Acuse de recibo
La historia de hoy es bastante común. Casi me la sé de memoria, por los tantos casos aquí revelados: la improvisación con que muchas veces se aprovechan locales para instalar entidades, sin tener en cuenta el impacto que ello trae en los vecinos inmediatos.
Me escribe atormentada Noemí Barrera Bárzaga, vecina de avenida 58 número 3112, entre 31 y 33, en la ciudad de Cienfuegos. En los bajos de su casa y la contigua, se encuentra la tienda El Paraíso, de la Corporación CIMEX. Y como tal, dicha entidad instaló tres consolas de aire acondicionado que expiden dosis considerables de calor, ruido y polvo, que van directo a contaminar la paz y la salud de las dos familias que residen arriba.
Refiere Noemí que tal afectación se tramitó en julio del año 2000 con CIMEX, y también con el área de Salud y Medio Ambiente. Por su parte, CIMEX bajó los equipos de la planta intermedia hacia el patio de la tienda. Pero aún así, no hubo mejoría: «el ruido insoportable, el calor y el polvo continúan”, enfatiza.
Y los de Medio Ambiente acudieron a medir el ruido, pero con un equipo defectuoso. Prometieron volver por allí, y estas son las santas horas que aún los están esperando, sin respuesta alguna.
Lo curioso es que, según Noemí, tal contaminación afecta también a los trabajadores de la tienda. Los vecinos han insistido con la administración de la misma, y les han planteado que hay proyectos de cambiar los equipos. Pero todo ha quedado en eso: un paraíso de promesas y proyectos. ¿Y los vecinos? “Continuamos esperando, y sin esperanzas”, sentencia Noemí.
La segunda carta de hoy revela una historia no menos calamitosa: Celina Elieta Gil me escribe desde el edificio situado en Manrique número 2, entre San Lázaro y Malecón, en el popular barrio capitalino de Centro Habana. Y lo hace para denunciar, en nombre de los 200 residentes de ese inmueble de nueve plantas, la insoportable tupición que sufren hace años en el sótano del mismo.
Según la remitente, todo comenzó a partir de que, hace varios años, se construyera una inmobiliaria colindante con el edificio y otras obras del Plan Malecón. Ello provoca que muchas veces tiene que ir el carro de alta presión como paliativo, ya que el agua llega hasta el foso de los ascensores, y en ocasiones hasta los relojes contadores de electricidad, con el consiguiente peligro de un accidente fatal.
Celina manifiesta que el problema es conocido por muchas instituciones, pero lamentablemente no precisa cuáles. Y se pregunta si habrá que esperar una tragedia para, ya tardíamente, resolver el asunto, lamentarse y ofrecer disculpas.
La tercera carta de hoy la envía Ariel Pérez Becerra, de calle Unión 42, apartamento 13, entre 39 y Protestantes, Nuevo Vedado, en la capital.
Refiere el lector que el 10 de diciembre de 2005, presentó la solicitud de traslado de su teléfono para la actual dirección, en la planta de ETECSA de Panorama. Y hasta ahora no ha tenido respuesta.
Y allí en la planta, asegura, le plantean que en esa zona no existen las facilidades técnicas para el traslado. Sin embargo, señala, la dirección de donde él proviene y tenía su teléfono, está a solo dos cuadras de la actual.
Lo insólito para Ariel es que, aunque no tiene el servicio telefónico desde hace 14 meses, recibe mensualmente la facturación de servicio, la cual cada vez se incrementa más. Él fue a la planta a reclamar y le respondieron que «eso era la constancia de que poseía teléfono».
Para Ariel es una paradoja que en el sitio donde reside actualmente existan cuatro teléfonos instalados. ¿Cómo es posible que no exista disponibilidad técnica?
Esperamos que, como es habitual, ETECSA investigará el caso y dará respuesta a Ariel por medio de esta columna. Lo inconcebible es que sigan pasándole la facturación de un servicio que no tiene hace 14 meses. Él no aclara si lo está pagando. No comprendo, la verdad que no comprendo.