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El año del zombi y el superhéroe

Algunos espectadores y unos pocos críticos, cautivos de la estética publicitaria y la grandilocuencia, ya clasifican entre lo mejor del cine de entretenimiento más reciente a la última producción de Zack Snyder, El ejército de los muertos  

 

Autor:

Joel del Río

Es posible, aunque poco probable, que El ejército de los muertos, de Zack Snyder, se convierta en una película de alguna significación dentro de la larguísima lista de las que muestran en el elenco seres reptantes, muertos-vivientes, es decir, zombis. Algunos espectadores y unos pocos críticos, cautivos de la estética publicitaria y la grandilocuencia, ya la clasifican entre lo mejor del cine de entretenimiento más reciente, y quizá hasta pase la prueba, y su violencia se considere parte insoslayable del género de acción y aventuras, o se perciba el costado de comedia negra, y así pueda llegar a ser exhibida, por lo menos en la madrugada del domingo, en nuestra televisión.

Ha contribuido con el cierto prestigio de Army of the Dead —que así se llama en idioma original— el hecho de que la fotografía y la dirección, y parcialmente el guion, fueron concebidos por Zack Snyder, quien aquí se «restringe» a solo 148 minutos, pues sus admiradores ya sabían de su propensión a la desproporción: su filme anterior, la nueva versión de La Liga de la Justicia-El corte del director, sobrepasa las cuatro horas. Respecto a su estética visual, propensa al exceso y el delirio, valga recordar que debutó en 2004 con un remake de El amanecer de los muertos, en el cual ya patentizaba su adoración por los zombis, que acosaban a un grupo de personas refugiadas en un centro comercial. Después, hizo 300, donde se valía de un comic de lujo creado por Frank Miller para recrear la fantasía épica en la Batalla de las Termópilas.

Investido de fama y fortuna, reverenciado por una legión de fans, Snyder se dispuso a realizar El hombre de acero, que marcó el reinicio de la franquicia de Superman y traspasaba toda contención imaginable. Más tarde, se lo jugó todo con Batman vs. Superman: El origen de la justicia, que colocaba al rencor y la venganza como móviles para el enfrentamiento entre los dos icónicos superhéroes, hasta que el Caballero Oscuro une fuerzas con el último hijo de Kripton y evitan el fin del mundo.

En El ejército de los muertos vuelve a jugar con los héroes del cine de aventuras, pues se trata de un grupo de marginales, cada uno con una habilidad especial, que tratará de rescatar un botín de millones de dólares, atrapados en una caja fuerte en Las Vegas. Pero ocurre que la llamada Capital del Entretenimiento Mundial será bombardeada por el gobierno, como último recurso para destruir un brote pandémico zombi, que organizaron un sistema de castas y lograron «sobrevivir» a las incursiones furtivas y el asedio militar de los vivos.

Y así confluyen, en una sola trama, los horrores del filme apocalíptico (destrucción generalizada, zombis bastante rápidos, fuertes y listos) teñidos por algunos toques de humor negro, con las situaciones típicas de las aventuras: misión cuya consecución implica vencer enormes obstáculos, abundante acción física, héroes y villanos estereotipados, espacios inusuales, predominio del impacto visual de la ambientación, el vestuario y los efectos especiales por encima de la profundidad de la historia o de la caracterización.

En términos de habilidad narrativa, se puede reconocer la puesta de algunas escenas de combate y el notable sumario, que corre junto con los créditos iniciales y explica el ascenso del poder zombi, y su entronización cabaretera. Sin embargo, la etapa de presentación de los personajes auxiliares del héroe, verdaderos y falsos, es demasiado prolongada, previsible y hasta aburrida. Desde ahí, se imponen, además, unos parches de melodrama (relación disfuncional padre-hija, mujeres inmigrantes víctimizadas en toda la línea) que intentan en vano conferirle emotividad a una trama cuya principal emoción, y efectismo, proviene de la seducción que ejercen tres factores: el atroz canibalismo de los muertos vivientes, la masacre de humanos y subhumanos, y la casi imposible salvación de los héroes.

