Acuse de recibo
Allá en el apartamento 11 del edificio 25, en el reparto Santa Catalina de la ciudad de Santa Clara, Lianet Conde Verona se está «adiestrando» en la desesperanza y el desestímulo, tras graduarse como ingeniera en Ciencias Informáticas en el pasado curso escolar, en la Universidad de Ciencias Informáticas.
Cuenta la joven que su carrera de cinco años fue muy exigente e implicó muchos sacrificios, y también el placer de realizar software para dar soluciones a problemas reales de la sociedad. Ella soñó mucho. Y tras concluir y defender su tesis de grado con calificación de Excelente, se sentía ansiosa por cruzar sus conocimientos con la realidad, específicamente en el ámbito de esa disciplina.
Pero la frustración de Lianet es que la ubicaron como profesora de Matemáticas en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Ernesto Che Guevara, de esa ciudad, para cumplir con el servicio social de tres años, en el cual se supone que se adiestre para ejercer como ingeniera en Ciencias Informáticas.
«En el poco tiempo que llevo allí, puedo asegurar que nunca me superaré como profesional en el perfil de la Informática. A duras penas puedo tocar y ver una máquina, carezco de Plan de adiestramiento, y lo único que hago es superarme en Matemáticas e impartir clases, pero eso no implica que tenga vocación y sea de mi agrado».
Confiesa la egresada que cada día se siente peor. Y le duele ver cómo pasa el tiempo y nadie le da respuesta a su situación, pues realizó gestiones para conseguir un traslado. Las respuestas eran frases tajantes como: «a cada cual le toca donde lo ubicaron», «se debe esperar a cumplir el adiestramiento», o «eso viene de arriba, y no podemos hacer nada hasta pasados tres años».
«Me siento desorientada», afirma.
Ella entiende que las ubicaciones se hacen para cumplir con el compromiso de la Revolución de dar empleo a cada graduado universitario; pero no comprende que si existe una mínima posibilidad de trabajar ejerciendo su perfil, se le niegue la misma porque en determinado momento no fue identificada esa plaza.
Los problemas de conjugación de los planes de estudio con las necesidades reales del país ya de por sí son un real quebradero de cabeza. Pero si, además, no se congenian bien las plazas en el territorio con las ubicaciones de los egresados, entonces debería haber flexibilidad para reconsiderar la situación cuando un graduado no está en el lugar idóneo para el adiestramiento, y hay la necesidad de él en otro sitio.
No debería ser un dogma inapelable la ubicación para el servicio social, al punto de que, en un dilatado proceso, deba ser aprobada la reubicación de la joven por instancias ministeriales.
Desde su apartamento en el piso 12 del edificio sito en Hidalgo 720, entre Lombillo y Tulipán, en el municipio capitalino de Plaza, Bienvenido J. Gómez observa la huella de la chapucería mientras me escribe.
Resulta que en Tulipán y arterias aledañas, en días pasados se reparaban aceras y se hacían otras nuevas. Qué bueno, si no fuera por lo que Bienvenido observa desde su piso:
«Tienen desnivel, en unas partes están pulidas, y en otras con la piedra en vivo. Cuando llueve se forman charcos de agua. Ni hablar del concreto y los escombros de las aceras viejas. Se destruyeron los parterres. En fin, un gasto de recursos materiales y humanos que, una vez más, cumple a medias su objetivo».
Y Félix Moreno Aguirre (calle 3ra.No. 15011, apto. 20, entre 7ma. y N, Altahabana, La Habana) denuncia que en la calle C de ese reparto capitalino hay una tubería rota que derrocha agua, sin que Acueducto del Sur resuelva la situación. Eso mismo sucede frente al Hospital Nacional.
Al propio tiempo, falta agua en varios edificios. Hay inercia por parte de Acueducto del Sur, asevera Félix.