Acuse de recibo
Todo parece indicar que los oboes no enmudecerán en Villa Clara, según la carta de Nelys Valdés Toledo, directora del Sectorial de Cultura en esa provincia, al responder la preocupación de la lectora Gloria Veitía, de la ciudad de Santa Clara, reflejada en esta sección el pasado 12 de enero.
Entonces Gloria denunciaba que su nieta Malú, y otros niños que estudian la especialidad de oboe en la Escuela Vocacional de Arte Olga Alonso, llevaban un año y medio sin dar clases de ese instrumento, pues la única especialista que imparte tal disciplina en la provincia lo hace a los discípulos que ya están en niveles de secundaria básica.
Intentaron ampliarle el contrato, para que pudiera atender también a los más pequeños, pero resoluciones del Ministerio de Educación estipulan que solo puede hacerlo por 12 horas semanales. De modo que los niños que cursan el segundo año de oboe ven pasar el tiempo sin recibir una clase.
Ahora aclara la directora de Cultura que el oboe es un instrumento deficitario en la provincia, y por ello se potencia el estudio del mismo en la enseñaza artística. Ratifica al mismo tiempo que la Vocacional de Arte viene presentando dificultades con el claustro docente de ese instrumento, pues en la Orquesta Sinfónica Provincial solo cuentan con dos oboístas, y de ellos solo uno tiene condiciones para ejercer la docencia, pero se retiró de la escuela.
Refiere que Villa Clara solo graduó dos estudiantes de oboe, una en la Escuela Nacional de Arte y otra en la Provincial Samuel Feijoó, la cual está ubicada haciendo su servicio social en Holguín. Por ello, todo el trabajo docente recae en solo una egresada. Pero, ratifica la directora, como la misma está ubicada de instrumentista en la orquesta Sinfónica Provincial, solo se le puede contratar por 12 horas, aun cuando ella quisiera, «por negativa de la Dirección Provincial de Educación, pues así lo establece la legislación laboral vigente».
E informa que «la respuesta dada por la Dirección provincial de Cultura, en accionar conjunto con el Consejo Nacional de Escuelas de Arte, radica en la inserción de dos egresadas de La Habana ubicadas en la provincia de Sancti Spíritus, para darles atención a los niños de primero y segundo años de oboe; solución que sabemos no es la esperada, pero que permitirá darle una atención sistemática a los educandos, de manera que si ellos ponen de su parte, junto a sus jóvenes y talentosas profesoras, de seguro Malú y los restantes niños podrán llevar a cabo sus anhelados proyectos».
La segunda misiva la envía Anays Justo Oropesa, de Pasaje A, entre Camilo Sierra y Matanzas, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo. Ella denuncia un vertedero ya casi «institucionalizado» por los vecinos frente a su vivienda. Sencillamente, se ha tomado esa esquina como basurero público. Y es vergonzoso cuando se preserva tanto la salud por un lado, y por la otra se permiten tales agresiones.
Esgrime la lectora que los vecinos de esa cuadra se han quejado con la delegada y con la Dirección de Comunales «y lo único que hemos logrado es que un camión de Comunales recoja la basura un par de veces por semana... Pero en cuanto el camión la recoge, inmediatamente se vuelve a llenar la esquina».
Anays clama por que se tomen medidas para que esa esquina deje de ser un basurero y se convierta en algo útil para la comunidad. Y tiene sobrada razón, pero ello no se logrará sin la acción conjunta de todos: ¿No son los propios vecinos quienes tiran allí los desechos? ¿O es que acaso los lanzan desde ovnis?
Por una parte, la comunidad debe ejercer allí su poder y controles, y por la otra requiere del apoyo de todas las instituciones y organizaciones. ¿Por qué hay tanta impunidad para ensuciar el entorno? Cualquiera lanza lo que le parece y no sucede nada ¿Dónde están los inspectores y otras autoridades? ¿Por qué no se es tan estricto en estos asuntos como con las infracciones del Tránsito? ¿Adónde vamos a llegar así? ¿Adónde lanzamos la cultura que pregonamos?