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Calendario luminoso y esperanzador (I)

La tercera temporada verá la luz este domingo. Con los nuevos capítulos se sellarán las historias de un peculiar grupo de adolescentes y su profe de Español y Literatura. Sobre las peculiaridades de esta última entrega comenta su directora, Magda González Grau, y el guionista, Amílcar Salatti

Autor:

Jordanis Guzmán Rodríguez

Es inevitable para los amantes de nuestra televisión sentir la proximidad de la tercera y última temporada de una de las series más exitosas y mejor ejecutadas de los últimos tiempos.

Calendario regresa este domingo, y lo hace con la fuerza de sus planteamientos y el encanto de unos personajes que han crecido junto a nosotros para ser el reflejo de esta compleja sociedad, pletórica de retos y colmada de esperanzas.

El primer episodio de esta temporada conclusiva pudo ser apreciado por el público el pasado martes 20 de febrero en la sala 1 del Multicine Infanta. La contundencia narrativa que caracteriza la obra de Amílcar Salatti nos conectó de inmediato con los nuevos dilemas personales y profesionales de la profe Amalia, y las no menos importantes vidas de sus alumnos.

El diseño sonoro, la música original, la edición y la fotografía vuelven a redondear el discurso del guion, haciendo uso de planos muy interesantes y soluciones de puesta en escena de alto vuelo.

Nuevos conflictos, personajes y zonas temáticas aparecen en esta ocasión, para danzar coherentemente con la historia que nos ha sido contada desde la primera temporada. Fue un capítulo reposado y astuto: puso las cartas sobre la mesa y echó a andar con fluidez y naturalidad narrativa.

Sobre algunos elementos que caracterizan esta tercera entrega conversamos con sus principales hacedores: Magda González Grau y Amílcar Salatti.

La primera en regalarnos sus consideraciones fue la experimentada realizadora, notablemente conmovida por la aceptación en la sala del primer episodio proyectado:

—¿Cómo se asumió desde la dirección y las restantes disciplinas el cierre definitivo de Calendario? ¿Satisfecha con la conclusión de la historia desde la puesta en escena?

—Cuando hicimos la primera temporada, ni idea teníamos que íbamos a hacer una segunda y mucho menos una tercera. Pero en cuanto terminamos la segunda, sí sabíamos ya que debíamos tener una tercera para cerrar los conflictos. Y bueno, ya desde entonces estábamos pensando en cómo iban a transcurrir los personajes y cómo iba a terminar todo.

«De hecho, se había hecho una investigación de la primera, porque los públicos habían pedido algunos temas que sentían que faltaban en ese rosario amplio que había sido el 9no.3 y después fue el 11no.3. Sobre todo, se pedía abordar la religión y la discapacidad. Lo que traté de hacer en la puesta en escena, fue estar a la altura de esos guiones».

—¿Cómo fue el proceso de integración de los nuevos actores que se suman al elenco?

—Fue muy fácil. Todos, de alguna manera, conocían muy bien la serie, habían visto las dos temporadas anteriores y se sentían muy contentos de poder estar en esta, y eso siempre es positivo. Enseguida los actores se mezclaron y el equipo que ya estaba antes los recibió con calidez.

«Fue una bienvenida tremenda, porque son buenos actores. Te estoy hablando de Patricio Wood, por ejemplo, que entra en esta temporada. Los muchachos que se incorporaron, Emanuel Castillo, Anabel Novo y Rosalí Suen, fueron muy bien acogidos y enseguida hicieron química con los que ya estaban. Así que no costó mucho trabajo».

—¿Qué temas o conflictos de esta temporada le parecieron más retadores y atractivos desde la realización?

—Todos. Había que cerrar el tema de la pedofilia, la homosexualidad, la prostitución, entre otros. El reto de representarlos fue igual en cada uno de los casos. Había que estar a la altura de esa intensidad argumental que proponía el guion.

—¿Cuánto ha evolucionado, estética y conceptualmente, la puesta en escena?

—La puesta no ha evolucionado, ¡la que ha evolucionado soy yo! He aprendido muchísimo con Calendario. He crecido desde ese susto que tenía de asumir una obra de larga duración y tratar de hacerlo con rigor, no dejar que el cansancio me hiciera hacer concesiones.

«Fui aprendiendo de los errores, de lo que me había salido mal, y traté por todos los medios que no saliera nada mal… Así todo, en la tercera tengo escenas que quisiera repetir, por el hecho de ser tan crítica con mi trabajo y no creerme que por la serie haber tenido  impacto y gustado, ya todo está hecho». 

—¿Qué desearía que el público se llevara de esta tercera y última temporada de Calendario?

—Desearía lo mismo que deseábamos cuando se hizo la primera: que por muchos problemas que tengamos en nuestra sociedad, ya no solo económicos, sino también sociales, incluso éticos y morales, sepamos que todo puede tener solución si hay la intención de ser mejores seres humanos.

«Entonces, apuntamos a eso que nos preocupa tanto a todos, que es la formación de las nuevas generaciones, las que habitarán este país en un futuro muy cercano. Yo creo que si a ellos les interesó Calendario, si en algún momento vieron que algo de lo que se exponía en la serie tenía que ver con sus vidas, y los ayudó a enrumbarse o a escoger el mejor camino, entonces cumplimos el objetivo que nos propusimos. Lo que queremos escalar en el imaginario popular».

Por su parte, el guionista Amílcar Salatti, haciendo uso de su calidez y carisma, se refirió a ciertos recursos que decidió emplear para el bien de la serie.

Según cuenta a JR, para esta tercera tenía una estructura definida, que había funcionado en la segunda: abrir los conflictos desde el inicio de la temporada e irlos desarrollando a lo largo de toda la trama.

«Si algo traté de reajustar era que Amalia no se me perdiera mucho ante una serie tan coral. Intenté que su historia, sus conflictos, no perdieran protagonismo ante el resto. Esa tal vez fue la rectificación más grande del guion original».

—¿Cómo fue reajustar las historias atendiendo a la ausencia de varios personajes por disímiles razones?

—Fue un dolor de cabeza. Tuve que hacer rescrituras de última hora y justificar las ausencias de la mejor manera que me dejaron. Tuve que rearmar conflictos, historias… y lo que era para un personaje, colocárselo a otro. Fue muy complicado, la verdad. Intenté que esas costuras no tuviesen protagonismo… Habrá que esperar.

En nuestro criterio, las costuras a las que hace referencia Salatti apenas se ven. Hay demasiado amor, demasiado conocimiento por parte del guionista sobre la historia que quiso contar desde el principio. Y la interpretación audiovisual de dicho relato a manos de Magda González Grau es lo suficientemente coherente para no perderse en complacencias ni autocensuras: Calendario sigue siendo honesta, profunda y esperanzadora.

Un ciclo ha de cerrarse con el final de la serie, pero quedará en el público esa certeza de que una mejor Cuba es posible. Desde el amor, la entrega y la alegría de todos los que en ella habitamos.

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