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Un estado inalterable de inspiración

La experiencia de trabajar para la radio y la televisión en programas musicales durante más de 40 años, otorga la certeza de poder evaluar de manera adecuada lo verdaderamente bueno en esta manifestación del arte

Autor:

Guille Vilar

La experiencia de trabajar para la radio y la televisión en programas musicales durante más de 40 años, otorga la certeza de poder evaluar de manera adecuada lo verdaderamente bueno en esta manifestación del arte. Independientemente de que tengamos la obligación de señalar elogios por respeto a la profesión, en realidad nos estamos refiriendo a la necesidad de recorrer este camino ya validado, en el combate contra la vulgaridad y la mediocridad.

Si toda esa energía que hemos desplegado en criticar propuestas musicales que de seguro serán condenadas al olvido, la empleáramos mejor en divulgar aquellas obras que bien por el talento o por el buen gusto que las distingue, han marcado una huella duradera, entonces estaremos en las condiciones requeridas para ganar la batalla por el crecimiento espiritual de nuestros oyentes.

Cualquier persona que pretenda seriamente alcanzar un determinado nivel de popularidad, sabe que este no se consigue inundando la ciudad de afiches o por la imposición de su música tanto en la programación radial como en la televisiva. Si no avalamos la presencia de una indiscutible calidad artística que respalde al intérprete y a su obra, semejante castillo de naipes se desmorona ante el poder real de la belleza cuando esta se encuentra hecha canción.

Precisamente, esa sensación de plenitud que nos produce la música, aparece contenida en la más reciente obra discográfica del trovador Amaury Pérez titulada Amaury. Los dúos: Episodios 1 y 2, para el sello Colibrí. Obviamente, no hacemos referencia a una festinada recopilación de los dúos que ha realizado Amaury a lo largo de su carrera, toda vez que se trata de un compendio de magníficas composiciones, mayormente suyas y que ha decidido compartirlas con otros intérpretes de elevado rango profesional que conforman el patrimonio de la nación cubana.

Por lo tanto, el calado que deja en nosotros la escucha del Episodio 1, provoca una profunda satisfacción, que nos hace difícil elegir de entre todas, la canción preferida. Si en primera instancia, los que optan fascinados, votar por el encanto que desborda el dúo de Amaury con Anabell López en la canción Pídeme, al asumir la elegante sobriedad del tema Ya lo ves junto a Miriam Ramos, entonces ruegan como si pudieran otorgarse más de dos medallas de oro hasta que aparece la inefable Liuba Maria Hevia en Sé feliz, para hacernos comprender que se trata de una concatenación de 11 joyas de la canción cubana.

Fe de ello confirman, además, la inevitable nostalgia que nos evoca el dúo de Amaury con Sara González en La Guitarra, el movido tema Por si acaso con Isaac Delgado o el extraordinario arreglo que reviste al dúo con Silvio Rodríguez en Arrorró. Es tal la acogida de semejantes temas concebidos en el 2006, que ya desde el 2012 hasta incluso en el año en curso, Amaury realiza una nueva recopilación de sus dúos, la que ahora aparece en el disco Episodio 2 del álbum Los dúos.

Aquí, de nuevo, la jerarquía artística es una condición sine qua non del reconocido cantautor para hacer un trabajo compartido que en el caso de Omara Portuondo y Alexander Abreu, inician el fonograma con una versión del tema Con dos que se quieran. Otros éxitos de Amaury como Quédate como nunca y Te esperaré son interpretados por personalidades de referencia cualitativa como Luna Manzanares y el dúo Buena Fe, respectivamente.

No obstante, nos parece excepcional el arreglo concebido entre Juan Manuel Ceruto y Esteban Puebla para que Amaury pueda compartir nada menos que el clásico Hermosa Habana de Rolando Vergara en la versión original de Los Zafiros, como también nos pasa en el dúo con Basilio Repilado para interpretar When october goes, tema del cantante Barry Manilow que es abordado en el estilo más ortodoxo que identifica al sello del popular intérprete norteamericano.

No se puede poner en dudas que, para la realización del álbum en cuestión, el protagonista principal se haya hecho acompañar de lo que se pudiera considerar un equipo de Todos Estrellas. Comencemos por los relevantes arreglos de Juan Manuel Ceruto, Esteban Puebla y Silvio Rodríguez para ser matizados por la excelente masterización de Orestes Águila. Para continuar en esta línea, no por gusto el trovador requiere una vez más del experimentado diseñador Juan Carlos Viera, quien con el material aportado por un elogiado fotógrafo como Alejandro Azcuy, entre ambos consiguen alcanzar un exquisito acabado en la gráfica del mencionado disco.

Lamentablemente, en la actualidad somos testigos de una marcada tendencia a nivel global en hacer primar por encima de lo artístico todo aquello que sea superficial y frívolo en el terreno de la cultura. Ahora como nunca antes, la aparición de un nuevo disco no solo representa el reservorio de lo más reciente en la obra de determinado intérprete, sino que además tiene la oportunidad de convertirse en el vibrante reclamo al derecho que tiene el ser humano de disfrutar de la belleza en el arte como lo ha conseguido este nuevo disco de Amaury.

El creador nos demuestra una vez más que es de los que no quieren ni pueden detenerse, pues como se plasma en la foto de la carátula, su creatividad se encuentra en un estado inalterable de inspiración, como lo es el transcurso de una estación para la otra.

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