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Hasta el alba y más allá

El reconocido intérprete Joaquín de Luz comparte con Juventud Rebelde algunas de sus inquietudes creativas, pasiones y experiencias en la Mayor de las Antillas

 

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Joaquín de Luz se ha aplatanado en nuestro país, como se suele decir en el argot popular cubano. El primer bailarín español que desde 2019 asume la dirección de la Compañía Nacional de Danza (CND) de España, asiste por estos días al encuentro con artistas cubanos e internacionales, para deleite del público, durante la edición 27ma. del Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso.

Acude a las clases en la sede del Ballet Nacional de Cuba (BNC) como un miembro más del cuerpo de baile, junto a otras primeras figuras, y ha presentado recientemente el documental Hasta el alba, del director Horacio Alcalá, en el Vedado capitalino.

Además, acaba de protagonizar una presentación de Giselle junto a la rusa María Kochetkova, y nos deleitó con otras dos piezas —Cinco variaciones sobre un tema y Eterno, junto a la bailaora Sara Calero—, así como una versión de Carmen con su agrupación danzaria que se presentará el próximo fin de semana.

«Solo me falta venir conduciendo la guagua», bromea a propósito de todas las facetas con las que participa en la cita internacional.

JR conversa con este destacado intérprete, figura reconocida por más de dos décadas, entre el American Ballet Theater y el New York City Ballet, y apasionado de la danza cubana.

De Luz cuenta que el gusto por la danza le nació gracias al empeño de su madre. «Ella me empujó a la sala de ballet. Al principio no quería, era un niño muy travieso y mis inquietudes de la infancia no iban por ese camino, aunque siempre hemos tenido en la familia el gusto artístico muy abierto: mi abuelo era bailaor de flamenco no profesional. Imagínate… el arte nos corre por las venas», asegura este creador danzario, nacido en las afueras de Madrid y formado en la escuela danzaria de Víctor Ullate, cuyos referentes profesionales son el flamenco Antonio Gades y el letón Mijaíl Barýshnikov.

La internacionalización de Joaquín como danzante se produjo en 1996, durante la Competencia Internacional de Ballet Rudolf Nureyev, en Budapest, a donde llegó siguiendo los consejos de Lieng Chang, antiguo primer bailarín del BNC. En ese certamen obtuvo la medalla de oro, premio que le permitió emprender viaje hacia compañías de Estados Unidos donde estaban sus afinidades creativas. Luego de un periplo por la nación norteña, halló en el American Ballet Theater y el New York City Ballet lugares fértiles para crecer y crear.

Fue en esos espacios donde coincidió con importantes exponentes de la danza cubana, como José Carreño y Carlos Acosta, y así fueron afianzándose sus vínculos con Cuba. «He estado viendo el ballet cubano desde que era muy joven y actuaban en sus giras por España. He visto a Jorge Esquivel, Lázaro Carreño, José Manuel Carreño, Carlos Acosta… y después he tenido la suerte de coincidir en compañías con ellos, en el American Ballet Theater, y siempre me han recibido como un hermano.

«En la escuela de Víctor Ullate traían a Aurora Bosch, Lázaro Carreño, Menia Martínez, Karemia Moreno… Siempre hemos tenido la influencia del ballet cubano. Luego llegó el momento en que visité Cuba por primera vez y surgió el amor para siempre», asegura.

Aquella primera oportunidad se dio en 2008, durante el 21er. Festival Internacional de Ballet de La Habana. Hoy, De Luz es un conocedor muy fiel de las circunstancias en que se desarrolla la danza en Cuba. Para él, «los bailarines cubanos se reconocen al instante, solo tienen que hacer un movimiento y ya identificas el sello de su escuela. Lo que más me reconforta es la humanidad que siento en ellos, la verdad en su interpretación, aparte de las experiencias que siempre me llevo en cada visita, las clases con los maestros, el intercambio creativo con cada uno. Me siento lleno estando aquí».

