Acuse de recibo
El pasado 18 de octubre reflejé aquí el disgusto de Carmen Arrechea (Zequeira 355, interior, entre Patria y Lindero, Cerro, Ciudad de La Habana).
Y no era para menos: cuando en su barrio los Trabajadores Sociales hicieron el censo de los aires acondicionados en 2006, para sustituirlos por otros modernos y más eficientes, a la lectora, por error, le pusieron una dirección equivocada en el listado.
La consecuencia de tal desliz fue que no le cambiaron su aire acondicionado, aun cuando al siguiente día de la sustitución Carmen fue a reclamar al depósito donde estaban los equipos. Le dijeron, sencillamente, que tenía que quedarse para la segunda vuelta. Y todavía en octubre de 2009 esperaba por el suyo, solo por el error de alguien que ahora no le dará la cara ni se disculpará con ella.
Al respecto, arriba una respuesta de la jefa de la Dirección de Actividades Productivas de los Trabajadores Sociales en el municipio del Cerro. Increíblemente solo envía su nombre: Yudeisi. Y de entrada, eso es poco serio.
Pues Yudeisi responde que «posteriormente se revisaron los censos, y al ver que estaban reflejados sus equipos, se decidieron a proceder al cambio, ya que el municipio tenía existencia de equipos en ese momento. Se comprobó que la compañera disfruta de su equipo, aunque le falta uno por estar en trámite de pagos».
Así de incompleta como sus generales es la respuesta. Más bien imprecisa: no define cuando se produjo el cambio, por lo cual uno supone que fue a partir de la revelación de la queja en esta columna. Y aunque la carta de Carmen refería el asunto de un solo equipo, por lo que se lee se infiere que eran dos.
La misiva no explica por qué sucedió el desliz que sucedió, y qué medidas se tomaron con los que trajeron con su imprecisión tan lamentable situación. La remitente no reflexiona autocríticamente, ni ofrece disculpas públicamente, acerca de lo más importante: el daño que tales errores y ligerezas en la confección de los listados trajo a Carmen, al punto de que llevaba desde 2006 sin poder sustituir su aire acondicionado, cuando escribió a esta columna.
El de Carmen no ha sido el único caso. Esta columna ha reflejado más de una vez el pesar de ciudadanos que no han podido disfrutar de un programa tan noble y tan bien concebido, por pifias y desorganizaciones en su aplicación. Es un asunto de sensibilidad y respeto.
Jesús López (Campanario 306, Centro Habana, Ciudad de La Habana) ingresó el 9 de agosto pasado en la Sala de Observación, y posteriormente en la de Terapia de Coronaria del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular.
Y el día 12, cuando tenía programada una angioplastia, se sorprendió cuando constató que el «camillero» que llegó con la silla de ruedas era el propio cirujano que realizaría la intervención, el doctor Julio César Echarte. «Lo hacía para abreviar y adelantar su trabajo, sin importarle eso que llaman categoría», señala.
Recuerda a todos con especial gratitud, pero en especial al doctor Quirós, quien brinda consejos y lo mejor para cada paciente; al igual que las doctoras Yelila Duque y Maritza Villar. «También increíble la atención de enfermeros con tan solo 20 años, como Yania y Belinda; o José Enrique, quien al terminar su turno, se despide tomándole la mano al paciente y deseándole lo mejor».
Jesús recuerda también a Belquis y Lázaro, siempre hiperactivos y atentos; a las pantristas y auxiliares siempre con una sonrisa…
Aunque se le van difuminando algunos nombres, él nunca olvidará a ninguno. Es un asunto del corazón, en un hospital cardiológico. Hay que tener mucho corazón para agradecer siempre a quienes te salvan la vida con amor y placer, no por orientaciones y mandatos.