Durante mucho tiempo se manejó la idea de enfrentar al norteamericano Muhammad Alí y a Teófilo Stevenson. El añorado combate nunca tuvo lugar y ambos campeones terminaron siendo amigos. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 05:35 pm
LAS TUNAS.— La Copa de Boxeo Teófilo Stevenson In Memoriam honró por estos días en su tierra natal al más grande púgil aficionado de la historia. El evento transcurrió en la misma sala donde este hombre fenomenal colgó los guantes, el 3 de julio de 1988, durante el torneo internacional Córdova Cardín.
En este trabajo quiero compartir algunos momentos estelares del tricampeón olímpico y mundial, quien durante su carrera ganó 301 peleas, perdió solo 20 y salió vencedor en 11 ocasiones de las 12 en que enfrentó a boxeadores norteamericanos especialmente preparados para derrotarlo.
Amigo de presidentes
La notoriedad de Teófilo Stevenson saltó sobre las 12 cuerdas para mostrar credenciales en casas de Gobierno de numerosas capitales del planeta. No fueron pocos los dignatarios que blasonaron de su amistad. Varios de ellos lo recibieron con admiración y sin protocolo.
Uno de esos líderes fue el mítico Nelson Mandela, primer presidente negro de Sudáfrica. El diplomático cubano Ángel Dalmau devino testigo excepcional de aquel encuentro:
«En noviembre de 1994 presenté mis cartas credenciales como primer embajador de Cuba ante el Presidente de la Sudáfrica recién liberada del infame apartheid. En aquel breve acto, Mandela me formuló tres preguntas: ¿Cómo está Cuba? ¿Cómo está mi hermano Fidel? ¿Cómo está Teófilo Stevenson?
«Meses después el campeón viajó a Sudáfrica a un curso de la Asociación Internacional de Boxeo. Contacté con un ayudante de Mandela y se propició un encuentro entre ambas personalidades. Cuando lo vio, el africano avanzó hacia el cubano con los brazos abiertos. «¡Teófilo!», exclamó.
«Dialogaron en inglés por un buen rato. Al final Mandela, que había sido boxeador, le pidió al criollo hacerse una foto juntos. “Es para mostrársela a mis nietos. Porque, de lo contrario, no me creerían que conversé a solas con el mejor boxeador amateur de todos los tiempos”», le dijo.
Terminar de pie
Los Juegos Olímpicos celebrados en la ciudad de Moscú, en 1980, ratificaron la supremacía absoluta de Teófilo en la división de los pesos completos. Era su tercera cita estival consecutiva, y desde que sonó el primer campanazo, el gigante del central Delicias convenció a los expertos de que venía decidido a conquistar su tercera joya dorada.
Debutó con nocaut en el asalto inicial frente al nigeriano Salomón. Luego vino el polaco Grzegorzi, a quien anestesió en el tercero. El húngaro Levai no le presentó pelea y se dedicó a correr. El criollo lo venció por decisión unánime. El magyar, por cierto, le interrumpió una racha difícil de igualar: diez peleas al hilo ganadas por fuera de combate.
Su rival por la medalla áurea fue el soviético Piotr Zaev. Aunque no lo pudo tirar a la lona por la cuenta definitiva, Teófilo lo dominó sin problemas. Tan pronto sonó el último gong y el árbitro los llamó al centro para anunciar el veredicto de los jueces, Zaev comenzó a festejar por todo el ring. Pero no por creerse vencedor, sino por haber terminado de pie frente a la letal pegada del cubano.
Con esta tercera guirnalda olímpica, Teófilo emparejó la hazaña del húngaro Lazslo Papp, quien ganó en los juegos de Londres 1948, Helsinki 1952 y Melbourne 1956. Pudo haberse agenciado una cuarta medalla dorada en Los Ángeles 84. Pero Cuba no asistió en solidaridad con el campo socialista.
La esperanza blanca
Con apenas 19 años de edad, Teófilo fue nuestro representante en la división de más de 81 kilogramos, a los Juegos Panamericanos de Cali, Colombia, en 1971. Allí su falta de experiencia se combinó con la calidad del norteamericano Duanne Bobbick, quien llevaba una cadena de 62 victorias sucesivas y solo esperaba el laurel olímpico para saltar al profesionalismo. El yanqui lo derrotó por cerrado 3-2.
El triunfo de Bobbick en la lid continental provocó que la prensa deportiva estadounidense se diera en llamarlo «la Esperanza Blanca». Añoraba que mantuviera el poderío de su país en la división máxima del pugilismo mundial. Con esa etiqueta llegó a los Juegos Olímpicos de Munich, en 1972. Allí lo esperaba Teófilo para tomarse la esperada revancha.
Pelearon el 5 de septiembre. Andrei Chervonenko, el técnico ucraniano que lo asistió en la esquina, vio el pleito así: «Teófilo comenzó con seguridad. Pero en el segundo round permitió que su rival combatiera de cerca. En el descanso le hablé con energía: “Pareces el peor pugilista del mundo. ¡Manténle la distancia! Tírale directos y vencerás”.
«Teófilo entendió y empezó a tirar golpes rectos. Al rato, el ojo izquierdo de Bobbick quedó cerrado. Luego le ocurrió lo mismo al ojo derecho. El norteamericano cedió en su ritmo hasta que lo alcanzó aquel terrible derechazo. Se desplomó como si le hubieran dado con una pala en las piernas. A la tercera caída, el árbitro detuvo la pelea».
