Y él le pidió jugar en su equipo para siempre. Autor: @SantaTeclaBC Publicado: 26/09/2020 | 07:17 pm
No hace muchos años que Arlenis Romero Moinelo debutó en el baloncesto profesional de El Salvador bajo la venia de la Federación Cubana del deporte. En verdad no le costó tanto hacerse sentir en la liga salvadoreña, rápidamente fue una de las extranjeras más dominantes. La pinareña guarda numerosos recuerdos durante las temporadas que jugó allí con el Santa Tecla, club que deportivamente logró grandes cosas mientras estuvo la cubana. Pero también la antillana le agradece a ese elenco por ser partícipe de unos minutos trascendentales que cambiaron su vida.
Martes 11 de julio de 2017. La noche avanzaba, eran más de las 8:00 p.m. y el plantel femenino tecleño se disponía a realizar una jornada más de entrenamiento en la cancha del Gimnasio Municipal Adolfo Pineda de Santa Tecla. Todo apuntaba a que sería una jornada de preparación, como otra cualquiera, sin ningún suceso que rompiera la rutina de siempre.
Pasados unos minutos, Romero se percató de la presencia de personas que habitualmente no estaban en las sesiones de entrenamiento. El fotógrafo del club, el dueño del equipo, el encargado de poner la música, varias amistades de ella, todos permanecían sobre la duela y la vueltabajera no entendía nada. El habanero Rainel Panfet, entrenador del elenco, reunió a todas sus discípulas en el centro del tabloncillo. Comenzó a conversar sobre cuestiones inherentes al juego, y al unísono en la instalación empezó a escucharse una canción en inglés que a Arlenis le encantaba.
De repente, la cubana se viró y observó a algunas de sus compañeras que venían aguantando un cartel grande que decía: «¿Quieres ser parte de mi equipo para toda la vida? Cásate conmigo». «Cuando miré a Rai, ya estaba arrodillado en el piso, con el anillo en la mano, vaya, eso quedó para la historia», le cuenta a Juventud Rebelde la pinareña, refiriéndose al momento en que Panfet, su entrenador y novio hacía cuatros años, le propuso matrimonio delante de todo el mundo y ella respondió el sí al instante.
El 22 de marzo de 2018 se casaron en Santa Tecla. El club de ambos se hizo cargo de la boda. Después de contraer nupcias, el equipo tecleño ganó la liga y Rainel fue promovido como coach del conjunto masculino. Varios meses después nació Aysha Panfet Romero, «mi hermosa beba; a veces digo que si fue duro que un equipo perdiera por mí, fue lindo que llegara a mi vida mi princesa, nada se compara con ella».
Si el nacimiento de Aysha clasifica como la canasta más valiosa de su vida, como decía Arlenis, le tocó vivir también, mientras llevaba sin saber a su pequeña en el vientre, un momento tristísimo en su trayectoria deportiva, el más lamentable para la vueltabajera durante más de una década en la selección nacional cubana. Sucedió en la final de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, el 24 de julio de 2018. Cuba, inesperadamente, cedió por dos puntos, 65-67, ante las colombianas. De esa manera, se truncó la cadena de diez títulos en citas regionales para escuadras antillanas.
«Cada vez que escucho algo sobre Barranquilla 2018 me trae malos recuerdos. Incluso, en ocasiones televisan otros deportes de esos Juegos Centroamericanos y del Caribe y yo no quiero mirar al televisor. Nosotras fuimos preparadas para discutir la medalla de oro contra Puerto Rico, siempre pensamos que ese sería el rival a vencer y no Colombia. Creo que cuando nos enteramos que la corona la disputaríamos frente a las locales, nos confiamos un poco. Al final ocurrió lo que todos saben, esos dos últimos minutos y la noche siguiente fue lo más triste que pasé como jugadora.
«Tuve un partido supermalo, no sabía por qué me sentía tan débil, ni por qué me caía, algo que nunca me había pasado en mi carrera. Claro, ya después, en Cuba, me entero de que estaba embarazada. El equipo necesitaba de mí y yo no podía responderle. Todavía hoy se me aguan los ojos porque sé que mi selección perdió por mis fallas. Soy una atleta que siempre dedicó horas para tener buenos entrenamientos, me considero disciplinada, y me dolió mucho tener que retirarme del deporte activo con esa mala imagen. Ahora mismo tengo los ojos húmedos.