Esa humanidad es la que pone Joaquín de Luz al asumir cualquier personaje en la escena. El público cubano vibró con su interpretación de Albrecht, el príncipe y amante desdichado de la joven Giselle, en la recién finalizada temporada de la obra cumbre del romanticismo, que presentó el BNC durante este festival, donde compartió el escenario con la afamada intérprete rusa María Kochetkova.

«Todavía estoy en una nube. Cuando “Masha” (María Kochetkova) me propuso la idea de interpretar íntegra la versión cubana de Giselle, me pareció una locura. Tengo 46 años y estaba retirado de la danza desde hace algunos años. Luego nació mi hijo y volví, pero de ahí a hacer un Giselle entero, y encima aquí, era algo impensable para mí.

«Fue muy lindo compartir esta experiencia con el público cubano y con Masha, que encima está embarazada. Esta ha sido su última función, el último ballet grande que hará por un tiempo. Que ella lo quisiera compartir conmigo —su amistad ya dura 15 años— y con el público cubano, es un lujo extraordinario», asevera De Luz, quien además se presentó los días 4 y 5 de noviembre en las salas del Teatro Nacional con las piezas
Cinco variaciones sobre un tema y Eterno, un estreno para Cuba que compartió con la bailaora Sara Calero.

Joaquín de Luz nos ha entregado su talento y versatilidad en estado puro. El Premio Nacional de Danza de España 2016 ahora lleva adelante la labor de dirección general de la CND. «Cuando me retiré en el Lincoln Center, en 2018, quería pasar un tiempo de incertidumbre y encontrar lo que quería hacer, incluso me dediqué a ser entrenador personal.

«Me aparté un poco de la danza. Quería estar un tiempo sin guion, sin interpretar un personaje, y creo que fui un poco temerario por lanzarme a la aventura. Entonces llegó 2019 y surgió la oportunidad de volver a España y asumir el proyecto de llevar las riendas de la CDN.

«Hoy la tarea que tenemos es unificar la compañía, hacerla tan versátil que pueda hacer desde un Giselle hasta una obra vanguardista, moderna. Y creo que estamos en ese camino. Hay consistencia en el repertorio, una fuerte herencia de figuras como José Carlos Martínez y Nacho Duato —premios nacionales de Danza de España en 1999 y 2003, respectivamente— y tenemos obras que se han creado para la agrupación.

«Creo que hemos conseguido una compañía que domine un cierto abanico en su repertorio», asegura este creador danzario, quien ve como retos principales seguir convocando a más jóvenes a las filas de la agrupación y ser capaces de retener ese talento.

La compañía la conforman actualmente 52 bailarines, de los cuales poco más de 20 vinieron a la Mayor de las Antillas para esta temporada de tres presentaciones.

Se trata de una de las obras creadas para la CND, a disposición del público cubano en la sala Avellaneda durante el último fin de semana de presentaciones del festival. Es una versión de Carmen compuesta por el sueco Johan Inger.

Para Joaquín de Luz, las expectativas han sido altas, y está seguro del éxito de esta obra, que ya presentó recientemente en New York, su ciudad creativa natal. «Nuestra Carmen es una versión que sorprende, a priori, porque es de un coreógrafo sueco, alguien que entendió muy bien la obra original, Su resultado tiene algo especial. Esa musicalidad, esa forma de interpretarla es una versión muy sólida.

«Aquí Carmen es muy importante. Es una visión nueva de la obra, refrescada. Sé que les gustará mucho a los espectadores. He visto la versión cubana, que es un clásico, pero, como hemos dicho, la riqueza del festival es que da otras versiones y otras visiones de lo que es la danza. Eso es lo que lo hace grande».

Joaquín de Luz en el ensayo de Giselle junto a María Kochetkova.

Eterno(Fandango), Joaquín de Luz.

Cinco variaciones sobre un tema, Joaquín de Luz. Fotos: Maykel Espinosa Rodríguez

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