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Joven discapacitado sudafricano sueña con competir en los Juegos Olímpicos

Oscar Pistouris desafía sus limitaciones y lucha por convertirse en el primer atleta discapacitado en competir en una cita estival

Autor:

Raiko Martín

Oscar Pistouris: perseverancia admirable y capacidades sorprendentes. En el mundo del deporte hay historias que conmueven. No escasean en pistas y estadios otras que sorprenden, algunas que preocupan, e incluso las que hacen estallar la polémica. Pero también existen aquellas que, sin proponérselo, agrupan esos «ingredientes» y muchas veces quedan marcadas por desenlaces insospechados.

Entre estas últimas pudiera situarse la de Oscar Pistouris, un joven sudafricano dueño de una perseverancia admirable y capacidades sorprendentes, cuya historia se tornó algo incómoda para la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) y es hoy tema de debate en el ámbito científico y ético del deporte.

A mediados del pasado mes, el Tribunal de Arbitraje Deportivo se pronunció a favor de Pistouris, y la IAAF tuvo que dar marcha atrás a la disposición que le impidió hace un año concursar en el Campeonato Mundial de Osaka, y frenaba su participación en los venideros Juegos Olímpicos de Beijing.

La teoría de que las prótesis utilizadas por este sudafricano —amputado de ambas piernas— le aportaban una ventaja con respecto a sus rivales «completamente aptos», quedaron en entredicho y sus sueños de competir al máximo nivel recobraron vida.

A la luz de los acontecimientos, el organismo rector del atletismo mundial le ha abierto las puertas. «Oscar será bienvenido allí donde compita este verano. Es un hombre admirable y esperamos asombrarnos con sus éxitos en el futuro», ha dicho el senegalés Lamine Diack, presidente de la IAAF.

Y ahora todas las miradas están puestas en la capital china, donde pudiera continuar esta historia.

El camino

Hace casi dos décadas, los padres de Oscar Pistouris siguieron los consejos de los médicos y aprobaron la amputación de aquellas dos piernas que llegaron al mundo sin tobillos ni peroné.

Esa difícil decisión impulsaría a su hijo para imponerse a esta «mala jugada» de la naturaleza, y convertirse en un ejemplo del espíritu de superación del ser humano.

El pequeño Oscar no tardó mucho en adaptarse a las prótesis, que se convertirían con los años en el centro de la polémica. Sobre estas comenzó a incursionar en varios deportes, con desempeños que apenas hacían notar sus limitaciones.

Así, en la práctica del polo acuático y la natación se forjó una voluntad de acero, que le permitió destacarse también en el rugby, una ruda disciplina que se vio obligado a abandonar por una lesión en la rodilla.

El proceso de recuperación de este nuevo tropiezo le hizo inclinarse hace poco más de cuatro años hacia el atletismo, y el mundo se estremeció entonces con sus triunfos en los Juegos Paralímpicos de Atenas, donde se impuso en la prueba de 200 metros y fue medallista de bronce en el hectómetro.

Luego llegaron los récords mundiales paralímpicos en 100, 200 y 400 metros, y con ellos el aldabonazo en las puertas de la IAAF para convertirse en el primer atleta discapacitado en competir con deportistas de élite.

El sueño comenzó a tejerse el pasado año en la etapa de la Golden League celebrada en Roma, donde después de una demorada salida remontó posiciones para ocupar el segundo lugar de la final B de la prueba de 400 metros, con un registro de 46:90 segundos.

Una descalificación por salida falsa en una prueba en la ciudad británica de Sheffield truncó su segundo intento, pero el mayor freno apareció en forma de «ley», cuando la IAAF realizó modificaciones en su reglamento, específicamente en el artículo 144.2, el cual prohíbe «la utilización de todo dispositivo técnico que incluya muelles, ruedas u otro elemento que confiera una ventaja a un atleta con respecto al que no lo utiliza».

Quedaba entonces al organismo deportivo demostrar la supuesta ventaja de las prótesis de Pistouris, y de eso se encargó el profesor alemán Gert-Peter Brüggemann, un especialista en biomecánica de la Universidad de Colonia, con reconocido prestigio en las ciencias del deporte y autor de varias investigaciones vinculadas con el atletismo.

