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Respeto para el veterano

Quien entregó una vida completa de trabajo, debe al menos recibir su pensión con tranquilidad y sin desasosiego, un día fijo del mes. Pero no: Jesús Cariacedo me cuenta desde calle 3, edificio 53, apto. 6, en Sierra Caballos, Isla de la Juventud, que los jubilados que cobran allí más de 200 pesos de pensión, ven correr el día de pago indistintamente.

Refiere que muchas veces acceden al dinero a los 32 y 33 días del anterior pago. Y hasta ha demorado 36 días la pensión.

Afirma que enviaron una queja al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, y allí les dijeron que al Banco se le entrega con tiempo suficiente el dinero de los jubilados, por lo cual no entienden por qué se producen dichos retrasos.

Y desde Bellavista No. 758, entre Vía Blanca y Santa Lutgarda, en el Cerro capitalino, Evelio González Guliaeff y Carmen Rosa Fernández Junco cuestionan la decisión del Banco Popular de Ahorro este mes de pagarle a los jubilados el día 7, en lugar del 3 o el 4, que es lo habitual.

Manifiestan los remitentes que resulta doloroso que algo así suceda, pues las personas de la tercera edad han de pagar electricidad, agua y otros servicios, y necesitan adquirir víveres y medicinas a principios de mes.

Y para colmo, precisan que desde la tarde del pasado 6 de agosto, los cajeros automáticos sitos en Fomento entre Chaple y Recreo, y los de Churruca entre Vía Blanca y Washington, del municipio de Cerro, no tenían dinero.

«Después de acudir a dichas unidades, tuvimos que dirigirnos al cajero que está en Avenida de los Ocujes y Santa Catalina y caminar más de dos kilómetros desde donde residimos hasta encontrar dónde poder cobrar.

«Esto último ocurre a menudo en la fecha de pago de los jubilados, porque a partir del día 5 cobran muchos centros de trabajo que se encuentran en los alrededores de dichos cajeros y estos se quedan sin dinero.

«¿Quién o quiénes son los responsables de que esto ocurra? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar tantas molestias? ¿Por qué no se nos paga siempre durante los primeros tres o cuatro días del mes?».

Puede parecer una bagatela que la pensión se posponga un día más o menos, o que ciertos cajeros permanezcan vacíos de dinero, pero cuando se trata de ancianos pensionados, a quienes su condición los obliga a un esfuerzo mayor, bien vale que se mire con lupa el problema. Ellos merecen cobrar con paz y seguridad. Sin dilaciones.

Otra insatisfacción nos la brinda Teresa Marrero Lazo, residente en calle 2 No. 655, entre 27 y Zapata, en el municipio capitalino de Plaza de la Revolución.

La señora tiene 80 años y bajo su guarda y cuidado tiene a su hija hemipléjica. Ya eso es suficiente para comprenderla cuando ella cuenta que, para devengar la chequera de la hija, debe trasladarse hasta la Oficina de Correos de Línea y Paseo, teniendo en los alrededores de su hogar dos bancos: uno en 23 y 6, y otro en 23 y 8.

Teresa planteó su queja al Gobierno municipal y al momento de escribirnos nadie le había dado una respuesta.

«Soy una mujer enferma y operada de cáncer —señala—; ¿por qué hacer difícil lo que a simple vista tiene solución?, concluye cuestionando la anciana.

En un país que envejece vertiginosamente, hay que revisarse todos los días para ver qué condiciones estamos creando en función de hacerles la vida más plena y llevadera a nuestros ancianos.

¿Cuántos entuertos se pueden deshacer para facilitarles las cosas a nuestros viejos, sin necesidad de recursos materiales, solo con la sensibilidad y el sentido común? ¿Por qué someterlos a tantos sacrificios y molestias, cuando debíamos hacerles llegar casi todo a sus pies? Respeto, delicadeza y veneración merecen nuestros veteranos, que nos los han legado todo.

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