Lesbia Vent Dumois, Premio nacional de Artes Plásticas 2019 Autor: Cortesía de la entrevistada Publicado: 27/11/2021 | 07:09 pm
Después de larga incertidumbre, el 30 de septiembre se inauguró en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) la exposición del Premio Nacional de Artes Plásticas (PNAP) 2019. La pandemia dejó una brecha para abrir, con protocolo sanitario incluido, la muestra Memoria, de Lesbia Vent Dumois (Cruces, 1932).
Recapitulación es lo que suele esperarse de una exhibición motivada por el reconocimiento a la obra de la vida. Algunos desean conocer o sopesar qué ha hecho un artista para ser acreedor a tal distinción. Buscan más argumentos para suscribir o refutar la decisión del jurado. Posiblemente, obvian que el premio, si bien la considera, trasciende a la creación individual. Valora la contribución del premiado al desarrollo de las artes visuales cubanas.
Esa dimensión mayor contempla el liderazgo a nivel institucional, la huella personal en creadores emergentes, las acciones comunitarias, la enseñanza, las exposiciones, los textos difundidos, la preservación de la memoria colectiva, la conservación de bienes culturales y patrimoniales… En fin: la llamada vocación de servicio.
Tampoco existe obligación de armar retrospectivas o panoramas con las muestras asociadas al Premio. Algunas se han circunscrito a las obras más recientes del laureado. La de Lesbia, en cambio, es un «repaso que hace la creadora a su trayectoria vital como persona y artista». De ese modo la catalogó Abel Prieto, presidente de Casa de las Américas, en las palabras inaugurales de la exposición.
El núcleo central de Memoria comienza en los años 60 del siglo anterior y culmina en 2020. Lo integran manifestaciones diversas: grabado, dibujo, pintura, objeto… Estas muestran el repertorio técnico de quien se reconoce más como grabadora. En la presentación del catálogo afirmó que el grabado era su pasión y, entre una y otra pieza de xilografía, «colaba» pinturas u otras cosas que le gusta hacer con las manos.
En el campo de la gráfica, numerosas exposiciones —entre estas su primera personal— y premios nacionales e internacionales la avalan o ratifican. Sin embargo, Lesbia no valora una disciplina más que otra. Antepone la creación a los corsés fijados por manifestaciones y géneros artísticos. Además, unas y otros se hallan mezclados o confundidos en la actualidad. Así declaró en una entrevista anterior a la muestra, publicada en el No. 2/2020 de la revista Revolución y Cultura.
Ella también es consciente de que ni la versatilidad ni el dominio técnico por sí determinan la calidad artística. Sabe que tener varios recursos expresivos al alcance de la mano, y la cabeza, permite disponer del más conveniente para encauzar cada idea. Pero, ¿de qué vale sin ponderación ni talento?
De ensalzar las virtudes artísticas y personales de Lesbia se encargó Abel Prieto. Tras una visita guiada, el presentador elogió además la coherencia y claridad discursiva de una muestra que prescindió de los usuales textos de apoyo informativo y/o valorativo al desplegar momentos cruciales en la obra de Lesbia. El presentador acotó que, no de balde, la expositora había recibido —en el año 2000— el Premio Nacional de Curaduría por su trayectoria en ese campo.
El literato describió una exposición que manifiesta, asimismo, pluralidad temática. El universo martiano, la historia, la mujer, las costumbres sociales, las relaciones humanas… son algunos temas abordados por la misma autora que se ha visto «casada» con ángeles y demonios por obras y muestras recientes.
Al respecto ella aseguró en la citada entrevista que no aspiraba a mantener una forma, una tendencia, un motivo reiterado para identificarse. Afirmó que cada momento creativo respondía únicamente a sus sentimientos, a su necesidad expresiva.
Algunos autores la han identificado con el realismo crítico. Pero Lesbia, en la propia presentación del catálogo, admitió posibles improntas del expresionismo neofigurativo que personalizaron sus compatriotas Antonia Eiriz y Umberto Peña. Asimismo, reconoció huellas del realismo mágico a través del artista venezolano Jacobo Borges y otros colegas latinoamericanos.
Librada de la angustia de las influencias, conjeturó que estas serían resultantes de la admiración y la cercanía personal o de profesión. Los vio hacer obras y las promovió en exposiciones. Se relacionó con ellos en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) o en la Casa de las Américas, donde laboró por 40 años. En ambas instituciones asumió responsabilidades sin aparcar su producción artística ni desaprovechar el potencial creativo de la burocracia, diferente al burocratismo.
