Albert Buijtenhuis, un cocinero sudafricano que emigró junto a su esposa Marthie a Nueva Zelanda, vio revocada su visa de trabajo porque los oficiales de inmigración lo consideraron… muy gordo, cuando fue a renovar el permiso. Alegaron que no tenía «un estándar de salud aceptable», porque Albert pesaba 286 libras. A la insólita y discriminatoria medida de los funcionarios agregue que cuando el chef llegó a esa localidad en 2007 pesaba 360 libras. Lo irónico es que Nueva Zelanda tiene una de las mayores tasas de obesidad en adultos, el 30 por ciento de su población. ¿Los enviarán a todos al ostracismo?