Acuse de recibo
Teresa Pérez Reyes (calle 24 de Febrero No. 55, entre Perdomo y Rubiera, Regla, La Habana) escribe muy alarmada, porque quiere confirmar si es cierto que a una trabajadora embarazada, en disfrute de su licencia de maternidad, le está prohibido otorgarle un crédito bancario para la adquisición de materiales de construcción para una inversión en su casa.
Refiere la remitente que su hija Nailu Duarte Pérez, trabajadora del Astillero Asticar, y residente en su mismo domicilio, solicitó un crédito de 4 000 pesos por su centro de trabajo, pues necesita fundir una placa de diez centímetros en su habitación y viven muy reducidos. No tiene dónde situar la cuna de su segundo hijo.
Como la avalan todos los documentos para efectuar la obra por esfuerzo propio, con aprobación y permiso de la Dirección Municipal de la Vivienda, Nailu presentó la solicitud de crédito el 30 de julio pasado en la sucursal bancaria de Monte y Carmen, en La Habana Vieja, con sus dos fiadores. Y uno de ellos, su padre, no fue aceptado por la entidad, pues en enero de 2013 cumple 65 años.
Se presentó Teresa, en sustitución, como fiadora. Le informaron a Nailu entonces que su crédito estaba aprobado: debía ir con los fiadores a hacer el contrato el 1ro. de noviembre pasado. Cuando volvieron al Banco, le manifestaron que el crédito estaba aprobado, pero no se lo podían dar por encontrarse ella en estado de gestación.
«Quisiera saber si eso está establecido o es un problema de interpretación de los funcionarios, pues cuando salió publicada la aprobación de los créditos para adquirir materiales, nunca se especificó que las trabajadoras embarazadas no estuvieran comprendidas», concluye Teresa.
Vicente Fernández reside en Avenida de Acosta No. 325, entre Jorge y Figueroa, Víbora, municipio capitalino de Diez de Octubre, a cuadra y media de las oficinas de Aguas de La Habana. Y no puede entender que su grave problema no tenga solución inmediata.
El 3 de agosto pasado cayó un buen diluvio, y su casa se inundó de aguas albañales que salían por el tragante del baño y la poceta de la bañadera. Desde entonces, cuando llueve, y los días en que el barrio recibe el servicio de agua, cunden las aguas sucias en su hogar.
«No sé de qué extraña manera están esas conexiones —dice—, pero sí salen por el mismo lugar las aguas albañales, las pluviales y las potables. En algún lugar se mezclan».
Desde que sufre tal situación, Vicente lo reporta a Aguas de La Habana. «Ya son muchas las quejas —advierte—, al extremo de que, de forma extraoficial, en las oficinas de esta entidad nos recomendaron que destapáramos el registro que hay en la acera. Lo hice, pero las personas que pasaban por el lugar lo comenzaron a llenar de basura.
«Antes de que se tupiera, tomé un codo de hierro y lo puse. Esto no resuelve el problema: el agua ya no sale dentro del baño, pero sí en el jardín. Y se filtra por debajo de la casa, saliendo por el patio. No soy el único afectado; a los vecinos del lado se les llena el garaje». (¡…!)
El consumidor cubano no merece el engaño ni la indefensión en que lo dejan ciertas prácticas comerciales.
Lourdes Machado Hernández (edificio 1, apto. 10, reparto Bengochea, Santa Clara), cuenta que el 23 de septiembre pasado su esposo adquirió un par de zapatos en la boutique Primavera de Caracol, en esa ciudad, a 23,95 CUC.
El 21 de octubre pasado ya los zapatos estaban partidos por la suela y despegados en la punta.
Lourdes fue a la tienda, y la dependienta le informó que el calzado solo tiene siete días de garantía. La consumidora pregunta para qué sirve lo que no garantiza nada, y le resta credibilidad y respeto al comercio minorista.