Acuse de recibo
Jesús Mena Campos ultimaba detalles el pasado 14 de julio en su centro de trabajo, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de la capital, porque ese mismo día a las siete de la noche partía al exterior en viaje de trabajo.
Al mediodía su esposa lo llamó por teléfono: cuatro inspectores de la Empresa Eléctrica, en visita a su hogar (calle 316 No. 2905, entre 29 y 31, La Lisa), decían haber detectado que el contador estaba alterado intencionalmente. Y exigían su presencia inmediata. Jesús se puso al habla con el jefe del grupo, quien le reiteró que el metro fue manipulado intencionalmente, pues marcaba solo el 50 por ciento del consumo real de electricidad.
Jesús planteó su desacuerdo con la conclusión preliminar: el metro tenía su sello de plomo desde que fue instalado en 2008. El inspector argüía que tanto el sello como la seguridad del metro eran violables. El cliente le dijo que le era imposible ir de inmediato a su casa, pues estaba esperando su pasaporte para la salida de ese día. Y que tanto su esposa como él no aceptaban la acusación de haber alterado intencionalmente el metro. Nunca lo habían manipulado ni sabían cómo, honestidad aparte.
Cuando Jesús llegó a casa, a las 4:00 p.m., ya solo pudo saber la historia de labios de su esposa: Los inspectores manipularon el metro durante una hora o más, a pesar de que ella les advirtió que desconocía lo que hacían, y debían esperar a que él llegara. Uno de ellos hizo un inventario físico de los efectos electrodomésticos. Lo revisó todo, hasta los closets. Llegó a oler una olla Reina que la señora le declaró como rota para, según él, «comprobar que no le estuviese mintiendo».
A su retorno al país el 24 de julio, Julio supo que al siguiente día de la inspección su esposa fue a la Oficina comercial de La Lisa, y allí le informaron que tenía una multa de 500 pesos; y además, debía pagar la suma adicional de 3 852.40 pesos, bajo la presión de suprimirle el servicio eléctrico por tiempo indefinido.
El 18 de julio ella apeló dicha multa. Y el 30 de ese mes se presentó en la casa el jefe de los inspectores de La Lisa, quien hizo la inspección ya en presencia de Jesús. En la misma, se le retiraron los dos sellos al metro (el de 2008 y otro puesto por los cuatro inspectores el 14). Se desconectaron los equipos y se conectaron, con mediciones en ambos casos. Se retiró el contador viejo para llevarlo al taller o laboratorio, y se colocó uno nuevo, digital.
En esta inspección se les dijo que las causas del mal funcionamiento se constatarían cuando el equipo pasara por el laboratorio. Pero aún así, en el mejor de los casos, si se demostrara que no hubo manipulación intencional, se retiraría la multa de 500 pesos, pero debería el cliente pagar retroactivamente por un año la diferencia con el consumo real (3 852.40 pesos). Y ese pago estaba estipulado en un plazo de tres meses.
El 18 de agosto, en la OBE de La Lisa les dieron las conclusiones de la apelación: Se confirmó que el contador estaba defectuoso por «falla técnica del circuito». No era intencional. Pero Jesús tenía que pagar antes de las 72 horas el 50 por ciento del cálculo del impago. Y ante la imposibilidad del cliente de pagar en las 72 horas, el director le dijo que el lunes 22 de agosto le suspenderían el servicio eléctrico, y para ejecutar esa orden se acompañarían de la policía.
Luego de contar su historia, Jesús expresa: «La Empresa no puede tratar a los consumidores como culpables hasta tanto se demuestre (...). ¿Cómo el consumidor tiene que pagar la diferencia del importe por mal funcionamiento del metro, aunque el diagnóstico final lo exonere de responsabilidad? ¿En qué parte del contrato dice que el consumidor tenga que pagar por el mal funcionamiento del contador? Le recomiendo a la Empresa Eléctrica que revise sus políticas con los clientes, depure y capacite a sus equipos de funcionarios e inspectores, y tenga en cuenta los derechos de los consumidores».