La cultura es la patria porque define quiénes somos y hacia dónde vamos. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 28/10/2024 | 07:09 pm
Caminaba junto a la amiga Helena Farfán por la calle San José, de la añeja villa del Yayabo, cuando, sin imaginarlo, firmó su aprobación para convertirse en espirituano.
—«¡Esa es la Loma del Obispo!»—, lanzó de forma espontánea, al sentir que la imagen de una de las elevaciones que escolta a la urbe, más que el aliento, le robaba un fragmento de adentro.
—«¿Y cómo tú sabes eso, si no te lo he mencionado?»—, respondió ella con la sorpresa colgada en cada vocablo.
Para ese entonces, Carlo Figueroa Crespo, hijo de Colón, en Matanzas, se había leído cuantos libros había encontrado sobre la historia de la cuarta villa de Cuba.
«Me había preparado para lo que me iba a enfrentar. Además, conocía a varias personas porque, con anterioridad, de 1999 a 2002, había trabajado en el Departamento Informativo de Radio Sancti Spíritus, donde viví experiencias como la evacuación de la cabecera municipal de Jatibonico cuando el peligro de la presa Lebrije, y actividades culturales, eventos… Pero sí fue difícil para este entonces forastero».
¡Y le creo! Mas, de aquí se fue en ese primer momento con un premiado radiodocumental donde demostró que la historia de la Radio Cubana no está totalmente escrita. Le presentó al mundo a Frank Howard Jones, el norteamericano protagonista de la primera transmisión radial de onda corta con carácter experimental hecha en Cuba en la lejana fecha de 1912, desde el poblado taguasquense de Tuinucú.
Luego de otra estancia habanera plantó banderas definitivamente en Sancti Spíritus, tras años de dar el «de pie» a casi toda Cuba como voz insigne de Haciendo radio, programa de Radio Rebelde, y otros espacios, tanto en ese medio como en la televisión, así como firmar unos cuantos textos escritos desde la capital.
Sin tiempo que perder, el jovencito que creció entre libros y en las cabinas de Radio Llanura de Colón llenó un día de 1993 las maletas e ingresó en la lista de la primera matrícula de la carrera de Dirección de Cine, Radio y Televisión, en la Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca), en La Habana.
«Tuve la suerte de tener diferentes profesores que son íconos en sus especialidades. Eso me abrió las puertas de un mundo fascinante. A eso se le sumó el contar con compañeros de aula como Orlando Cruzata, Rudy Mora y otros tantos que ya no están en Cuba. Iniciamos 44, y solo cuatro no residíamos en La Habana. Nos llamábamos CPA: Cooperativa de producción artística, por ser los guajiros. Hoy nos llevamos muy bien. Ya luego, el propio contexto de los años 90 me hizo mudarme para la capital, donde estuve hasta que definitivamente llegué a Sancti Spíritus».
—¿Ser un hombre de la cultura fue la razón por la que hoy en esta provincia se visibiliza un símbolo que le da la vuelta al mundo?
—Los inicios del proyecto La Guayabera fueron un juego. En ese entonces me parecía que Sancti Spíritus era el lugar más aburrido del mundo. Tanto así, que reconsideré volver a La Habana o irme para Matanzas. También, sentí que la gente de aquí estaba necesitada de espacios, de lo espiritual, de eso que le llaman espirituanidad. Por tanto, hacía falta reanimar la ciudad.
«Fue así que surgió el proyecto: después de haber movido toda la vida de las instituciones, nos fuimos al barrio de Jesús María, uno de los más longevos de la villa. Obtuvimos entonces el premio Cieric-Uneac y Cosude, en 2009.
«Luego de mucho trabajo en la comunidad y contar con unas cuantas piezas donadas a la colección de guayaberas (la más grande hoy de que se tiene referencias en el mundo), en 2010 el entonces Primer Secretario del Partido en la provincia me comunicó que se nos entregaría como sede la Quinta Santa Elena. Recuerdo que me dijo “para que hagas un Mejunje”, y le respondí que no, que eso lo ya lo tenía Santa Clara».