Batalla legal

Algunos piensan que la modificación en las reglas iba dirigida a detener el desenfreno tecnológico de los fabricantes de indumentaria deportiva. Otros, en cambio, la ven como una preocupación del organismo porque se desate una carrera de medios técnicos que resultara incontrolable.

Sea cual fuere el motivo, llevó a Pistouris por dos días del pasado noviembre hasta las instalaciones del Instituto de Biomecánica de Colonia, donde el profesor Brüggemann lo sometió a las más disímiles pruebas físicas y mecánicas, con ayuda de sensores infrarrojos y cámaras ultrarrápidas.

El dictamen fue demoledor: en síntesis, las prótesis utilizadas por Pistouris le permitían alcanzar la misma velocidad de los atletas completamente aptos, pero con un 25 por ciento menos de esfuerzo.

Lejos de amilanarse, el joven sudafricano dio batalla. Aconsejado por otros expertos, se propuso demostrar que las investigaciones no eran concluyentes, interpuso una apelación ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo y su lucha encontró recompensas.

«Este recurso no es solo para mí, sino para todos los atletas discapacitados que se merecen la oportunidad de competir al más alto nivel si nuestro cuerpo nos permite hacerlo», fueron las palabras de Pistouris tras el veredicto. Y en efecto, la decisión es un rayo de esperanza, aunque el órgano de justicia deportiva, en su fallo unánime, aclaró que este «afecta únicamente a Oscar Pistouris y al uso de las prótesis que han sido objeto del presente recurso. La decisión no afecta a otros atletas o a otros tipos de prótesis».

¿Y ahora qué?

Después de definido el «caso Pistouris», las expectativas han crecido. La gran interrogante gravita en las posibilidades reales del corredor de cumplir los requerimientos establecidos por IAAF para participar en los Juegos Olímpicos de Beijing.

Para competir en la capital china, Pistouris tiene que correr los 400 metros en 45:95 segundos, un tiempo 51 centésimas inferior a su mejor marca personal.

Sin embargo, si la Federación de Sudáfrica lo decide, pudiera incluirlo como integrante del relevo 4x400 metros, una prueba que no exige marcas mínimas a sus participantes.

¿Competirá en Beijing? Es una incertidumbre. Todo depende de sus capacidades y las intenciones de los federativos.

«Me he quedado atrás en la preparación y en el poco tiempo que falta es muy difícil conseguir una clasificación, aunque trabajaré duramente para conseguirlo», es su respuesta matizada entre el optimismo y la realidad.

La fecha tope para realizar la marca mínima es el venidero 23 de julio, y Pistouris sabe que el tiempo se acaba. Hace unos días cubrió la distancia en poco más de 49 segundos, y tanto su promotor, Peet van Zyl, como su entrenador, Ampie Louw, mantienen la esperanza de que su pupilo logre la hazaña en los primeros días del mes entrante.

El mismo Pistouris reconoce que lo más importante ha sido acallar las falsas teorías. «Ahora puedo intentar alcanzar el sueño de participar en unos Juegos Olímpicos y si no son los de Beijing, pues serán los de Londres 2012», ha sido su sentencia.

Las prótesis de la discordia

Gracias a los avances tecnológicos, nadie diría que Oscar Pistouris utiliza prótesis al verlo moverse. Desde que sus padres decidieron la amputación de sus piernas, las utiliza; son parte de su anatomía.

Su padre, que dirige una mina de cal en Pretoria, nunca escatimó gastos para renovárselas cada nueve meses. Ahora utiliza el modelo más eficiente del mercado, bautizado como Cheetah Flex-Foot o guepardo, en honor al animal más veloz del planeta.

Fabricadas por la firma Ossur, de Islandia, a un costo de unos 12 000 euros, las prótesis consisten en unos soportes donde Pistouris inserta los muñones de sus piernas. Unidas a estos soportes van unas hojas de fibra de carbono en forma de sinuosa ele que acaban en un punto de apoyo, semejante a la suela de una zapatilla de correr.

Por su aspecto, Pistouris es conocido también como Bladerunner, en alusión a los futuristas personajes del clásico cinematográfico dirigido por Ridley Scott.

El fabricante las califica como un «instrumento pasivo» y alega que distan mucho del rendimiento que pueden tener las piernas biológicas. Con estas, Pistouris ha marcado 10:91 segundos en el hectómetro y 21:58 en los 200 metros, ambos impresionantes registros para alguien con sus características.

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