Al igual que en las películas ochenteras de Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone, o en los numerosos éxitos del productor-rey de este tipo de cine, Jerry Bruckheimer (Top Gun, The Rock, Armageddon, la saga Piratas del Caribe) la pirotecnia suele combinarse con la aventura en giro fantástico, evasivo, o con la exaltación de la testosterona mediante la violencia.

El actor protagónico de El ejército de los muertos es el musculoso e inexpresivo Dave Bautista, cuyo estólido machismo se contrapesa, en un delirio de evidencias y obviedades, con su hija, interpretada por Ella Purnell y presentada como la antípoda moral de su padre desencantado, individualista y ambicioso.

Para comprender mejor este filme, se impone la referencia a la historia que lo precede. El cine de zombis surgió en los años 30, inspirado en el folclor haitiano, pero el ciclo más valedero, culturalmente hablando, tiene lugar después de la aparición, en 1968, de La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero, quien posteriormente dirigió otras cinco producciones de este corte, particularmente la mencionada El amanecer de los muertos, que Zack Snyder rehízo, como dijimos antes, en 2004 con gran éxito.

Romero impuso las características dominantes en casi todas las películas posteriores: los zombis del cine son muertos que regresan, están impulsados por un canibalismo voraz y llegan a ser una plaga, solo limitada por su escaso raciocinio, y por el hecho de que los otros personajes vivos de las películas suelen ser mucho peores que ellos.

A partir de este primer momento de auge en la filmografía norteamericana, el cine de zombis se extendió por muchos países, sobre todo en España, Reino Unido e Italia, donde algunos recuerdan especialmente La noche erótica de los muertos vivientes, de 1979. También hubo hasta vueltas de tuerca más serias estilo La serpiente y el arcoíris, de ese maestro del horror que es Wes Craven, o Braindead, del neozelandés Peter Jackson; la larga saga de Resident Evil y el impactante filme británico 28 días después (2002, Danny Boyle), que supusieron la fuerte resurrección de este subgénero en tanto el zombi se vuelve un ser rápido, fuerte y en exceso violento, caracterización que retomó Snyder.

Pero el virus de la sátira y parodia estaba minando las raíces de este cine, por lo menos en su variante de horror, desde que apareció El regreso de los muertos vivientes, de 1985, y el humor negro continuó con la también británica Shaun of the Dead (2004), Zombieland (2009), la serie de televisión The Walking Dead (2010) y el exitoso filme cubano Juan de los Muertos (2011, Alejandro Brugués), que conseguía introducir a los vivos y a los muertos en el ámbito de la comedia costumbrista criolla, al tiempo que se apropiaba, con pleno conocimiento de causa, de una tradición cinematográfica totalmente exógena, que refrescaba nuestras prácticas audiovisuales más contumaces.

Al igual que en algunas de sus películas anteriores, Snyder le aplica la estética publicitaria a escenas de reyerta zombi que quisieron ser épicas y horripilantes. Aprovecha con oportunismo la atmósfera epocal de los años 2020-2021 para discursar, indirectamente, sobre pandemias, catástrofes y aislamientos, y le propone al espectador el único placer, si alguno hubiera, de presenciar, desde el cómodo refugio de su hogar, la masacre brutal de miles de personajes de ficción, vivos, medio-vivos y medio-muertos, los unos devorados salvajemente, los otros, con el cerebro reventado por infinitas ráfagas.

Al final del largometraje, que no voy a contar, se recupera cierto relieve alusivo, o simbólico, y uno piensa en todo lo que esta película pudo ser, cuando el epílogo ocurre al son de la inolvidable interpretación de Dolores O’Riordan, la solista de los Cranberries, y aquel himno de 1994 llamado Zombie.  A esas alturas, ya pesa demasiado en nuestra conciencia la sensación de que muy bien pudimos dedicar más de dos horas de nuestra vida a otra cosa más provechosa o placentera. Pero para gustos se hicieron colores, y películas como esta.

 

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