Acuse de recibo
Desde la ciudad italiana de Milán, llega un alerta fraternal a Cuba del ingeniero Pietro Gelmini, director del Centro de Estudios del Tráfico, una institución que investiga los impactos del transporte en diversas ciudades italianas, y propone alternativas de planificación del mismo.
Gelmini lleva 30 años abordando esos problemas, y actualmente estudia las secuelas causadas al patrimonio de Venecia por el excesivo número de turistas que la visitan, y la pérdida de sus tradiciones con la globalización de esa ciudad y sus servicios.
El ingeniero confiesa su amor por Cuba, a la cual ha visitado. Y considera que nuestro país es una rara avis en el mundo, por haber desarrollado el turismo internacional en estos años en un ambiente incontaminado aún, tanto en lo natural, como en lo identitario y las tradiciones.
Él mira hacia Cuba y sus retos, desde la propia experiencia de Italia y de muchos otros países que han fomentado excesivamente el turismo, de manera incontrolada, con la destrucción del medio ambiente y la pérdida de tradiciones y valores históricos y culturales.
«¿Qué ciudad en el mundo tiene centros históricos como La Habana, Trinidad y Santiago de Cuba, donde los habitantes y sus tradiciones son los protagonistas?», pregunta Gelmini, y acto seguido señala: «Caminando por el centro histórico de ellas se siente uno parte de la ciudad, de su gente». Y contrasta cuando afirma: «Miremos a nuestras hermosas ciudades antiguas de Europa, donde sus habitantes han sido expulsados. Las pequeñas tiendas, las artesanías, los bares y los restaurantes tradicionales han sido sustituidos por tiendas todas iguales en el mundo, con productos de Hong Kong, por bares y restaurantes self-service de productos preempaquetados. ¿Dónde están los habitantes de los centros históricos de Venecia, Florencia, Roma, París, Londres y Lisboa?».
En tal sentido reconoce que el desarrollo del turismo es sin duda importante para la economía de nuestro país, pero alerta que deben evaluarse cuidadosamente los límites de esa «industria sin chimeneas», de manera que sea compatible con el medio ambiente; con la historia, tradiciones y el carácter del pueblo cubano, «rico de dignidad y orgullo, hospitalario e independiente, sin duda nada servil hacia los turistas, no obstante traigan dinero y riqueza».
Desde la fragorosa Milán, Gelmini advierte: «Cuba no debe cometer los errores y los horrores de los otros». Hay que agradecer, a quien nos quiere y admira, sus consejos a tiempo.
Aun cuando sea natural, la muerte siempre será inaceptable para el ser humano. Pero cuando se lucha fieramente contra ella, con todo el amor del mundo, al menos queda el consuelo de que estar vivo es un acto de fe. Si no, cómo entender que una familia llore a su ser querido que partió recientemente, y haga un alto para ponderar la grandeza con que se luchó para retenerlo entre los vivos.
Rosario Prieto (Avenida 1ra., Edificio S-1, apto. 16, entre 168 y 170, Reparto Flores, Playa, Ciudad de La Habana), agradece en nombre de la familia todo lo que se hizo en el Hospital Manuel Piti Fajardo, de la capital, por la vida de su cuñado Bernardo Cordero, quien ingresó a mediados de enero en ese centro con neumonía y retención de líquido, y allí le detectaron un cáncer.
«Todos sabemos cómo se desarrolla esa enfermedad —apunta Rosario—. Él falleció el 3 de febrero con plena conciencia. Todo el personal médico y de enfermería lo atendió con un amor y dedicación que no hay adjetivo para calificarlos, sabiendo tanto ellos como nosotros cuál sería el final, pero luchando hasta el último aliento. Asimismo podemos hablar del resto del personal de la Sala A, piso 6, desde la compañera que mantenía la higiene hasta la pantrista. Nuestro eterno agradecimiento a todos ellos».