Acuse de recibo
Desde la finca La Juanita, El Rincón, municipio capitalino de Boyeros, cuenta sus penas Clemelia Deliz Kaise. Sus penas huelen a tierra en disputa, a conflicto e incomprensión.
Refiere la remitente que desde 2004 ella tiene al día su certificación de tenedor inscripto de tierras, acerca de 0,65 hectáreas que heredó de su padre. Y en el 2008 interesó formalmente la renovación de dicho certifico y le comunicaron que no era posible, pues su área se encontraba pendiente de reajuste por la Agricultura.
Precisa Clemelia que, inconforme con esa respuesta desde aquel momento, visita asiduamente la Delegación de la Agricultura en el municipio de Boyeros, con el objetivo de actualizar sus documentos y también porque su hija construyó en el terreno de esa propiedad.
Explica que en el Expediente 521/125 de la Delegación de la Agricultura de Boyeros está registrada una cantidad de tierra que no se corresponde con el certifico. Desde un inicio ella solicitó explicación al respecto, y al no encontrar respuesta contrató un abogado de Bufetes Colectivos.
Dicho abogado revisó el Expediente desde octubre de 2009, y presentó reclamación de derechos ante funcionarios del Ministerio de la Agricultura «que han hecho caso omiso a sus solicitudes», afirma Clemelia.
En abril de 2010, el abogado emitió nuevo reclamo ante el Delegado de la Agricultura en Ciudad de La Habana, «quien hasta ahora no responde a nuestras expectativas».
La gestión continuó ante el Departamento Jurídico del MINAGRI, del que prometieron dar respuesta inmediata. Y el presidente de la cooperativa Fructuoso Rodríguez le dijo a Clemelia que él había autorizado la creación de un cebadero de toros en esas tierras, pues le habían dicho que las mismas no tenían dueño.
Precisa la demandante que es miembro de la Cooperativa de Crédito y Servicios Fortalecida Mariana Grajales, y su interés es continuar aportando a la economía del país. La finca llegó a ser visitada por diferentes funcionarios hace algún tiempo, y nunca se le ha dado respuesta concreta a sus gestiones. Sin embargo, se ha permitido que otras personas construyan ilegalmente en lo que ella heredó de su padre.
Clemelia insiste en que se actualice su certifico de tenedor de tierras, «en protección de mis derechos como propietaria, se delimiten mis tierras y se determine la oscura situación relacionada con un presunto arrendamiento, por el que se dice que tengo tierras arrendadas a la Empresa de Cultivos Varios de La Habana por 80 pesos mensuales, lo que desconozco».
Tal como existen los monumentos al soldado desconocido, al remitente de aquel paquete debía erigirse, al menos en la conciencia popular, una escultura.
Terminaba casi el pasado mes de abril cuando a la habanera Marta Fernández Larrea (Ave. 31, No. 2607, entre 26 y 28, Madruga) se le perdió su monedero con la chequera de jubilada, dinero y documentos personales cuya recuperación podría traerle arduos trámites.
La veterana mujer sufrió mucho entonces, pero terminó casi por resignarse a la mala suerte.
Sin embargo, con la misma fuerza con que golpea a veces el destino premia, y en un paquete postal, remitido desde Ciudad de La Habana, Marta recibió lo extraviado.
Cuando fue presurosa a leer el nombre del autor de tamaña gentileza, notó que el espacio estaba en blanco. Redobló entonces su gratitud. El bien se hace así, nos diría el Apóstol, «sin llamar al universo para que lo vea».
Gracias entonces, a nombre de la afortunada y nuestro, a quien no dejó señas de su conmovedora bondad.