Acuse de recibo
Un proceso tan dinámico como el de la ubicación laboral —y que ahora mismo encara el desafío de concretarse en medio de necesarios reacomodos en las entidades productivas y de servicios— debía seguirse en detalles por todos sus responsables, de modo que cada joven egresado reciba una esmerada atención de los empleadores o una explicación oportuna si algún imprevisto pone en riesgo su adiestramiento.
Ese es el sentir de la misiva enviada por Iliana Romero Lamorú, cuya hija —Geibis N. Revé Romero, residente en Beneficencia entre 4 y 5 Norte, Guantánamo— se graduó en Servicios Gastronómicos en enero de este año.
En febrero el Ministerio de Trabajo la envió a la Empresa de Comercio y Gastronomía, que la ubicó en una unidad suya conocida como Luna Carpa, donde la joven comenzaría el necesario período de adiestramiento. Allí solo pudo trabajar un día porque, según le informaron, no se había sacado el presupuesto para pagarle ese mes.
«Desde entonces —añade la madre— mi hija está esperando para reincorporarse al adiestramiento. En varias ocasiones visitó estos dos organismos, y obtuvo como respuesta que debía esperar».
Preocupada por esta situación, la madre escribió a la sección de correspondencia del periódico provincial Venceremos y su queja fue publicada en junio, tras lo cual recibieron la visita de dos funcionarias de la Dirección Provincial de Trabajo, quienes les informaron que no disponían de capacidades para el adiestramiento.
Una respuesta similar recibieron en agosto, cuando se presentaron madre e hija en la mencionada Dirección, aunque esta vez la funcionaria que las atendió les dijo que estaría al tanto del asunto. Lo que más inquieta a Iliana es que la espera ya se ha prolongado diez meses.
La remitente pregunta: «¿es correcto el tratamiento ofrecido a mi hija?, ¿quién tiene la responsabilidad de ubicarla y cuándo lo harán?, ¿qué otra orientación podemos recibir?».
A juzgar por diversas denuncias publicadas en este espacio, el despacho de bultos postales nacionales continúa reclamando un detallado y puntual seguimiento en cada eslabón de la cadena, que blinde la tranquilidad de quienes utilizan ese servicio y no deje oportunidad a ciertos «vivos» con dedos demasiado ágiles.
Esta vez, entre la indignación y la impotencia escribe Luis Manuel Trujillo Gato, vecino de la calle Dalmao No. 139, en Jiguaní, Granma.
El 19 de julio de este año, se digirió a la sucursal de Correos de Cuba de la localidad con el propósito de enviar un bulto postal hacia La Habana (No. CP 001208364 CU). El trámite fue rápido, mas no todo fue color de rosa.
«Creí que la inmediatez y seguridad de mi envío tendría garantía absoluta —cuenta el lector—, pero este llegó a su destino al cabo de tres meses. Para sorpresa mía y de mi madre (la destinataria), cuando abrió el paquete encontró productos ajenos a lo enviado. Sal, harina y tela de poliéster aparecían en sustitución de paquetes de leche en polvo. De tres botellas plásticas con puré, solo una quedaba en el alijo».
Agrega Luis Manuel que unos días después, el 2 de agosto, tramitó un nuevo bulto postal (CP 001208086 CU), que llegó primero que el anterior, pero sufrió iguales «manejos»: su contenido fue saqueado y sal y cartón engrosaban el paquete.
«En ambos casos me dirigí a Correos del municipio sin que hasta la fecha tenga respuesta alguna. Mis visitas a esa entidad han sobrepasado las diez ocasiones. Desde funcionarios hasta el Director de la sucursal, que ha hecho un visible esfuerzo por ayudarme, conocen del caso.
«¿Quién responde por estas anomalías?, ¿algún trabajador de Correos tiene potestad para abrir bultos postales totalmente sellados y apoderarse de su contenido?, ¿qué explica la demora en llegar? Pagué por el servicio confiando en su seguridad», concluye.