Esto me ha hecho recordar los experimentos de Pavlov y sus perros, y viene con un video donde un bulldog con cara de no pocos amigos presiona insistentemente un timbre y no lo suelta hasta que le traen su merienda. Y ni piensen que tras tragar la porción de alimento deja tranquilo a su dueño. De inmediato vuelve a tocar la ruidosa campanilla para que le traigan más comida. Este sabe bien lo que hace y nunca va a morir de hambre.