Su único verdugo
Teófilo intercambió golpes con los mejores púgiles de su época. Uno de ellos radicaba… ¡en su propio país! En efecto, el vueltabajero Ángel Milián le resultó siempre un contrincante escurridizo. Con él sostuvo peleas dignas de la más exigente antología del boxeo. Su rivalidad llegó a extremo tal que dos veces les fueron entregadas a ambos sendas medallas de oro para evitar que se enfrentaran.
Sin embargo, no fue el guapo pinareño su verdugo, sino un desconocido de fuerte pegada y escasa técnica: el soviético Igor Visotsky quien, por cierto, nunca fue el número uno de su país. En dos ocasiones el sorteo los puso a pelear y siempre los jueces le levantaron el brazo al europeo. Los combates fueron en el Giraldo Córdova Cardín de 1973, y en un torneo internacional en Minsk, Belarús, en 1976.
Teófilo y Visotsky establecieron una gran amistad. Un día, durante la emisión por Radio Rebelde del programa Pasaje a lo desconocido, Taladrid le recordó al cubano aquellas dos derrotas. Y el campeón le contestó, jocoso: «Ahora Visotsky es dueño de una cadena de gimnasios en Rusia. Todos los años nos invita a mí y a mi familia a pasar las vacaciones allá. Entonces, dime, ¿quién perdió? ¿Él o yo?».
Al ser entrevistado en 2006, Visotsky declaró que nunca había visto un púgil similar a Teófilo. «Aún hoy creo que es el mejor boxeador amateur de todos los tiempos y todas las civilizaciones», agregó aquella vez. Y al enterarse de su deceso, aseguró: «Primero fuimos rivales en el cuadrilátero. Luego nos convertimos en amigos y hermanos en la vida».
La pelea del siglo
Durante mucho tiempo se manejó la idea de enfrentar a Teófilo Stevenson y al norteamericano Muhammad Alí. Ambos eran considerados los mejores pesos completos del mundo: el nuestro entre los aficionados y Alí entre los rentados. La Federación Cubana aceptó consumarla, siempre que el criollo no perdiera su estatus de púgil amateur.
Así, en la asamblea anual de la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado (AIBA), en 1977, Cuba propuso montar cinco peleas en varias ciudades de Estados Unidos. Tendrían tres asaltos y estarían dirigidas por un árbitro de rango internacional. Si un campeón noqueaba al otro, terminaba el torneo. Pero la AIBA rechazó la sugerencia cubana.
Al año siguiente, la AIBA cambió de parecer y dio su visto bueno a lo que ya comenzaba a llamarse La pelea del siglo. En octubre de 1978, el promotor Ben Thompson quiso convencer a Alí para que firmara un contrato para efectuar el posible match a partir del 28 de febrero de 1979. Si aceptaba, ganaría una bolsa de tres millones de dólares.
Alí no solamente rechazó de plano la propuesta cubana, sino que puso sobre el tapete la suya: exigió que no fueran cinco peleas, sino una sola y a 15 asaltos. La Federación Cubana de Boxeo le hizo entonces una contrapropuesta: en lugar de cinco combates de tres asaltos, efectuar tres a cinco asaltos. Pero Alí nunca respondió.
Tiempo después llamó por teléfono a Teófilo y se excusó. «Si peleaba con un amateur como tú no tendría nada que ganar, pero sí mucho que perder», aseguró. Alí le ofreció a Teófilo una compensación monetaria por haber declinado la pelea, pero el cubano la rechazó. «No necesito dinero», le dijo.
En fin, que el añorado combate nunca tuvo lugar. ¿Quién hubiera ganado? Teófilo ha dicho: «Habría sido un empate». Alí ha declarado lo mismo. En septiembre de 1998 visitó Cuba y se abrazó con Teófilo, su gran amigo.
Reconocimientos y distinciones
Pero no solo fueron preseas y coronas las que exaltaron su currículo en los más exigentes eventos. Prestigiosas instituciones también lo distinguieron en varios momentos de su carrera. Es que Teófilo, amén de un campeón, fue un auténtico caballero fuera del encerado.
El Comité Olímpico Internacional lo seleccionó entre los diez mejores deportistas durante la década de los 80 del siglo XX. La Unesco le confirió dos veces el Premio Fair Play, por su limpia ejecutoria en el cuadrilátero. Su nombre y foto figuran en la página 143 de Hechos y figuras, en la Enciclopedia de Boxeo, editada por Gilbert Odd. En Cuba, una encuesta popular lo eligió como el Atleta del Siglo XX en la Isla.
Su estilo depurado, su esbelta figura y su pegada descomunal hicieron que Enmanuel Steward, laureado entrenador norteamericano y miembro del Salón de la Fama, dijera una vez: «Teófilo Stevenson es el peleador más perfectamente balanceado que yo haya visto jamás».
Teófilo Stevenson falleció en La Habana, el 11 de junio de 2012, a la edad de 60 años. Una frase suya, cuando un promotor intentó captarlo para el profesionalismo, forma parte del patrimonio ideológico nacional: «No cambio todos los millones del mundo por mis ocho millones de cubanos».