Su muestra, en opinión de Abel Prieto, implica un viaje a la memoria individual y de la nación; pero, sobre todo, a la familiar. Este último, previsible. En la mencionada entrevista se le preguntó si actuaría de curadora. También, si homenajearía a su hermana (Odenia Vent Dumois, 1935-1956) y a su compañero de vida (Carmelo González, 1920-1990). Ella respondió que podía ser, pues de herencia le venía al galgo ser rabilargo.
Y en Memoria no solo fungió de curadora —junto a Teresa Toranzo, especialista del MNBA— sino que incluyó grabados de ellos en calidad de artistas invitados. Lesbia expuso, además, una xilografía referenciada en la entrevista y realizada en homenaje a la malograda artista. Ese tributo gráfico a la también alumna de Carmelo es, además, el único atisbo de la creación de Lesbia en los memorables años 50. En 1954, por ejemplo, disponía de obra suficiente para su primera muestra personal.
Vista arcial de la exposición, donde se aprecia el trabajo xilográfico: la matriz de madera (izq.) y su correspondiente impresión en papel. Foto: Cortesía de la entrevistada
En ese pórtico o preámbulo a la sala principal de Memoria, figuran retratos a lápiz de varios familiares. Entre otros, el de su madre, modista. A ella debe, en parte, su inclinación por las manualidades representadas en la muestra. Están contenidas, incluso, en los testimonios visuales de su andadura laboral, artística y revolucionaria que se exhiben en vitrinas.
Según Abel Prieto, Lesbia distingue entre la memoria como principio creativo y fecundante; la memoria deslucida, momificada y retórica, y la memoria sufrida. Pero existe otra, implícita. Está ligada al edificio que acoge la exposición y a hechos de envergadura histórico-artística. Allí, Lesbia fue premiada en el 7mo. Salón Nacional de Pintura y Escultura, que junto a la 2da. Bienal Hispanoamericana de Arte inauguró en 1954 el entonces Palacio de Bellas Artes.
Por Boulevard, recibió en aquel certamen el primer premio de su carrera. Era uno de sus iniciales grabados en colores. La premiación supuso un estímulo y una sorpresa para la recién graduada de Dibujo y Modelado. Así lo evocó, en la misma entrevista, la también egresada de Pedagogía y distinguida como Maestra de Juventudes (2013).
En la mencionada edificación, Lesbia celebra todavía el primer PNAP entregado en solitario a una mujer desde que el galardón anual se instaurara en 1994. Y también allí, en vísperas de su cumpleaños 89, el crítico Maikel J. Rodríguez presentó el catálogo de la muestra. Es una memoria otra, reprodujo algunas obras exhibidas y publicó nuevos recorridos por su obra, a cargo de Norma Rodríguez y Virginia Alberdi.
La actividad formó parte de un programa general que incluyó un coloquio sobre los aportes al arte cubano contemporáneo de tres artistas ganadores del PNAP: Alfredo Sosabravo, Osneldo García y la misma Lesbia, quienes cumplieron años recientemente. El evento funcionó del 10 al 11 de noviembre en el actual Edificio de Arte Cubano, sito en Ánimas entre Zulueta y Monserrate, La Habana Vieja.
En su tercer piso se podrá visitar la expo de Lesbia hasta fines de este mes. De cualquier modo, su obra seguirá visible en las salas permanentes del inmueble. Lo hace desde 1955, cuando aquellas se habilitaron por primera vez para estimular el talento creador y testimoniar los valores del arte nacional, como manifestó Guillermo Zéndegui, director del Instituto Nacional de Cultura radicado en la entonces polivalente edificación.
Al preguntársele porqué no escribía sus memorias, Lesbia respondió que tal vez lo haría cuando se jubilara definitivamente ¿de su cargo como presidenta de la Asociación de Artes Plásticas de la Uneac? Por lo pronto, una parte de sus confesiones aparecen asociadas a la exposición Memoria.
Su obra visual es muy narrativa, de acuerdo con Abel Prieto. Y si el novelista Marcel Proust desencadenó evocaciones a partir del olor de una magdalena o bizcocho, Lesbia activó algunos desde la mirada. Memoria del corazón, la llamaría Gabriel García Márquez. Y no debido a la presencia de ángeles o la dedicatoria a seres queridos; sino porque de manera paradójica, contradictoria —por lo racional—, escogió los recuerdos para seguir adelante.