Acuse de recibo
El pasado 19 de agosto reflejé un extraño caso: la denuncia de la guanabacoense Estrella Reyes acerca de las tribulaciones que sufriera su esposo Gonzalo González, luego de su jubilación en febrero de 2010.
En síntesis: Gonzalo optó por el cobro de la pensión mediante tarjeta magnética. Pero en la sucursal del Banco Metropolitano, en Martí, entre Versalles y División, en Guanabacoa, cuando teclearon el número de su carné de identidad, aparecía en la computadora el nombre de otra persona, residente en Alamar.
A partir de ahí, fue a los dos ancianos a quienes les correspondió hacer todas las gestiones para desenredar el embrollo, incluyendo viajes a las oficinas del carné de identidad en Alamar, y a dos bancos diferentes donde esa otra persona tenía créditos, hasta que supuestamente arreglaron el error en el número de identidad de la misma.
Les dijeron que fueran el 23 de abril a recoger la tarjeta habilitada. Y ese día no estaba. Le pagaron por cartera en efectivo lo de marzo, y le indicaron recoger el 10 de mayo la tarjeta, la cual contendría el pago de abril y mayo. Tampoco estuvo lista. Así, gestiones infructuosas e intentos baldíos, hasta que, ya con la tarjeta, les dicen que después del 23 de junio situarían el dinero en la misma. Y el 25 no lo habían depositado. Así, irregularidad tras irregularidad… hasta que el 2 de agosto, cuando ya pensaban que les harían justicia, no había dinero depositado… El colmo del irrespeto con un hombre que trabajó 40 años de su vida y hoy está enfermo.
Así, responde Manuel E. Vale, presidente del Banco Metropolitano que «hubo falta de profesionalidad y sensibilidad por parte de la jefa de Banca Personal de la Sucursal 280 de Guanabacoa en el tratamiento al caso, con violaciones del Manual de Instrucciones y procedimientos del banco; así como por la jefa del Departamento de Banca Personal de la sucursal 273, y la supervisora comercial de la sucursal 278, ambas en Alamar».
Como resultado, se le aplicó la democión temporal del cargo por seis meses a la jefa de Banca Personal de la Sucursal 280; y amonestación pública a la jefa de Banca Personal de la Sucursal 273 y a la supervisora comercial de la Sucursal 278.
Estrella y Gonzalo fueron visitados y se les ofrecieron disculpas, señala Vale, y agrega que «por el Banco se adoptarán cuantas medidas sean necesarias, a los efectos de que hechos como el publicado no se repitan».
El gran novelista Alejo Carpentier la denominó «La ciudad de las columnas», y distinguía, como muchos otros amantes de la barroca Habana, la estela de portales que protegía a los transeúntes en sus largas caminatas por las grandes avenidas comerciales.
Los portales siguen ahí, pero Adriana Mena (Avenida 31, No. 6608, entre 66 y 66 A, municipio capitalino de Playa) de vez en cuando camina por ellos y siente una rara nostalgia, para una mujer de solo 40 años:
«Recuerdo que bien temprano en la mañana, cada quien delimitaba con una soga su área: la tienda, el teatro, el cine, la escuela, el restaurante… y cuanto centro existiera. Era la fiesta de la limpieza, y había que pedir permiso y alertar para que no te mojaran. ¿Ahora ya nadie es responsable de su portal?».
La paradoja mayor la sufrió recientemente, cuando estuvo en el portal de ese egregio edificio del Gran Teatro de La Habana para adquirir unas entradas para una función. Todos comentaban la suciedad y el descuido en los umbrales de una joya arquitectónica de la ciudad, meca de la belleza, el arte y la cultura. Y el día que asistió a la función, estaba igualmente sucio el portal.
«¿Qué les estamos enseñando a nuestros hijos? Se pregunta Adriana, y contrasta con lo presenciado recientemente en una visita a las ciudades de Ciego de Ávila y Camagüey: «Llegué a pensar que allí no botaban la basura en ningún lugar. La limpieza era total, en zonas residenciales y en las céntricas. Cuando viajamos a otras provincias, es lo que más nos llama la atención a los habaneros. Y lo que más nos duele».