Martínez (izquierda), celebra junto a su compatriota Nápoles (derecha) y el campeón burkinés Zango. Autor: AFP Publicado: 21/08/2023 | 08:16 pm
Podríamos resumirlo todo en una frase concisa: Lázaro Martínez y Cristian Nápoles son atletas de competencia. Sobran las florituras y las alharacas, porque ciertos hechos encierran en sí mismos todos los aditivos posibles. Y sobra también decir, porque Cuba entera lo sabe ya, que ambos consiguieron medallas en el triple salto durante el Mundial de Atletismo con sede en la ciudad húngara de Budapest. El primero colgó en su cuello la plata y el otro, el bronce.
Lázaro ya había demostrado en citas precedentes su gen combativo. Sin ser favorito, ha logrado rascar excelentes resultados en lides de mucho pedigrí. Hace un año, en la lid universal bajo techo de Belgrado, Serbia, subió a lo más alto del podio. Ayer, a orillas del río Danubio, comandó la tabla durante varias rondas, con un bote final de 17.41 metros (m) de respeto, hasta que Hugues Fabrice Zango, de Burkina Faso, quien por su estable secuencia lo merecía, se estiró hasta los 17.64 m y desplazó al resto.
Sin embargo, una presea para Lázaro sí estaba en los planes. Es un atleta maduro, perfeccionado a base de experiencia. La sorpresa llegó con Nápoles: tiene 24 años y lo mejor de su vida lo había logrado en un Mundial, Doha, Catar, 2019 (17.38 m). Esa era su principal baza: el temple que tuvo entonces para sacar el máximo rendimiento de sus excelentes condiciones físicas cuando la tensión más aprieta.
Y por ello su grito de euforia fue también el de un país que celebró cómo una vez más en un Mundial despedazó sus propios límites y se estiró hasta los 17.40 m, para dejar atrás a otros con mayores posibilidades antes de iniciar la instancia decisiva de una modalidad en la cual Cuba —por muchos atletas que haya perdido en los últimos años— mantiene su condición de vanguardia a escala planetaria.
Lázaro Martínez y Cristian Nápoles hicieron ayer añicos el hechizo que tenía la Mayor de las Antillas en las últimas ediciones mundialistas, pues quedó sin medallas en Eugene 2022, hecho inédito que, por fortuna, no se repite ahora.
Desde 1997 Cuba no obtenía dos preseas en el triple masculino de un Mundial, cuando se coronó Yoelvis Quesada y Aliecer Urrutia terminó en bronce. Y todavía queda la gran esperanza de ver también en el podio a la jovencita pinareña Leyanis Pérez o a su coterránea
Liadagmis Povea. El triple, de forma indudable, va a la vanguardia del campo y pista en la Isla.
Ayer otras dos cubanas salieron a la pista del Centro Nacional de Atletismo, pero ninguna logró su objetivo. En los 400 metros con vallas, Zurian Echevarría quedó rezagada en su eliminatoria y deberá volver a casa con las manos vacías, mientras en la vuelta al óvalo sin obstáculos, Roxana Gómez ancló tercera en su semifinal con tiempo de 51.07 segundos y no consiguió su avance a la carrera decisiva ni por el crono, ni por su ubicación.
El lunes dejó otras postales para el espectáculo. Tiene ausencias, pero ni de lejos estas han empañado la actual cita de Budapest 2023. El Mundial, hasta ahora, ha sido un derroche de dramatismo y actuaciones para la historia. O si no, basta con ver la competencia del lanzamiento del disco, con el récord para este tipo de certámenes del sueco Daniel Stahl en su último disparo, o el cierre bólido de la estadounidense Sha´Carri Richardson para batir a las jamaicanas Shelly-Ann Fraser-Price y Shericka Jackson en la esperada final del hectómetro femenino.