Acuse de recibo
Nunca han merecido una respuesta estatal las múltiples quejas reflejadas aquí acerca de la virtual inexistencia en el comercio interior cubano de confecciones y calzado de tallas muy grandes, tanto en pesos como en CUC. Pero no por ello me cansaré de reivindicar ese derecho que tienen los de dimensiones inmensas, a vestir y calzar como Dios manda.
La mecha la enciende hoy Olga Lidia Castillo, quien reside en el edificio MINTRAB, tercer piso, apartamento N, en Loma y Tulipán, Nuevo Vedado, en la capital. Ella confiesa que demoró en vencer cierto sentimiento de vergüenza y timidez para hacer valer su justa demanda.
Olga Lidia tiene 44 años, calza el 43, y es alta y corpulenta. Cuando va a las tiendas jamás encuentra zapatos ni ropa interior que le sirvan. Cuando inquiere por calzado número 43, a más de que no hay, tiene que soportar que la miren como a una extraterrestre.
«Usted no sabe lo que significa no poder ir elegante a una fiesta o a un teatro, con unos zapatos lindos, señala ella. Usted no se imagina lo que es para una mujer salir de compras, ver ajustadores o blumers hermosos, pedir su talla, y que le digan que lo existente es con diseños de personas muy mayores. Las de tallas grandes queremos sentirnos motivadas y presumir en los momentos íntimos con la pareja».
Olga Lidia extiende el campo de su insatisfacción a blusas y otras confecciones, pero al menos sería un poco más feliz si pudiera resolver lo del calzado. De esa concepción globalizante y estandarizada, que soslaya la particularidad de los altos, gordos y corpulentos, no se salvan ni los artesanos, que confeccionan calzado con esas tallas solo para hombres, como si las mujeres con elevadas dimensiones no tuvieran que «zapatear» la vida diariamente.
Y ante tales desatinos, uno se pregunta qué piensan quienes adquieren en el exterior los zapatos y confecciones, o los productores de esos renglones en el patio. Seguro que no tienen los pies grandes, pero... calzan cada absurdos que para qué contar.
La segunda misiva la envía Carlos Alberto Iznaga Lima, porque considera que el círculo infantil Cochero Azul está afectando las estructuras de su vivienda, sita en calle 21 número 456, bajos, entre Dolores y Concepción, en Lawton, municipio capitalino de 10 de Octubre.
Precisa Carlos Alberto que cuando esa vecina institución enciende el motor del agua y los tanques se desbordan, por la inclinación de esa azotea todo el líquido cae hacia el portal de su vivienda, el cual presenta afectaciones en la pared, al igual que el pasillo lateral exterior de la casa, que ya tiene huecos por la acción constante del agua que se acumula allí.
Constante porque no solo es el efecto del desbordamiento de los tanques, sino también cuando llueve el agua se vierte hacia la casa de Carlos Alberto.
Ante tal situación, el afectado ventiló el asunto con la dirección del círculo infantil, y con diferentes funcionarios de la Dirección Municipal de Educación. En su momento, la directora de Educación le prometió que se solucionaría el perjuicio situando un tubo para desviar el agua. Pero han transcurrido más de tres meses, y Carlos Alberto sigue aguardando. Le han dicho que tenga paciencia, y él, con toda razón, cuestiona hasta cuándo tendrá que esperar. ¿Hasta que ya el daño sea irreparable?
La tercera misiva la envía Lilian Caridad González, residente en Edificio 2, apartamento 26, en la comunidad de El cangre, municipio habanero de Güines.
La remitente es técnico de nivel medio en Comercio, y según tiene entendido, ese título es idóneo para desempeñar el oficio de dependiente. Pero se ha presentado en varias oficinas empleadoras de tiendas en divisas, y le dicen que el mismo no es válido allí.
Lilian Caridad se pregunta para qué entonces el Ministerio de Educación y el MINCIN forman a técnicos de nivel medio en Comercio, «si ese título es un fantasma en la red de tiendas en divisas; al punto de que un curso de dos meses tiene mayor validez que la formación durante 3 o 4 años en instituciones del MINED».