Debió esperar dos años Carlo Figueroa, y parte del equipo que le seguía desde los inicios, para acondicionar la institución, erguida en una de las riberas del río Yayabo. Hasta que el 4 de junio de 2012 abrió sus puertas con la exhibición de prendas de personalidades de la política y la cultura de Cuba, el mundo y Sancti Spíritus.
«También rompimos con lo existente hasta ese momento. Entramos como un proyecto de iniciativa municipal para el desarrollo local. Pocos no entendían cómo vincular cultura con economía. Siempre ser los primeros en algo resulta más complejo».
No necesitó mucho tiempo para que la casona se convirtiera en la institución cultural de referencia en el sector de la cultura espirituana. Sus salones y áreas han sido testigo de eventos como la Feria tecnológica, el Encuentro Vida Cultural y Desarrollo Local y conciertos de lo mejor de nuestra música, como la Orquesta Failde y Omara Portuondo, Ivette Cepeda, Raúl Paz y Juego de manos. Una dinámica de trabajo que no entiende de tiempos muertos, gracias al empuje de quien es miembro de la Uneac desde 1997.
Entre sus muchos reconocimientos, guarda con orgullo cuando tomó en sus manos el premio Excelencias del Arte, en 2019, otorgado al proyecto La Guayabera.
—Desde tu experticia en el universo comunicativo, ¿cómo la intelectualidad cubana puede enfrentar la colonización cultural en el escenario digital, donde confluimos prácticamente todas las generaciones?
—Lo primero es ser muy honestos y francos con nuestras realidades. La colonización cultural existe en muchos escenarios y es algo que nos lacera todos los días. Estamos geopolíticamente ubicados frente al mayor símbolo de la colonización universal, Estados Unidos, y eso nos hace mucho daño. Contrarrestar sus laceraciones a nuestra identidad solo es posible con la resistencia: la resistencia de no dejar perder los valores de nuestra riqueza cultural.
«Nuestro pueblo ha demostrado, a pesar de todas las adversidades, que se identifica con su cultura e identidad. Por ejemplo, cuánto no se hace por mantener a la Parranda Típica Espirituana, con más de cien años, el Coro de clave, igual centenario, y los tríos, casi a punto de desaparecer, aun cuando están subvencionados por el propio Estado.
«En Cuba se reconoce la cultura como un derecho de todos y eso es una garantía para la propia creación, conservación y protección de nuestro patrimonio. Pero hay que visibilizarlo».
Convencido que la cultura es lo primero que hay que salvar, Figueroa Crespo, el mismo que hace suyo el éter radial espirituano a las siete de la noche de lunes a viernes desde el programa La otra esquina, aceptó la propuesta de gran parte de la membresía del Comité provincial de la Uneac: ser su presidente.
«Uno de los mayores problemas que quizá haya tenido la organización en nuestro territorio es no haber llegado a todas partes. Nos corresponde estar donde estén nuestros miembros. También, es nuestra responsabilidad acompañar, asesorar a quienes lideran otros procesos de la sociedad. Y, con unidad, estrechar alianzas con el resto de las organizaciones de la sociedad civil, como la Unión de Periodistas de Cuba y la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales».
—¿Qué significa para Carlo la frase la Cultura es la Patria, base de los debates del 10mo. Congreso de la Uneac?
—Todo. Lo que no puede convertirse en lema. La cultura es la patria porque define quiénes somos y hacia dónde vamos. Nos convoca a seguir en la batalla de la gestión cultural y de la defensa de la identidad nacional. Si como organización y como parte de la sociedad cubana no tenemos claro eso, y que también es decir que la cultura es la Revolución Cubana porque nos mostró el camino, nos dio la luz, entonces estamos en muy mala posición.