Jesús Orta Ruiz. Autor: JAPE Publicado: 16/01/2025 | 08:51 pm
«El reír es necesario para vivir, aún, en los momentos más trágicos».
Alguien me preguntó por qué incluía a Naborí en Los Regañones, si no era periodista, ni humorista gráfico o literario… Pensé en decirle aquella frase que patentizó el inmenso Enrique Arredondo, cuando con natural simpatía se lamentaba: «¡Y que todavía haya hombres que se levanten a las tres de la mañana y vayan a ordeñar una vaca, para que este energúmeno se tome la leche!». No dije nada. Solo sonreí y lo convidé a que no dejara de leer el próximo número de esta sección.
Jesús Orta Ruiz nació en San Miguel del Padrón, La Habana, el 30 de septiembre de 1922, y nos dijo adiós el 30 de diciembre de 2005. Conocido como el Indio Naborí, entre otros muchos oficios fue periodista, escritor, ensayista e investigador del folclor campesino. Merecedor del Premio Nacional de Literatura 1995, Premio de la Crítica Literaria 1996 y la Distinción por la Cultura Nacional en 1981… por solo citar algunos de los muchos galardones que recibió.
Fue autor de una vasta obra literaria en verso y prosa, destacado poeta y decimista, de gran popularidad en Cuba y otras regiones del planeta. Pero no diré más. Para hablar de su intensa y profunda entrega al humor desde su obra, les propongo un fragmento del texto Un periodismo de humor. Prólogo del libro Epigramas de Juan Claro, con presentación y selección de la Máster en Ciencias de la Educación e investigadora María Eugenia Azcuy Rodríguez, más conocida por Maruly, quien trabajó junto al Indio Naborí desde 1997 hasta su fallecimiento.
«El tema del humor no ha estado presente en sus biografías publicadas hasta ahora. Sin embargo, su trayectoria humorística se remonta a 1946, cuando empezó a trabajar en el programa radial Dímelo cantando. Sus obras iniciales se titularon Mi suegra Doña Glaudiosa y La vieja de Caimito. Ambas se hicieron populares, aunque algunos cantantes la atribuyeron erróneamente a otros autores.
«En 1961, se crea el semanario Palante y Palante y es solicitado para atender la página campesina a solo dos meses de creado este semanario, la sección tomó el nombre de Dímelo cantando.
«A finales de 1962, otras responsabilidades le robaron al periodismo de humor su presencia durante algún tiempo. En 1965, crea una sección en el semanario Palante, titulada Vivimos en Campo Alegre.
«Prosigue su labor, aglutina los esfuerzos de otros humoristas consagrados como Chanito Isidrón y Samuel Feijóo para obtener cada semana composiciones que respondían al reto de Póngale el último consonante, y a las cuales también tributaba con su talento. En esta nueva etapa que se extendió hasta 1967, su aporte más significativo fue la publicación sistemática de cuentos humorísticos de temas campesinos.
«Tras varios lustros relativamente alejado, regresa a Palante en la edición del 30 de marzo de 1987 y se hace cargo otra vez de la sección campesina que retoma el nombre de Dímelo cantando. Como en los viejos tiempos las páginas se colman de risa con sus ya famosos epigramas firmados por Juan Claro y otros seudónimos como Guachinango, El Criollo, El Clarín de los Zapotes, Martín de la Hoz, Nidio Ribona, El Pícaro Madrileño, S. Jeor y Jerónimo Ruiz.
«Palante entonces, con sus 250 000 ejemplares semanales, llegaba a los más apartados rincones de nuestros campos. Dímelo cantando tenía gran popularidad y se recibían decenas de cartas respondiendo a los temas dados. Pese a que ya su vista iba disminuyendo, hizo esfuerzos por mantener su presencia en la sección hasta abril de 1991».
Para acercarnos a otras de las facetas de nuestro invitado haré referencia a un fragmento del artículo publicado por el escritor, poeta, narrador, ensayista y profesor universitario Fidel Antonio Orta, en La jiribilla, el 29 de diciembre de 2023, al que tituló El Indio Naborí y su huella en el periodismo.
«Existe un Indio Naborí menos conocido, ese que también nos dejó una importante huella en la promoción cultural, la investigación folclórica (ensayo) y el periodismo. Y es precisamente en el periodismo donde yo quiero detenerme unos minutos, entre otras cosas, porque comenzó a ejercerlo desde que tenía 24 años de edad. En las páginas del periódico Cooperación (Guanabacoa, La Habana, 1946) fue donde aparecieron sus primeros artículos, interactuando al mismo tiempo con otros colaboradores de indudable valía: Mario Rodríguez Alemán, Cleva Solís y Adolfo Menéndez Alberdi, colegas de oficio que para siempre estarían ligados al joven que ese mismo año publicaría su primer libro de poemas: Guardarraya sonora.
«Ya en ese momento el Indio Naborí era un ídolo en el mundo de la poesía oral improvisada, lo que ahora me lleva a resaltar un detalle de sumo interés: el Indio Naborí periodista y el Indio Naborí de verso escrito nacieron juntos. ¿Qué factor propició aquella inusitada conjunción? ¿estudios de rigor? ¿madurez literaria?, o ¿fue acaso un supremo empeño de superación personal? Aquí se aprecia un todo incluido, algo que después le permitiría el acercamiento a cinco publicaciones nacionales: Dependientes, Hoy domingo, El país gráfico, Bohemia y Carteles».
Espero que la duda de mi amigo, y de mucha gente, sobre este gigante del verso y la prosa, haya quedado disipada, y espero también que los lecheros se sigan levantando a las tres de la mañana.
Modelo de secretaria
Mi secretaria María
no usaba comas ni puntos,
yo dictaba los asuntos,
y ella me los escribía.
Recuerdo que cierto día
escribió remos por ramos,
confundió trinos con tramos,
Petra Pons con piedra pómez;
yo le dije Lucas Gómez,
y ella escribió Laca Gamos.
Demasiado tarde
Con Juana, Quero Baró
—un anciano de Árbol Seco—
quiso bailar el muñeco,
y el muñeco no bailó.
Juana molesta salió
a buscar la guagua, y Quero
la siguió. Frente a un letrero
gritó: «¡Mira la parada!»,
y ella respondió calmada:
«¿Ahora, para qué la quiero?».
Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí)
Del volumen
Epigramas de Juan Claro
Editoral Sanlope, Las Tunas 2004.