Acuse de recibo
Norma Gutiérrez (Camino de las Vegas, Trinidad, Sancti Spíritus) tiene serias dudas como cliente de la Empresa Eléctrica allá en su territorio, a partir de su experiencia con el metro contador.
Como persona que ajusta gastos a posibilidades, Norma, de vez en vez hace un análisis del consumo eléctrico mensual, que gira en un rango alrededor de los 200 kilowatt-hora, con sus altas y bajas. Y en febrero de 2010 le sorprendió la cuenta con 418 kilowatt-hora, algo insólito.
Y el 28 de enero pasado, su metro contador comenzó a echar humo. De inmediato ella lo reportó a la Empresa Eléctrica. Según le informaron posteriormente, el carro que enviaron no encontró su casa en ese sitio en las afueras de la ciudad, Camino de Las Vegas. Y no fue hasta el 31 de enero que llegaron allí e hicieron el cambio del metro contador.
Pero en esos tres días que aguardó, Norma tuvo que seguir consumiendo electricidad. Y cuando llegó la facturación de febrero, ante el imperativo de tener que pagar la desmedida cantidad de 267,40 pesos, ella se personó en la Organización Básica Eléctrica (OBE) del municipio.
Allí le explicaron que cuando retiraron el metro contador el 31 de enero, tomaron la lectura del mismo —incluidos esos días después del accidente del 28 de enero.
«Desgraciadamente —dice— no tuvieron en cuenta los días en que el metro contador anterior trabajó con problemas. ¿Es correcto que pague yo la deficiencia de que no hayan encontrado mi dirección de inmediato? En definitiva ya pagué. Pero hay que ser más analíticos cuando se produce un cambio de metro contador, y un salto tan grande en el consumo del cliente. No podemos encasillarnos en procedimientos que afecten al pueblo».
Si el disgusto por la desatención generara electricidad, en muchos sitios no haría falta ahorrar energía.
El pasado 19 de marzo reflejé el tormento de Martha Viamontes, en el reparto La Mascota, de la ciudad de Camagüey. El 27 de junio de 2009 ella se personó en la sucursal de la Empresa Eléctrica que le corresponde para solicitar el cambio del tendido de un transformador a otro, que era un peligro, pues pasaba sobre el techo de la vivienda vecina. Y por la cercanía, transmitía corriente.
Al no tener respuesta, fue a la OBE municipal. Allí le informaron que debía ir a la sucursal de su zona. En esta, le respondieron que no tenían solución, por carecer de carro de servicios.
La sucursal envió un inspector para confirmar la viabilidad del cambio, solicitado en la orden 168 de 31 de agosto de 2009. Y al no recibir respuesta durante meses, Martha se entrevistó con la funcionaria que atiende a la población en la entidad. Le dieron un recibo para que efectuara el pago del servicio, y así lo hizo el 10 de septiembre de 2009.
En diciembre de 2009 volvió a la OBE municipal, y le dijeron que el caso sería priorizado. En enero de 2010 le dieron similar respuesta por teléfono. Pero nada: allí seguía el peligro cuando Martha escribió a esta sección.
Al respecto, responde Ermidelio Isada, director general de la Empresa Eléctrica en Camagüey, quien reconoce que «realmente existieron demoras innecesarias para la solución del caso». Y agrega que «por algunas otras deficiencias que se han venido presentando en la sucursal eléctrica a la que pertenece el cliente del caso, fue demovido del cargo el jefe de esa oficina comercial».
Informa que el 25 de marzo se realizó el cambio de posición de la acometida, y se entrevistaron con Martha, a quien le ofrecieron disculpas por no haber resuelto su solicitud en el tiempo establecido.
Agradezco la respuesta; pero, evidentemente, se resolvió en seis días, a partir de la revelación del caso, lo que aguardaba hacía casi nueve meses. La historia nos dice que, más que la democión al final, solo el control sistemático, la exigencia y las evaluaciones sistemáticas son las que pueden evitar lo peor: que se generen deficiencias durante largo tiempo en una entidad, cuyo objetivo debe ser servir con calidad y eficiencia a sus clientes.