Acuse de recibo
En un contexto donde el acceso a la telefonía —fija y móvil— no tiene el desarrollo que se pudiera desear, las tarjetas Propia resultan de una utilidad enorme. Pero a veces la recarga de estas provoca tantos dolores de cabeza... Las cartas de hoy narran tres historias en las que las propias son las angustias.
Omar Alonso Valdés (calle 10, entre B y Pocito, Lawton, Diez de Octubre, Ciudad de La Habana) sabía que su tarjeta caducaba el 11 de marzo último. Por eso se adelantó y el 25 de febrero agregó cinco pesos a los 4,34 que aún tenía. Lo atendió, según consta en el recibo, Sajarix Sobrado Rodríguez.
«El 15 de marzo fui a llamar y para mi sorpresa estaba cancelada. Al ver esto comprobé una, dos, tres veces, por si la computadora se había equivocado. Pero no, no era un equívoco. (...) El 17 de marzo me dirigía a hacer la reclamación al telepunto de la Western Union, en Obispo, La Habana Vieja».
Allí fue atendido por Norca Blancos y María de los Ángeles. Le tomaron los datos personales y los de la tarjeta y verificaron que «efectivamente había sido recargada el 25 de febrero».
Después de varias gestiones, le explicaron a Omar que hubo una interrupción entre Telefonía Pública y el telepunto; lo que originó que en la tarjeta no quedara registrado el aumento.
Después de varios trámites, lo último que le han dicho a este capitalino es que espere respuesta. Pero en el momento en que nos escribió ya hacía más de un mes de su reclamo.
¿Dónde están los 20 pesos?Algo similar, pero con una pérdida de 20 pesos, le sucedió a Gladys Maza Echeverría. Esta vecina del edificio 5 C Apto. 15, Alamar, Micro X, municipio de La Habana del Este, también en la capital, nunca había tenido problemas con la Propia que desde hace un año posee. El mismo día en que Omar intentaba recargar su crédito telefónico (25/03/09), Gladys depositaba 20 pesos para incrementar el suyo en la Oficina Comercial de ETECSA en Alamar. Aún le quedaban $8,90.
Como el aumento nunca funcionó, la remitente se dirigió en varias ocasiones a la oficina donde colocó el dinero. Allí siempre la ha atendido, respetuosa y amablemente, la compañera Mabel. «Me pidió el Carné de Identidad y se ha interesado mucho en mi caso; pero dice que la solución no está en sus manos». Más de cinco semanas después del incidente, ¿por dónde andarán los 20 pesos? ¿Y la respuesta de la empresa?
Teléfono ocupado en MarianaoLa odisea telefónica de la tercera misiva tuvo como escenario el Centro de Llamadas de Marianao, igualmente en Ciudad de La Habana. Eran las 10 y 17 minutos del 7 de marzo último, cuando Mariela Díaz Perdomo —vecina de Avenida 35, No. 11612, entre 116 y 118, en dicho municipio— recargó allí, con diez pesos, su código individual.
Tenía un fondo inicial de $10,57 y al salir de la oficina Mariela comprobó el aumento operado. Sin embargo, a los tres días, cuando decidió usar de nuevo su tarjeta, la voz de siempre le anunció que había sido cancelada.
«Rápidamente llamo al 164 (servicio al cliente) y me aconsejan que la recargue, pues estaba muy próximo su vencimiento y no me iba a dar tiempo de reactivarla. Por supuesto, no acepté el consejo, pues si unos días atrás la había recargado, por qué hacerlo una vez más».
Con estos truenos en los oídos, Mariela se presentó a hacer la reclamación en el Centro donde efectuó el aumento. Le explicaron que el día de marras «ocurrieron varios incidentes del mismo tipo; todo, sin decirme el porqué de lo ocurrido. Tomaron mis datos y me informaron que iba a tener respuesta próximamente. Nunca llegó.
Otra vez fue la doliente a la oficina de Marianao y le indicaron que «el proceso podía demorar, que ya se había informado (...) a las instancias correspondientes».
Transcurrió una semana. Y volvió la tenaz mujer a reclamar sus derechos. «Para mi desconcierto, resulta que no aparecía ni la lista donde supuestamente deberían estar mis datos. (...) Me atendió otra trabajadora, la que toma de nuevo mis datos, y me dice que en dos o tres días tendría respuesta.
«Efectivamente, en ese tiempo por vía telefónica me aseguran que el crédito se restablecería en dos días; lo cual no ocurrió».
Aún confiando en la institución, siguió Mariela tras el importe perdido. «Una tercera compañera me afirma que no es culpa de ellos, que son los informáticos los que no han realizado bien su trabajo».
Con un tono de decepción notable, sentencia la remitente: «Me he sentido engañada. (...) Y me pregunto: ¿Adónde ha ido mi dinero?».