, algunas se han caído de podridas que están.
Y del Gobierno municipal, afirma, lo citó una comisión de cinco personas, entre ellas la directora de Vivienda, para decirle que su solicitud había sido denegada, «pues no ofrece peligro para los moradores». Son dos personas mayores. Su esposa también es jubilada y está enferma. Viven de la chequera y no tienen hijos.
Persistieron y fueron a hablar con el vicepresidente del Gobierno, quien les dijo que hablaría con la directora de Vivienda. «Pero no tengo respuesta alguna, enfatiza, muchas veces pienso que quieren salir de mí. Quisieran que valoraran mi caso y lo analizaran con justicia y justeza», concluye Luis.
Aleida Fraga Acosta (calle Piedra, Nro. 12, entre Luz y 2da, Constancia, Abreus, Cienfuegos) ruega por que la justicia y la solidaridad se posen en torno a su hija, que está operada a corazón abierto, y no puede acumular disgustos ni incomodidades, porque quedó padeciendo arritmia cardíaca, hipertensión arterial y muchas otras limitaciones.
Cuenta la madre que la casa donde vive su hija con el esposo fue afectada por el ciclón Dennis en julio de 2005. Y fue después de cinco años que le vendieron el techo, ya cuando la vivienda no tenía solución, y la tabla de palma estaba podrida.
La pareja, consigna Aleida, no tiene posibilidades económicas para reconstruir la casa, y además, ella cada dos o tres meses tiene turno en el Cardiocentro de Santa Clara, y son elevados los gastos que le ocasionan esos viajes, además de los medicamentos que tiene que comprar. A ello se une el hecho de que el hijo de ambos está pasando el Servicio Militar Activo en La Habana.
En 2013, señala Aleida, les dijeron que no se iban a dar más viviendas por afectación de ciclones. Entonces solicitaron un subsidio estatal, y todavía no se lo han concedido.
«Siempre ponen un pero, señala, y ya no tienen con quién quejarse, viendo uno cómo a otras personas que tienen menos problemas, con casa de mampostería y placa, se los han dado para arreglos de baños y mesetas, cambios de puertas y ventanas. Y mi esposo y yo no la podemos ayudar, porque estamos jubilados».
Recuerda Aleida que el subsidio está solicitado a nombre del esposo de su hija, Santiago Díaz Mena, con residencia en calle Piedra, Nro. 8, entre Luz y 2da, Constancia, Abreus, Cienfuegos. Y clama porque, con mirada más profunda y justiciera, no se le siga negando lo que el Estado aprobó precisamente para ayudar a los más necesitados.
Odalis Martínez Chau (calle 14, Nro. 2, entre 2da. y Cuarta, reparto Antonio Guiteras, La Habana) está conmovida por un pequeño gesto de altruismo de una diligente empleada del Photoservice de 23 y M, en la Rampa capitalina.
Cuenta la remitente que dejó olvidada en la máquina de trabajo de esa empleada una memoria flash de 16 gigas, tras la impresión de un encargo de su centro laboral. Posteriormente volvió por allí, y la empleada la estaba esperando, para devolverle la memoria. No supo su nombre, pero quiere propalar el gesto y le dice: «¡Gracias, compañera!».
Y los miembros del círculo de abuelos del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, asiduos a la Casa Museo del Chocolate, están maravillados con «el buen trato, servicio, sentido de pertenencia, limpieza y orden que existe en ese lugar».
Destacan que merecen ese reconocimiento todos los trabajadores, desde la gerente Vivian, pasando por Lili, el Nene, Leo, Yanly, Yanisey, Yuri, Yoandris, Yuneimy, El Chiqui, Ledian y Loly. Por sus nombres y apodos, evidentemente son jóvenes. Felicitaciones para ellos.