Muamba fue rápidamente atendido sobre el césped, y por ahora ha logrado burlar a la muerte. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:18 pm
Cada cierto tiempo la imagen se repite y la cruda realidad no deja espacio a los deja vu. El camerunés Marc Vivien-Foe, el español Antonio Puertas y ahora el congoleño Fabrice Muamba son los referentes de esos trágicos momentos en que la muerte se ceba con los protagonistas del deporte más universal. Y esos malditos minutos suceden en plena faena, ante la vista de los miles que pueblan las tribunas y los millones que siguen el movimiento del balón sentados frente a sus televisores.
Por fortuna, Muamba le hizo una finta al destino después de estar nada menos que 78 minutos técnicamente muerto. Los primeros 48 acontecieron desde que sufrió un paro cardiaco en medio de un partido entre el Bolton —su equipo— y el Tottemham, correspondiente a la Copa de Inglaterra.
Otra media hora transcurrió sin latidos desde que llegó a la clínica, ya con dos descargas eléctricas del desfibrilador recibidas en el campo, otra en el túnel que conduce al vestuario, y otras 12 en la ambulancia que lo trasladó hacia el hospital. Increíblemente, el jugador de apenas 23 años aún vive para contarlo.
El mundo entero, conmocionado primero e impresionado después, celebra el desenlace. El presidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter, no duda en considerarlo como un verdadero milagro y suspira aliviado. Sin dudar de su humanismo, al menos no tendrá que lidiar con otra muerte sobre el césped que se convertiría en un nuevo dolor de cabeza para el dirigente, inmerso en estos días en la labor de solventar algunos contratiempos del organismo que dirige.
El frente más perentorio está abierto en Brasil, donde el Gobierno encabezado por Dilma Rousseff no acaba de dar luz verde a la Ley General del Mundial, bloqueada en el Senado de esa nación por quienes están de acuerdo con que en las tribunas se venda de todo, menos cerveza.
Como si esto fuera poco, el vicepresidente de la FIFA, Jerome Valcke, se encargó de rizar el rizo cuando, contrariado por los atrasos constructivos, declaró después de una inspección que los brasileños necesitaban una «patada en el trasero» —es la traducción más decente— para ponerse a trabajar.
En medio de la tensa situación, Blatter viajó a Brasilia, se reunió con Rousseff para aplacar el incendio, y logró que la mandataria le brindara todas las garantías necesarias para la realización del torneo.
Sin embargo, la votación de la ley sigue en el limbo debido a la oposición de un fuerte grupo de legisladores a derogar, al menos temporalmente, el Estatuto del Aficionado que recoge la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas en los estadios de fútbol en Brasil. Esta oposición reúne a un grupo heterogéneo de diputados, que incluye desde los representantes de las iglesias pentecostales, que basan su oposición en convicciones religiosas, hasta parlamentarios nacionalistas, quienes interpretan las presiones de la FIFA como un ataque a la soberanía del país.
Para la FIFA, el permiso de la venta de cerveza en los escenarios del Mundial 2014 y la Copa Confederaciones un año antes es una exigencia innegociable, ya que se trata de atender a uno de sus principales patrocinadores, la cervecera Budweiser, que desde 2008 es controlada por el grupo belga-brasileño InBev.
Según la mayoría de los entendidos, la pugna se solucionará en los próximos días. Desde el Gobierno mantienen la confianza y se negocia día a día un acuerdo antes de realizar una votación.
Hasta entonces será muy difícil que en Zúrich o en Brasilia alguien pueda conciliar el sueño.