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La «emperatriz de los papeles secundarios» conquista la Berlinale

En el 75mo. Festival Internacional de Cine de Berlín, que se celebrará del 13 al 23 de febrero próximo, estará la destacada actriz cubana Miriam Socarrás, quien confiesa que este «es un regalo que la vida me ha dado, ya octogenaria, cuando las oportunidades para los actores son cada vez más escasas»

Autor:

Félix A. Correa Álvarez

 

Miriam Socarrás forma parte del elenco de la película brasileña O Último Azul (título internacional: The Blue Trail), dirigida por Gabriel Mascaro, que competirá en la sección oficial del 75mo. Festival Internacional de Cine de Berlín, que se celebrará del 13 al 23 de febrero próximo. En ese filme, la destacada actriz cubana comparte pantalla con reconocidos actores como Denise Weinberg y Rodrigo Santoro.

Para Socarrás, esta oportunidad es un acontecimiento inesperado y profundamente emotivo. «Soy una persona que anhela y sueña con lo que sé que es posible lograr. Como actriz de reparto del cine cubano, jamás había imaginado algo tan grande, tan importante y tan distante de mi vida», confesó en entrevista exclusiva con Juventud Rebelde.

«Voy a participar en uno de los festivales más importantes del mundo, y todavía no lo puedo creer. Es un regalo que la vida me ha dado, ya octogenaria, cuando las oportunidades para los actores son cada vez más escasas», asegura esta mujer, quien en O Último Azul interpreta el personaje de Roberta, «una mujer muy dura, que no puede pisar tierra y vive en su barco.

«Es una mujer ilegal, siempre huyendo, y extremadamente solitaria. No puedo revelar más detalles, tendrán que ver la película. Solo puedo decir que disfruté al máximo interpretarla y que este papel es muy diferente a todo lo que había hecho antes en el cine».

—¿Cómo recibió la noticia de que O Último Azul competiría por el Oso de Oro?

—Cuando recibí la noticia de que O Último Azul había sido nominada al Oso de Oro, sentí una alegría inmensa. Es un honor que una película en la que participé sea reconocida en un evento tan prestigioso como la Berlinale. Pero lo que nunca imaginé fue que yo también estaría allí, formando parte de esa experiencia.

«Cuando me confirmaron que viajaría al festival, no podía creerlo. Fue algo increíble, inesperado, como un regalo que la vida me tenía reservado. A mi edad, uno piensa que ya ha vivido todo, que los grandes momentos han pasado, y de pronto llega esto. No solo es una alegría personal, sino también un orgullo poder representar al cine cubano en un escenario internacional tan importante».

—Después de tantos años de carrera, ¿cómo se siente al representar a Cuba en una producción brasileña en un festival tan prestigioso?

—Representar a Cuba me llena de orgullo porque soy cubana como las palmas. Aunque no tomo café, llevo en mí la esencia de esta tierra. Ser cubana es un sentimiento profundo, y poder llevar ese espíritu a un escenario internacional es un honor inmenso. Saber que mi participación en O Último Azul lleva un pedacito de Cuba a un evento tan prestigioso me llena de emoción y gratitud.

«Nunca antes había tenido esta oportunidad. Es como una pequeña herida, una cicatriz que queda, pero, como buena cubana, me lo tomo con humor, porque a estas alturas de la vida, pocas cosas me afectan demasiado. Para mí, lo más importante es el respeto y la admiración del público, y eso lo tengo a montones. Me divierte mucho cuando la gente me reconoce en la calle, me dice cosas bonitas y quiere hacerse fotos conmigo, sobre todo los jóvenes. Esa es la gente cubana. Ese es el público cubano: sincero, directo, crítico. Si algo les gusta, te lo dicen; si no, también. Y por eso los quiero tanto».

—¿Cómo fue la experiencia de rodar en un entorno tan desafiante como la Amazonía?

—Filmar en la Amazonía brasileña fue adentrarme en un mundo subyugante, diferente y desconocido. Desde el primer momento supe que sería un reto, pero lo asumí con la frescura y el entusiasmo que me caracterizan. Antes de viajar, me preguntaron si tenía problemas de movilidad. Yo, que no soy ajena a los desafíos, envié una foto montada a caballo en casa de una amiga. Claro, lo difícil no fue subirme, sino bajarme después —se ríe—.

«Nunca he sido de marearme. He estado en veleros en Mallorca, me he sumergido en el mar, y jamás sentí vértigo ni malestar. En el río tampoco lo sentí. Me preparé para manejar un barco enorme, un ejercicio que requería más esfuerzo físico del que imaginaba. Girar el timón demandaba una fuerza tremenda, pero todo esfuerzo valió la pena. 