«En el camerino, luego del choque, todas las jugadoras estaban con la cabeza baja. Abracé al profesor Zabala, le dije que me perdonara, que yo no quería hacerlo mal pero ocurrió. Yo sabía que mi paso por el team Cuba estaba finalizando», recuerda la otrora armadora, quien jamás olvidará esa noche en la Arena Deportiva Elías Chegwin, atestada por un público que en su gran mayoría reclamaba el triunfo del plantel local.
—Alberto Zabala se portó a la altura cuando le pediste disculpas después de ese juego. Es un entrenador que mucho entregó a todas ustedes y no solo deportivamente hablando.
—Sí, me respondió que no me preocupara, todos en algún momento nos equivocamos, me dijo, y que no se perdió solamente por mis fallas, pues desde el principio se estaban cometiendo errores. Sus palabras me dieron fuerza, las necesitaba. Zabala, como decía él, era nuestro padre, fueron tantos años bajo su disciplina, primero en la categoría juvenil y después cerca de una década en la selección absoluta. Él asistió a mis 15 en Pinar del Río, con eso te lo digo todo.
«Actualmente se encuentra vinculado al baloncesto de República Dominicana, y a pesar de la distancia hablamos a menudo. No hay una vez que converse con él y no le pida disculpas por aquel partido. En una ocasión le dije: “Creo que te sacaron de la selección por mi culpa”. Él me respondió como la gran persona que es. Lo quiero mucho».
—Estuviste en dos certámenes universales de mayores, pero muy poco se habla de ese sexto lugar en el Mundial juvenil de República Checa 2001. Allí fuiste una de las organizadoras del conjunto cubano.
—De hecho, ese ha sido el mejor resultado de Cuba en Mundiales juveniles. Era un torneo para las atletas nacidas en 1982 y 1983 y yo fui la única del equipo nacida en 1984. Terminé como titular, el entrenador principal era Zabala y la ubicación final se correspondió con el fuerte elenco que teníamos. En pocos años casi todas esas jugadoras llegaron al equipo de mayores, te hablo, entre otras, de Oyanaisis Gelis, Yaima Boulet, Ariadna Capiró, Leidys Oquendo, Klaudia Calvo, Suchitel Ávila.
—Eres doble titular centrocaribeña, doble medallista de bronce en Juegos Panamericanos y acumulas cuatro preseas en campeonatos FIBA Américas. Pero Arlenis, me dijiste que tienes en un lugar muy especial esos cuatro cetros consecutivos logrados con tu provincia en la Liga Superior.
—Me encanta tocar ese tema. El Tren de Cuba le decían a nuestro equipo pinareño en ese entonces. Imagínate, había cinco jugadoras de la selección nacional: Anisleidys Galindo, Anay García, Arletis Povea, Taimí Fernández y yo. Ningún conjunto nos ganaba, conseguimos una química en la duela inigualable. Fueron cuatro años de respeto, esos cuatro torneos marcaron la vida de todas nosotras. Después cada una fue buscando su camino, hasta que se deshizo ese quinteto. A cada rato paso por la polivalente pinareña y recuerdo cómo la llenábamos.
—Te involucraste en el básquet profesional de Bolivia, Argentina y El Salvador, por ese orden. No obstante, creo que nada como tu paso por el club argentino Obras Sanitarias.
—En Obras Sanitarias y en la liga argentina me encontré con un nivel alto, tanto las jugadoras nacionales como las extranjeras tenían calidad, además, el público conoce bastante el deporte. Es un país de tradición histórica en baloncesto y en los tres meses que estuve con el club contribuí al logro de la medalla de bronce. Quedé en el quinteto ideal del torneo, pero después no llamaron a más ninguna cubana.
—¿Siempre jugaste como armadora?
—Sí, muy pocas competencias jugué en otra posición. A Zabala le gustaba jugar con dos bases en cancha, una como armadora y la otra como escolta, para buscar rapidez. Pero a mí no me agradaba jugar de dos, prefería estar de base, con la bola en la mano siempre.
—¿Queda añoranza por tus tiempos con el equipo nacional?
—Fueron los años más lindos de mi vida, puedo decirlo así. Extraño mucho todo, hasta los entrenamientos.