Acuse de recibo
El granmense Raúl Amaya Arias (La Mambisa, s/n, Veguita, Yara) no ha tenido valor para presenciar el triste show, pero, a nombre de varios testimoniantes, quiere frenarlo de alguna forma. Resulta que en la plaza pública de Veguita, su poblado, durante los días de carnavales han montado un entretenimiento que, más que eso, resulta una crueldad.
«Se cuelga un pato por las patas y varios “competidores”, con los ojos vendados y un madero en la mano se disputan por turnos para arrancarle la cabeza (...). Hay un animador, detrás de un micrófono, ufanándose de tan cruel espectáculo», narra Raúl. Y agrega que, «como es fácil comprender, este palmípedo es macerado vivo, pues no pocos golpes recibe en el cuerpo».
Tras exhibir una práctica así de salvaje, dentro de una fiesta tan masiva como los carnavales, donde por lo general asisten personas de todas las generaciones, ¿cómo transmitir el amor a los animales y el cuidado de los ecosistemas?, responsabilidades que nos atañen por ser los entes pensantes sobre la Tierra, opina el remitente.
Tanto la misiva de Raúl, como las de otros cubanos que se han preocupado por los maltratos cotidianos a perros o caballos, por ejemplo, señalan la urgencia de estimular lo más sensible y no lo más bestial de nuestro pensamiento. Tal vez valdría recordarnos diariamente aquella máxima de que el planeta —con la gran diversidad de vida que lo integra— no lo heredamos de nuestros padres; lo pedimos prestado a nuestros hijos.
El servicio eléctrico nacional, como otras tantas áreas productivas y de servicios, tiene asignaturas pendientes de cara a la eficiencia; pero también cuenta con muchas muestras cotidianas de trabajadores que se esmeran, a veces en difíciles condiciones, para aliviar o resolver los problemas sociales.
Carlos Alfonso Pérez (calle I, No. 107, Apto.1, entre Calzada y 9, Vedado, Plaza de la Revolución), no quiere dejar de reconocer la encomiable labor de la Empresa Eléctrica de La Habana, específicamente del inspector Alberto Calvo y los técnicos Lázaro López y Oscar de la Torre, quienes atendieron las consecuencias de un bajo voltaje en la zona de residencia de Carlos.
Ante la falla que deshabilitó una buena cantidad de equipos electrodomésticos, estos compañeros «demostraron competencia, profesionalidad y voluntad de solucionar las diferentes afectaciones», evoca Carlos.
La tercera misiva de hoy llega desde Molino No. 237 e/ Fuentes y Príncipe Alberto, Guanabacoa, La Habana. Gemma Rivero Dilella escribe angustiada por el padecimiento auditivo de su madre, de 83 años, quien lleva 24 meses esperando un aparato de oído moderado para poder recuperar este sentido.
El laboratorio donde deben entregarle el referido dispositivo queda en el Vedado (Plaza de la Revolución), bastante lejos para Gemma, y todos los meses ella llama por teléfono o se presenta personalmente en busca de una solución. Pero siempre la respuesta es la misma: que no han entrado, o que los están dando, por orden, a partir de listados anteriores a la receta de María de las Nieves, su mamá.
Ante esta situación, la remitente se hace varias preguntas: «¿No hay (estos aparatos) en el país? ¿Son importados? ¿Qué situación hay que es tan difícil la adquisición?
Como hemos dicho en otras oportunidades, tal vez no exista determinado producto en la nación, por motivos comprensibles, pero la explicación rigurosa, detallada, y la búsqueda de alternativas, sí que no deben fallar.