Acuse de recibo
El bienestar de un recién nacido es más importante que todas las normativas, documentos y legalizaciones. Más bien es lo más importante del mundo, pienso luego de leer la queja que me enviara José Ramón Martín, vecino de calle Segunda sin número, entre Varona y Palma, en la localidad de Santa Fe, municipio capitalino de Guanabacoa.
Relata José Ramón que su esposa Katerine Carralero, natural de Holguín, y con carnet de tránsito en la capital, reside actualmente junto a él en una vivienda que está en fase de terminación constructiva y con habitabilidad.
Desde hace tiempo él está en los trámites de legalización de dicha casa, que son bastante lentos: documentos de varias entidades, visitas de funcionarios, aprobación de dictamen técnico, tasación, licencia sanitaria...
Cuando me escribió el pasado 12 de octubre, para desesperación suya no se había concluido ese proceso. Porque el 3 de junio del presente año, su esposa había dado a luz un hermoso niño, Jorge Raúl Martín Carralero, en el Hospital Ginecobstétrico América Arias, de la capital.
Los órganos competentes de la localidad les plantean que el menor debe ser inscrito en Holguín, y José Ramón pregunta por qué no puede autorizarse la inscripción en la capital para el pequeño, aunque fuera con un carné de tránsito.
Lo cierto es que todo este proceso, en medio de la excepcional situación de una madre aún sin la dirección oficial en la capital, y una vivienda todavía sin concluir el proceso de legalización, ha obstaculizado que puedan adquirir los alimentos que el Estado depara normadamente para los niños.
Desde que nació, los padres han hecho mil gestiones infructuosas en el municipio para que, al menos, puedan garantizarles la leche y la cuota de compota. Esa alimentación se convierte en un tormento, pues José Ramón es un ayudante de taller en la Micro Social de La Habana Vieja, y actualmente se encuentra en trámites de peritaje médico por una cirrosis hepática; mientras que su esposa está al cuidado del niño.
A ella le es imposible ahora trasladarse hasta Holguín para inscribirlo, y tampoco tiene allí familiar alguno que le pueda garantizar el envío de los alimentos.
Los ciudadanos están obligados a cumplir con las disposiciones en cuanto a Registro de Direcciones, y lo estipulado en cuanto al control de la migración hacia la capital del país. De eso no me cabe duda, como tampoco de que la alimentación de un bebé no puede esperar, ni entiende de planillas, registros, papeles y cuanto documento exista.
La segunda misiva la envía Ana Luisa Hernández López, de calle 2, número 7710, entre Tercera y 77, en Ñancahuazú, en el municipio habanero de Batabanó, y denuncia la falta de condiciones y soporte con que se han abierto los estudios de la carrera de Medicina en ese territorio.
Refiere ella que el pasado curso ingresaron los primeros cinco estudiantes, en medio de muchas dificultades; y aun así vencieron ese período, y ahora entraron otros nueve alumnos al primero año. Ambos cursos están «dando trastazos», señala.
El bloque docente de lo que será un futuro policlínico no tiene aprobado el presupuesto constructivo, y los alumnos reciben las clases en locales improvisados y sin condiciones; la base material de estudio es deficitaria en atlas y textos, muestras de órganos, músculos y huesos; y ni siquiera han podido estudiar un cadáver, o en su defecto una maqueta. El primer año no tiene video para visualizar las conferencias, y las computadoras tienen problemas.
En cuanto a los médicos que ejercen de docentes, están muy presionados entre sus deberes asistenciales y la docencia: algunos hacen maravillas en esas condiciones, pero lo cierto es que tienen dificultades con el pago de su trabajo docente y sufren problemas organizativos. Como si fuera poco, los estudiantes tienen problemas con el pago de su estipendio.
«Batabanó —asegura Ana Luisa— no tenía aún condiciones creadas para extender allí la carrera de Medicina, y ahora nos vemos atrapados en algo que disgusta: tantos años de esfuerzo y estudio en un proyecto que no sale adelante».
Ojo: el noble programa de municipalización de los estudios, la verdadera democratización de la universidad, requiere de lupa en cada sitio del país, para no fallar en el intento.