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Cada generación se parece a su época

El cuerpo cultural de la nación tendrá que sumar siempre nuevas voces. Así lo asegura el joven periodista y escritor holguinero Erian Peña, al referirse al valor de la creación de las nuevas generaciones

Autor:

Jorge Fernández Pérez

 

HOLGUÍN.— Estar cerca de Erian Peña Pupo es un bálsamo para aquellos que anhelan el conocimiento y la solidez intelectual en una sola conversación. Periodista, escritor y, sobre todo, buen ser humano, este holguinero ha sabido labrarse un sitio en el panorama cultural de la Isla.

Bien sabe que Roma no se construyó en un día. Por eso el suyo ha sido, y es, un camino de renovación y evolución constante, que, entre avatares y satisfacciones, sortea obstáculos sin dejar de pensar. Tiene muy claro que la creación no puede detenerse, bajo ninguna circunstancia. 

—¿Cómo se produjo su acercamiento inicial a la literatura y el periodismo? 

—De niño leí libros, revistas y periódicos diversos. Todo lo que caía en mis manos. No tuve una educación literaria acorde a la edad ni casas de cultura o sitios similares cercanos que estimularan mi interés por la literatura, salvo algunos familiares que poseían revistas y libros.

«¿Recuerdos de esos años primeros relacionados con la literatura? Cuando me sumergí, sin conciencia de lo que leía, en las páginas de una Biblia en casa de mis abuelos paternos y quedé fascinado con el Viejo Testamento.

«No soy un escritor de oficio, si pudiéramos utilizar ese término. O sea, no trabajo con la constancia que otros amigos lo hacen, proyectando metas y horas de trabajo al día, al mes o al año. 

Ahí es donde influye mucho dedicarse al periodismo, cuya materia prima es la palabra. 

«Tampoco es que sea un escritor circunstancial. Mis libros han sido escritos, salvo el ensayo, que lleva una constancia en la investigación, a lo largo de un tiempo no corto y con textos de diferentes años.

«En cambio, mi noveleta infantil Nomeolvides, publicada por Ediciones Luminaria, en Sancti Spíritus, fue escrita casi de una vez, a partir de un impulso y de una imagen que vi en un pueblo holguinero con un central hoy en ruinas y una vida “detenida” y, por tanto, con la tristeza y melancolía en sus habitantes». 

—Muchas de sus obras han recibido recono-

cimientos recientes, como el Premio Calendario 2025 por Aquel verano en Woodstock. ¿Cómo ha evolucionado su escritura a través de los géneros y las experiencias literarias?

—Creo que toda escritura es evolución, como evoluciona el propio autor. Cambian las experiencias, las influencias, las lecturas; cambian las circunstancias de vida y adquieres otras maneras de mirar y prioridades. 

«Lo primero que publiqué fue poesía, y si hablamos de evolución, por ejemplo, nada tiene que ver conmigo ya aquel libro, Puertas para huir de la casa, publicado cuando estudiaba en

la universidad. Lejos está de mí. Del yo actual. Pero me representa en esos años lo que fui. Y cumplió su función, abrió sus puertas. 

«Los poemas más recientes se alejan en buena medida, aunque siempre existan sus hilos conductores, como mi poemario de Ediciones La Luz Hojarasca de las formas. Los cuentos del libro del Calendario, otro ejemplo, fueron escritos en diferentes períodos».

—Usted es a la vez periodista y escritor. ¿Cómo dialogan o se retroalimentan estos dos oficios en su día a día?

—Los que hacemos periodismo y literatura trabajamos con la misma materia: las palabras. Corremos sus riesgos. Son lenguajes distintos, pero con demasiados lazos en común. El primero, en su faceta más informativa, es más inmediato y circunstancial, pero donde es posible y necesario el lenguaje literario y sus posibilidades. 

«Puedo estar tiempo sin escribir literatura, aunque me siga rodeando en todo momento y moviendo las estructuras de mi cotidianidad y no deje de apuntar versos, ideas o tomar notas. No sé si es la llamada musa o algún impulso, pero la escritura puede llegar como un aluvión de primavera. 

«El periodismo, por su parte, es una práctica más frecuente en mi escritura y de la que, a veces, quisiera desprenderme. Ahí no hay musa, sino oficio, olfato y táctica. Es una de las maneras de ganarme la vida, pero he tratado, en busca de la especialización, de realizar cada vez menos periodismo diarista.

«Me interesa la entrevista, el artículo y la crítica de arte, donde el diálogo entre periodismo y literatura es mucho más fecundo. Tiene sus ventajas y sus riesgos. Es difícil llevar ambas en un día a día, porque la literatura puede ser arisca o tener jornadas de una plenitud asombrosa, pero al menos se intenta».

—¿Qué peligros y oportunidades percibe en la hibridación entre ambos lenguajes para quien se forma hoy en Cuba?

—Hay que saber deslindarlos y para intentar hacerlo tienes que conocer ambos lenguajes. Ser consumidor, sobre todo, de buen periodismo y buena literatura. Tarea ardua, pero se logra si olfateas la hojarasca, que suele sumergirnos en su marasmo, y rehúyes. 

«No es una fórmula ni una camisa de fuerza. Ni todos tienen que ponerla en práctica. Si se sabe manejar, las posibilidades son muchas. El lector lo agradecerá. Tú te lo agradecerás. Hay quienes tienen la habilidad del dominio del periodismo en su amplitud y lo hacen con una facilidad natural. 

«Pero cuidado, aunque veamos ejemplos aplaudidos por doquier, ni la palabrería hueca ni “bonita”, con derroche de almíbar en tiempo de ausencia de azúcar, son ejemplos de periodismo literario. A veces ni de periodismo. Escribir bonito no tiene nada que ver con el periodismo literario, que puede ser descarnado, cruel, como la literatura y la vida misma».

—La AHS ha sido decisiva en la promoción de su obra ¿Qué significa para usted esta Asociación?

—Mi vínculo más activo con la AHS es a través de Ediciones La Luz. A veces, muchos amigos creen que soy parte de la plantilla de la editorial. Le debo mucho, así que estaré levantando, agradecido siempre de la palmatoria de La Luz, que ha alumbrado a tantos jóvenes escritores. 

—¿Cómo equilibra el trabajo educativo con la producción intelectual y creativa?

—Es, sin dudas, una tarea ardua mantener ese equilibrio, pero me gusta la docencia, la disfruto. Tanto en las aulas de la filial de la Universidad de las Artes en Holguín, como en las de Periodismo de la Universidad de Holguín. 

«Es un ejercicio diario de aprendizaje y conlleva revisitar lo que sabes, a actualizarte, superarte. También es sedimento de la creación artística y literaria».

—En un contexto de crisis y transformación social, ¿cuál es el futuro posible (y deseable) para las nuevas generaciones de artistas y escritores en el país?

—Deseable, sin ponerme en plan visionario ni con capacidad de predecir nada, es que en cualquier momento, lugar o circunstancias sigan creando. El cuerpo cultural de la nación tiene que sumar nuevas voces. 

«Que nada ni nadie limite esas posibilidades de creación en libertad. Cada generación se parecerá, por tanto, a su época. Será espejo de ella. “Uno escribe un poema y no sucede nada, piensas y sigues, sigues tecleando”. Este es un verso de mi poemario Palabras de canje algo optimista, aunque no lo parezca. 

«Si la época se envilece más, que siga ardiendo la palmatoria de los primeros días. En resumen, que las nuevas generaciones sigan tecleando, a su forma, para que germine el poema».



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