El tiempo no ha mellado el amor, la entrega y la responsabilidad en su encuentro con el micrófono. Autor: Alien Fernández Martínez Publicado: 11/10/2022 | 09:20 pm
SANCTI SPÍRITUS.— Un reclamo de muchos rompió uno de los pocos silencios de la última asamblea provincial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), aquí: «¿Hasta cuándo no contaremos con un Maestro de Juventudes?», preguntó una asociada, y detrás muchas otras voces apoyaron la interrogante.
Pasados unos meses, la buena nueva saldó una deuda —para muchos—, una injusticia —para otros— y consecuencia del fatalismo geográfico —para los más pesimistas—. Sancti Spíritus ya tiene su primer Maestro de Juventudes, la máxima distinción que otorga la organización que aúna a la más joven vanguardia artística.
«Me tomó por sorpresa y no solo porque partió de la AHS, a la que respeto muchísimo porque cuenta con jóvenes valiosísimos —refiere aún con el asombro en el rostro, Ernesto Valdés Barceló, locutor desde hace seis décadas en Radio Sancti Spíritus. Lo digo porque tengo conocimiento de que lo han recibido personas de mucho prestigio en nuestro país y yo solo he dedicado mi vida a la profesión y sí he formado a muchas generaciones».
Habla y resulta inevitable no sentir que el tiempo no ha mellado el amor, la entrega y la responsabilidad en su encuentro con el micrófono. Siempre es una sorpresa entre quienes lo descubren de frente. Ya suman 79 abriles, y en su voz apenas hay un asomo de las huellas de los años.
«La locución es una profesión que hay que querer como una familia. No es querer ser popular o ganar dinero, sino que precisa ser parte intrínseca tuya».
Lo descubrió desde el primer día que puso un pie, en octubre de 1962, en el equipo de ondas cortas que se encontraba en el mismo local de Radio Nacional, luego Radio Sancti Spíritus.
Bastaron dos años entre aquellos aparatos, capaces de trasladar hasta diferentes puntos de la ciudad del Yayabo la señal, para enrolarse en el colectivo de artistas, no como un ajeno sino como un seducido. De tanto ver y preguntar también, lo primero en domar fueron las grandes máquinas de cinta.
«Pero hubo necesidad de cambiar al personal de las transmisiones y en la reunión se percatan de que Valdés se quedaba sin trabajo. Entonces, alguien comentó que tenía buena voz y mencionan que podía incursionar en la locución».
Sin tiempo que perder, Arsenio Madrigal, entonces director de la emisora, anunció su estreno. El bautismo de fuego sería la última hora de transmisión del día, bien cerca de la medianoche.
«Me entró un miedo terrible. Se trataba de dar la hora y presentar música. Cada cierto tiempo le preguntaba al operador de sonidos cómo lo hacía y así pasó ese primer tiempo».
Junto a él, además de los oídos de casi toda una ciudad, estaban los de sus compañeros de trabajo. Al otro día, la propuesta resultó comenzar desde las seis de la tarde, lo que significó una mayor complejidad.
Inconforme como es hasta la médula, Ernesto Valdés Barceló, luego de aquellos sustos tomó una decisión: no sería locutor y con algún que otro argumento entró a la oficina del Director.
«Arsenio era muy tenaz y cuando me escuchó solo me respondió: no se te vuelva a ocurrir volver a decir eso. “Tú vas a ser locutor por mis pantalones”. Después de eso no pude negarme. Entendí entonces que ese sería mi trabajo, pero sabía que estudiar y aprender mucho eran mis únicas posibilidades para subsistir.
«En aquel momento no se conocía de técnicas de locución. Sin aquel colectivo realmente no hubiera podido llegar hasta hoy».
Y la nostalgia le aflora en la fuerte voz que luego se hizo familiar en más de un acto importante de la entonces provincia de Las Villas, luego en Sancti Spíritus, y en tantos programas radiales, que enumerar cada uno resulta un desacato a la concisión periodística.
Por eso hablar con Ernesto es escudriñar en las raíces de la radio en Sancti Spíritus. Entre tantas anécdotas, todavía se estremece tal y como lo vivió cuando se convirtió en 1972 en Locutor A, la máxima calificación entonces. Pero a la euforia la acompañan otros añadidos: fue el primero en la provincia de Las Villas y de los pocos en el país.
Lector empedernido. En el tablet, que no lo abandona desde que Radio Sancti Spíritus recibió una inyección de tecnología, guarda libros que le roban las pocas horas de descanso. Además de ponerle voz a programas dramatizados e informativos se divide como profesor de quienes apuestan por conquistar el éter.
«En el año 2005 me llamaron para formar parte del tribunal de evaluación de la región central del país. Y desde el primer día supe que había que tener en cuenta el sentido de la humanidad. Y es que en ese ejercicio de tanta responsabilidad no podemos olvidar que quienes evaluamos un día también estuvimos del otro lado».
Tanta entrega y pasión por el medio radial recibió el mejor de los agasajos en el 2007. Fue reconocido el 22 de agosto de ese año con el Premio Nacional de Radio. Con anterioridad ya contaba con la condición Artista de Mérito, además de otros muchos que engordan su currículo como la Réplica del Machete del Mayor General Serafín Sánchez Valdivia, la Medalla de la Alfabetización y el Premio Caracol en Locución.
«Cuando me llegó la edad de la jubilación no me quería ir, pero me obligaron algunas necesidades familiares. Estuve cinco años separado de la radio y la extrañé».
—¿Por qué nunca conquistó horizontes fuera de Sancti Spíritus?
—Siempre quise dedicarle mis esfuerzos a esta, mi provincia. Aquí está mi familia, he cosechado muchos amigos, mi vida toda.
Y un día, sin esperarlo, recibió un mensaje. Necesitaban que se incorporara a trabajar en la revista informativa Como lo oyes, de Radio Sancti Spíritus.
«Acepté, pero no como conductor, pues sentía que por haberme distanciado había perdido las competencias que exige ese rol y me reincorporé como locutor».
Desde entonces, sus días son rutinas. Sale temprano desde casa. Se sumerge en el diarismo radial. Para cualquiera tenerlo cerca es una fiesta. Antes de que la tensión se le acomode en su cuerpo al ver encendida la luz de «Al aire», ameniza la jornada con sus anécdotas y consejos siempre en ristre. Demasiados saberes aún le restan por compartir.
«Fue de esa forma, como es, que aún con estos años estoy aquí».
—¿Y estarás, Valdés?
—Ojalá y sea por mucho tiempo más.