RÍO DE JANEIRO.— Este sábado, cuando todavía el sol ni calentaba por aquí, ya la gente se movía hacia Ríocentro para presenciar la final del balonmano femenino en los XV Juegos Panamericanos.
Así, los lugareños respondían a una campaña televisiva, que desde la noche anterior citaba a la torcida para apoyar a las «meninhas» en su partido frente a Cuba.
Y la movilización dio resultado, pues las brasileñas superaron a las criollas con amplia pizarra de 30-17, y se llevaron además la única plaza en litigio para los Juegos Olímpicos de 2008.
Pasó lo que se esperaba, pues las anfitrionas habían ganado en las dos ediciones anteriores de estos Juegos, y se prepararon con todo para obtener el tricampeonato. En cambio, las discípulas del técnico Senobio Maturell llegaron esta vez más lejos que nunca, pues su mejor actuación era el bronce alcanzado en Winnipeg 99, la única ocasión en que habían subido al podio.
De tal suerte, las cubanas tenían que jugar el partido de su vida para imponerse, pero era muy difícil para ellas controlar la ansiedad y los nervios en un escenario tan hostil.
Por su parte, los varones de la mayor de las Antillas sí quedaron por debajo de los cálculos, pues hoy discuten la medalla de bronce con Uruguay, cuando todos esperábamos verlos en la final frente a los brasileños.
Pero en el camino se nos atravesó Argentina, medallista de plata hace cuatro años en Santo Domingo, y nos ganó 30-29 en una semifinal de infarto, donde los nuestros fueron perdiendo combustible a medida que avanzaba el choque. Así, perdimos entre los dedos la posibilidad de pelear por el boleto olímpico, y rescatar el prestigio que antaño teníamos en el continente.
Se impone entonces dar vuelta a la página, y comenzar a escribir una nueva historia con letras mayúsculas.