Acuse de recibo
Cecilia Beatriz Marrero no puede quedarse sola y abandonada con su problema, que es el de su vecino del piso superior, y puede terminar «empapando» a todo el edificio 306 del reparto Camilo Cienfuegos, en el municipio capitalino de La Habana del Este.
Todo comenzó el pasado 17 de julio, en el apartamento 704, donde reside ella: un salidero de agua en el baño. Pensando que era algo de su vivienda, Cecilia buscó a un plomero particular. Y este detectó que era un salidero de la tubería central que abastece de agua a los apartamentos de esa línea, desde el piso 1 hasta el 11.
El salidero ha crecido, y ahora se extiende al patio, al igual que en el apartamento de arriba (804), de Inocente Navarro. Y se propusieron tramitarlo todo por las vías establecidas: desde el encargado del edificio, el presidente de la Junta de vecinos, hasta el Consejo Popular. En ese último le orientaron que fueran a la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV), que es la encargada de atender primeramente esos asuntos.
El 22 de julio, la hija de Cecilia Beatriz fue a reportar el salidero, y quien le atendió le dijo que ellos solo brindaban un técnico para hacer el dictamen. Y el 14 de octubre, cuando me escribió, aún esperaban por el mismo.
Ya el salidero es un río, tanto en casa de Cecilia Beatriz como en la de Inocente. Este fue varias veces, y siempre le decían lo mismo: que no tenían brigada para ese arreglo, «arreglo que nadie puede emprender particularmente, por las tuberías que lleva», aclara la remitente.
Pero un día Inocente se entrevistó con el director de la UMIV, y este le explicó que sí había brigada para ese trabajo, lo que había que coordinar con el responsable. Después, han visitado ese sitio varias veces y no han podido resolver nada. «Lo más significativo y triste de todo —subraya Cecilia Beatriz— es que las veces que el vecino visitó la UMIV, no aparecía su reporte, solo el que se hizo el 22 de julio».
Cecilia e Inocente están desesperados. En cualquier momento revienta también el salidero en otro piso. Y se preguntan hasta dónde hay una verdadera imposibilidad de atender un asunto que ya no es personal, y hasta dónde hay dilaciones y desentendimientos. Los accidentes de este tipo en edificios múltiples, cuando no se atienden a tiempo, luego derivan en daños estructurales, y al final en graves problemas de vivienda, en un país con tanto déficit habitacional.
La doctora Marlene Martín (General Naya 50, entre Camilo Cienfuegos y Leoncio Vidal, Camajuaní, Villa Clara) lleva diez años luchando contra una arremetida de agua que no cae precisamente del cielo.
Su casa, y la de su vecina Ana María García, colindan con el cine teatro Camajuaní. Este posee un techo de zinc a gran altura y una canal que lo rodea, la cual se encuentra rota. Como consecuencia de ello, el agua se vierte hacia el techo de la vivienda de Marlene, y cae sobre la pared y ventana de la de Ana María, con los consiguientes daños materiales creados al paso del tiempo.
Las afectadas han elevado la queja a todos los niveles e instancias en el territorio, sin recibir solución alguna. Tuvieron que nombrar un abogado para iniciar un proceso contra el ICAIC. Este y el Gobierno municipal, suscribe Marlene, se comprometieron a enviar una brigada, pero tampoco se ha cumplido tal solución.
Después de muchas reparaciones por cuenta propia, tienen el techo severamente dañado. Y ellas solo pretenden, aun después de diez años, que se repare la canal del cine. ¿Será posible que a estas alturas no se haya resuelto asunto tan sencillo? ¿Hasta dónde llegará la resonancia? ¿Qué tendrán que sufrir ambas vecinas por la indolencia de una institución?