«La Amazonía es un remanso de paz. El río fluye con calma, sin el estruendo del mar. Al acercarte a la orilla, el paisaje se vuelve fascinante: casas flotantes adornadas con plantas robustas; el desplazamiento de los niños en canoas de una casa a otra, con la naturalidad de quien camina por una calle; una llovizna finísima, como alfileres diminutos, que caía casi imperceptible; la calidez de su gente; el misterio de la selva y las fascinantes criaturas que se ocultan bajo las aguas del Amazonas. Todo eso me hizo valorar la vida desde otra perspectiva, entender que la felicidad existe en cualquier rincón del mundo, incluso en los más alejados del nuestro. 

«Soy una mujer hiperactiva, pero allí encontré calma. La Amazonía me regaló un tiempo de introspección y conexión con la naturaleza. En medio de la tranquilidad del río, entendí que, a pesar del estrés de las grandes ciudades y del ritmo agitado de la vida, siempre hay lugares donde la paz sigue reinando. Y ese, sin duda, es uno de ellos».

—¿Qué le atrajo del cine brasileño y de la visión de Gabriel Mascaro como director?

—El cine brasileño siempre me ha gustado mucho. Los cubanos sentimos una conexión cercana con el cine brasileño, de la misma manera que nos gustan tanto sus telenovelas. La forma en que hacen cine me parece muy interesante y atractivo, además de que Brasil tiene grandes cineastas y actores.

«Gabriel, el director, es una persona muy segura de sí misma. Siempre tenía claro lo que quería hacer. A mí, personalmente, me preparó con una coach, que fue la que me ayudó a trabajar las escenas mucho antes de conocerlo. Cuando nos conocimos, empezaron los ensayos y fue una experiencia muy buena y útil para mí. Los ensayos son fundamentales porque, cuando llegas al rodaje, ya tienes las escenas maduras, sabes lo que quieres transmitir. 

«Gabriel tiene un enfoque muy directo. A pesar de los diferentes planos que se tenían que repetir, lograba que las escenas salieran rápido. En este tipo de rodajes, los planos largos no son infrecuentes, pero la atención a los detalles era minuciosa. Gabriel es una persona que mantiene la calma en todo momento. No se irrita, tiene una dulzura constante y eso es muy importante para cualquier actor. Siempre estaba relajado y lleno de alegría. 

«Lo más importante para mí como actriz es trabajar con un director que sepa lo que quiere y, al mismo tiempo, te permita aportar pequeños detalles, como una expresión o un movimiento. Gabriel siempre estuvo dispuesto a escuchar y dar espacio para esos aportes. Hay directores que no permiten eso, pero él sí».

—¿Qué espera que el público y los críticos se lleven de O Último Azul?

—Siento que he trabajado en un guion tan sólido, tan contemporáneo, tan representativo de estos tiempos tan complejos a nivel mundial, que las personas amantes de la paz, la libertad y el respeto al prójimo se sentirán profundamente identificadas con esta película».

La participación de O Último Azul en la Berlinale 2025 marca la primera vez desde 2020 que una producción brasileña compite por el Oso de Oro. El estreno mundial de la película está programado para el festival, y se espera que llegue a los cines brasileños más adelante en el año. 

Socarrás, quien una vez fue llamada «la emperatriz de los papeles secundarios» ha demostrado a lo largo de su carrera que no existen papeles pequeños, sino actores que saben engrandecerlos. Su talento ha dado vida a personajes que, aunque a la sombra del protagonismo, han dejado una huella imborrable en la memoria del cine cubano.

Su participación en la Berlinale 2025 es prueba de que el talento y la pasión no entienden de edades ni etiquetas, sino de compromiso con el arte. Con su presencia en Berlín, la actriz cubana no solo lleva consigo el orgullo de su país, sino también la esperanza de que la madurez artística siga teniendo un espacio en el cine internacional.

Descubriendo O Último Azul

La trama de O Último Azul se desarrolla en una Amazonia distópica, donde Tereza (interpretada por Weinberg), una mujer de 77 años, es obligada a trasladarse a una colonia habitacional para ancianos debido a una política gubernamental que busca permitir que la juventud produzca sin preocuparse por los más viejos. Antes de su exilio, Tereza emprende una travesía desafiante por la selva, que Mascaro describe como «un canto a la dignidad y la memoria en tiempos de olvido».

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