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Pequeños símbolos, grandes impactos

Comenzaron como una serie de 176 íconos simples, diseñados para mejorar la comunicación en los mensajes de texto. Hoy existen miles de emojis que abarcan una amplia gama de emociones, objetos y conceptos

 

Autor:

Laura Fajardo Mastache

Cuando las palabras se quedan cortas y la distancia nos impide expresarnos con acciones, las caritas en nuestro teclado son una vasta herramienta para una mejor comunicación digital, pues añaden un toque de sentimiento, contexto e, incluso definen el tono de la conversación.

Desde su creación, en el Japón de 1999, los emojis han recorrido un largo camino, transformando la manera en que conectamos y enunciamos emociones complejas en línea. El 17 de julio celebramos su día internacional, fecha que nos exhorta a reconocer el impacto y la universalidad de estos pequeños símbolos en nuestra interacción diaria.

Comenzaron como una serie de 176 íconos simples, diseñados para mejorar la comunicación en los mensajes de texto. Hoy existen miles de emojis que abarcan una amplia gama de emociones, objetos y conceptos.

El continuo esfuerzo de sus creadores por ser más inclusivos permite que representen mejor la diversidad de géneros, razas, orientaciones sexuales y capacidades inherentes a la humanidad; cambios que han sido bien recibidos por el público en línea.

A su vez, han roto barreras generacionales y culturales, pues conforman un lenguaje visual comprendido por personas de todas las edades y orígenes. Sin embargo, también han llevado a algunos expertos a cuestionarse el impacto de esa simplificación de los idiomas y la posible pérdida de habilidades de comunicación más profundas.

Aun así, su influencia en la cultura y la sociedad es innegable, por la manera en que cambian los matices y trascienden las barreras del lenguaje de cada país para hacer posible el entendimiento, como si de una lengua en común se tratara.

Su avance les ha propiciado convertirse en una parte integral de muchos individuos. Tanto es así, que a menudo da trabajo buscar la palabra adecuada en una conversación porque sabes que siempre hay un emoji para representarlo mejor. Incluso podemos sentir que alguien es raro o demasiado serio si no los utiliza.

Esta dependencia puede sugerir cierta pereza a la hora de conversar en las redes, por lo que la preocupación de los lingüistas por el posible deterioro del lenguaje se acrecienta, y con razón. La solución a sus preocupaciones probablemente se encuentra en algún punto intermedio, donde se complemente lo gráfico con el lenguaje escrito sin llegar a remplazarlo por completo, como es lógico.

Es importante esclarecer que, aunque la mayoría poseen ese carácter de universalidad, algunas expresiones pueden confundirse en su significado según el conocimiento previo de cada interlocutor digital.

Aun así, el futuro para los emojis parece prometedor, debido a nuevas formas y tecnologías emergentes que podrían transformar aún más su uso. La realidad aumentada y la inteligencia artificial podrían integrarse, creando experiencias de comunicación inmersivas y personalizadas al alcance de tu teclado.

No obstante, debemos asegurarnos de que no remplacen la riqueza del lenguaje escrito y hablado y se mantengan como un complemento, en especial en las generaciones de nativos tecnológicos, para que nunca pierdan de vista —entre tantas expresiones y gestos— la profundidad de las interacciones humanas.

La tecnología tiene un innegable poder de cambio, muchas veces sin retroceso, como ha sido comprobado a lo largo de la historia humana. De ahí nuestro llamado a celar nuestras identidades culturales, de las cuales son reflejos los idiomas. Los emojis son una herramienta para enriquecer nuestra interacción, no para remplazar la profundidad y belleza de nuestros idiomas y tradiciones verbales.

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