José Julio no lo podía creer, pero engulló cuatro ponches. Foto: Ángel Yu
Aunque Santiago de Cuba había cancaneado durante la última semana, creo que la actuación de Industriales desbordó los límites de sus más entusiastas parciales: doble triunfo, 9-8 en el juego sellado y 6-3 en el del día.Se jugó solo un inning del partido pendiente, con dos outs providenciales de la defensiva azul en la goma, para sacar del apuro a Alexei Gil, más imparable decisivo de su homónimo, Jockel Gil.
En el cierre, Ian Rendón y Odrisamer Despaigne repartieron 13 ponches —cuatro a José J. Ruiz— y Alejandro Regueira ratificó su poder, con otro bambinazo.
Ante el río revuelto, La Habana aumentó sus ganancias, y ya tiene dos victorias más que las avispas, porque dispuso de Guantánamo 4-1, con «candelita» Iglesias bateando de 5-4.
Ante Carlos Yanes hay que descubrirse, porque el veterano le permitió ¡un hit a los leñadores!, el del primer bate Yordanis Scull. La ofensiva tunera ha desaparecido, y en su nuevo revés Ermidelio Urrutia fue testigo del bambinazo de tres anotaciones firmado por Michel Enríquez.
La jornada se adornó además con otro éxito del novato villaclareño Yosvany Pérez (ligada a la inmerecida derrota de Rigoberto Arrebato, víctima de dos carreras sucias en el primer inning), el segundo patinazo en línea de Pinar del Río y los cuatro disparos espirituanos fuera del límite.
Drama en dos actosUn sencillo impulsor de Jockel Gil remolcó a Serguei Pérez desde segunda base, e Industriales dejó al campo a Santiago de Cuba, nueve carreras por ocho, en la reanudación de su partido sellado. Se jugó solo una entrada más, que incluyó dos outs en la goma sobre corredores de Santiago de Cuba, con un errático Alexei Gil como relevista capitalino.
Concluyó así un fabuloso espectáculo que se había iniciado el martes, a las 8:15 de la noche. Las ocho carreras de las avispas, en el primer tercio del juego, presagiaban un escandaloso nocao, ante la mejor concurrencia del año; por añadidura, Norge Luis Vera parecía lanzarle a escolares, tan cómoda resultaba su labor.
Directores de gradería habían discordado con el boleto intencional a Bell, con hombre en segunda en el tercer episodio, cuando ya los azules perdían 4-0; Navas hizo polvo la estrategia local, al pegar un doble, y entonces —en concordancia con la decisión previa— se pensó en un pase gratis a Poll: el zurdo disparó jonrón, con la inicial desocupada, y las avispas, sin imaginarlo, agotaban su producción ofensiva.
Industriales se reanimó con un racimo de cinco anotaciones, coronada por el cuadrangular de Alejandro Regueira —el doble previo de Urgellés, de acuerdo con la cámara lenta, fue en realidad un fuera del campo, pero las manos de la muchedumbre devolvieron la pelota, sin que los árbitros se percataran—, pero Antonio Pacheco insistía en mantener a Vera, sin duda pensando hacerlo acreedor del triunfo.
Pero una cosa imagina el visitante... y otra el home club. Los anfitriones volvieron a la carga, con tres rayitas que significaron el empate —¡sorpresa, vuelacercas de Raiko Olivares!— ante tres relevistas orientales.
Echó a andar entonces un dramático forcejeo, durante el cual ninguno de los rivales conseguía llegar a la goma. Antes, y coincidiendo con los dos racimos del equipo capitalino, hubo sendas interrupciones del juego, cuando llovieron hacia el campo decenas de botellas plásticas de refresco.
La sabia decisión de la Dirección del Béisbol, evitar a toda costa una decisión de forfeit que habría exaltado los ánimos dentro de un recinto con muchos miles de almas, tuvo un oasis a la una de la madrugada. El reglamento, con su horario límite, mandó a todo el mundo tranquilamente a casita.
Por las calles, todavía alguien comentó una hipotética confusión de Frank Camilo Morejón, al moverse entre almohadillas, en el noveno inning; que si fue un error ordenar el toque de bola, con Regueira al bate, y aún que el propio Morejón debió ser sustituido en el último turno ofensivo de Industriales, con los ángulos cuajados, ante el único aprieto del relevista Osmany Tamayo.
Industriales mereció ganar, y al cierre de esta página ambos contrincantes escribían otra página de su sempiterna rivalidad.