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Gracias a su ofensiva, pitcheo y defensa, el equipo de Pinar del Río se ha ratificado como el mejor elenco de la Serie. Autor: Boris Luis Cabrera Publicado: 13/05/2019 | 10:04 pm
Por los números generales, el pitcheo en la sexta temporada para jugadores menores de 23 años es malo: efectividad de 4.66 y WHIP de 1.55 dicen bastante. Y si seguimos hurgando, encontraremos de todo un poco. Hay nombres, poquísimos —el espirituano Roberto Hernández es el primero en una probable lista—, a los que le queda chiquito el torneo. El muchacho que dejó un contrato firmado con la organización de los Indios de Cleveland porque extrañaba a su familia en Batey Colorado, Yaguajay, es el que más ha ganado (4) y ponchado (47) y ya tiene un cero-cero, el quinto propinado en esta categoría desde 2014.
Como suele suceder en Cuba, lo mejorcito casi siempre se destina a la rotación de abridores y los que están en el bullpen generalmente aspiran a que los cambien de función. Saben que pocos relevistas hacen equipos nacionales, aunque debiera ser a la inversa. Por suerte, siempre hay excepciones.
En un torneo diseñado para el desarrollo de jugadores, la mayoría de los directores siguen pensándolo cuatro veces para levantar a su abridor. En teoría es un campeonato formador, pero en la práctica prima el criterio competitivo. Por ese último es que miden a los directores. Es, lamentablemente, lo más fácil.
Sin embargo, hay relevistas que han marcado esta temporada. El pinareño Frank Álvarez encabeza el ranking. Antes del juego de ayer, había relevado siete veces con dos victorias y cinco tapones. Mejor, imposible.
Frank ha aprovechado las cinco oportunidades presentadas para salvar juegos, y su promedio de carreras limpias (0.00) y de embasados por inning (0.50) lo pintan como un matador en potencia.
En la segunda mitad del campeonato, que se antoja muy reñido en el grupo A, con pinareños y pineros buscando el único boleto disponible, podría llegar a diez, la misma cantidad de rescates del pinero Raúl Guilarte en 2018, pero con un calendario de 40 juegos, cuatro más que el actual.
Para este tipo de formatos el récord es ocho. Frank no debe tener problemas para llegar a esa cantidad, pues su mentor, Mario Valle, le dará la bola cada vez que esté disponible y el marcador lo aconseje.
El joven pinareño parece que está hecho para lanzar en las postrimerías: en la campaña de 2018 relevó las cinco veces que fue al box en esta categoría (18.1, 1V-0D-0S, 1.47 de efectividad y 1.36 de WHIP) y después siguió perfilándose como un hombre de bullpen con el equipo grande de Pinar del Río (11 relevos, 16.1, 1V-1D-1S y 2.76 de PCL y 1.53 de WHIP).
Qué bueno que haya muchachos interesados en especializarse en ese rol; el villaclareño Pablo Luis Guillén, miembro de la preselección nacional, es otro que gusta de subir al montículo con la situación tensa o en el noveno inning.
Un cerrador lleva una preparación diferente, específica; mental, sobre todo. No basta con una buena recta y dominio del cambio de velocidad y un rompimiento. Su caja de herramientas tácticas tiene que ser más grande. En Japón, los pinareños Liván Moinelo y Raidel Martínez se están especializando en trabajar «atrás». Aquí, con la crisis de pitcheo que hay, no hubiesen tenido esa oportunidad.
En el campeonato sub-23, además de Frank, hay otros jóvenes a los que no se debe perder de vista: José Córdova (CFG) tiene de 4-4, cuatro salvados en igual cantidad de oportunidades; Raúl Guilarte (IJV, de 4-3) y Ángel Ramírez (CMG, de 3-3). No son los únicos, por suerte.
Por equipos, el campeón vigente, Isla de la Juventud, es el que más veces ha puesto a un pitcher con oportunidades de salvar: diez, con 60 por ciento de eficacia. Pinar del Río ha mandado al taponero en nueve ocasiones con siete éxitos en su gestión y, sin embargo, uno que parece destinado a ver la postemporada desde su casa, Habana, ha sido el más efectivo en esa función, de 6-6.
Queda la mitad del campeonato. ¿Será protagonista el bullpen?
