Las medidas para reducir las emisiones de las Sustancias Agotadoras del Ozono (SAO) se han convertido en el mejor hilo y aguja con vistas a resanar el agujero abierto en el manto protector de nuestro planeta contra los rayos ultravioletas, asegura un reporte de Prensa Latina.
Por favor, nadie piense en un hoyo real, lo que sucede es que las concentraciones de ozono estratosférico disminuyeron como consecuencia de la acción de agentes dañinos, tal es el caso de los clorofluorocarbonos (CFCs), otrora muy utilizados en la refrigeración, los sprays, en la aviación y las fumigaciones.
El futuro para la capa de ozono es prometedor, es posible que para el 2080 las concentraciones de ozono (O3) sean similares a los que existían en la década de los 50 del siglo XX, según un artículo de opinión difundido en la revista Nature con motivo de los 25 años en que Joseph Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin, divulgaran en las páginas de la prestigiosa publicación científica británica el descubrimiento del agotamiento de la capa de ese gas en la estratosfera.
El equipo advirtió entonces que desgastes como el del ozono en la Antártida podrían producirse en otras regiones del planeta con los consecuentes daños para la salud humana, como el aumento de los casos letales de cáncer de piel.
Ser precavidos, el camino más seguro
«Lo que podemos aprender de ello es lo rápido que puede cambiar nuestro planeta. Dada la velocidad con la que la humanidad puede afectarlo, ser precavidos es el camino más seguro hacia la prosperidad», dijo Shanklin, del Proyecto British Antartic Survey, organismo responsable de las investigaciones científicas de Gran Bretaña en la Antártida.
La amenaza que representa el agotamiento del ozono fue tal que la comunidad internacional se apresuró a buscar una herramienta global que obliga a la sustitución de las SAO por otras más amigables con el O3: el Protocolo de Montreal.
No obstante, hay un proceso para exenciones a las prohibiciones de la importación y exportación de algunas SAO como es el caso de las existentes para del bromuro de metilo. Estas exenciones se otorgan con una cuota específica.
El camino para que ese acuerdo se cumpla no ha estado exento de dificultades a causa de los intereses económicos de las grandes potencias, quienes pese a disponer de una mayor capacidad tecnológica, demoraron en sustituir las SAO por otras sustancias menos dañinas para el ozono, pero lo que se ha alcanzado, hasta ahora, ha permitido que el crecimiento del agujero se detenga.
Evidencias
Las primeras evidencias del agotamiento del ozono aparecieron en la década de los 80. Fue entonces cuando el monitor del ozono en el centro de investigación de Halley en la Antártida fijado para las previsiones meteorológicas avistó que las cosas no andaban muy bien en la estratosfera. El problema era mayor durante el invierno antártico, más que en el polo norte.
¿Por qué? Pues porque en esa estación se forma en la estratosfera una corriente de aire alrededor de la Antártida, fenómeno que se conoce como torbellino polar o vórtice.
El aire encajonado en ese vórtice es extremadamente frío y favorece la formación de nubes polares estratosféricas, que actúan como una especie de catalizador molecular que permite que el ácido clorhídrico, HCL, y el nitrato de cloro emitido por el hombre rompan las moléculas de ozono que impiden el paso de los rayos ultravioletas.
La teoría de que los clorofluorocarbonos eran los principales responsables del agotamiento del ozono en la estratosfera fue probada por el mexicano José Mario Molina, el holandés Paul Jozef Crutzen y el estadounidense Frank Sherwood Rowland, quienes recibieron el Premio Nobel de Química en 1995 por su descubrimiento.
El esclarecimiento de las bases científicas de ese fenómeno catalizó la toma de acciones, que ya han dado sus primeros frutos, prueba indiscutible de cuánto puede hacerse por el porvenir del planeta.