Dramaturgo y director cubano Abel González Melo. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 18/05/2021 | 07:38 pm
«Martí nos une a los cubanos de todas las orillas. Su trayectoria vital resulta mesiánica, es el padre fundador de lo que somos como nación, su legado resulta tan inconmensurable que no cesará de iluminarnos. Su ideario está más vivo que nunca en el foro cívico de nuestros días y el teatro necesita su potencia redentora». Esos son los argumentos que le da a Juventud Rebelde el notable dramaturgo y director Abel González Melo cuando el diario busca las razones del evidente interés del mundo de las tablas por la figura de nuestro Héroe Nacional, como lo demuestran obras al estilo de Hierro, de Carlos Celdrán, a cargo de Argos Teatro; y Espantado de todo, de Atilio Caballero, representada por el Grupo La Fortaleza, de Cienfuegos.
« Hierro de Celdrán es un punto cumbre de nuestra dramaturgia: hace confluir al hombre y al patriota, lo privado y lo público, isla y mundo con mucha altura ética, en una poderosa estructura dramática de ecos contemporáneos», agrega quien conquistara el Premio Literario Casa de las Américas gracias a Bayamesa.
—Engendrar esta pieza con la figura de nuestro Pepe Martí como eje te llevó medio año de investigación y escritura. ¿Cuál fue tu mayor desafío a la hora de reconstruir, 150 años más tarde, la estancia del Maestro en tierra gaditana?
—Imaginar Cádiz y La Habana en la segunda mitad del XIX y establecer los 17 puntos del mapa que se mirarían en espejo. Armar un dispositivo que pusiera a Cádiz misma al centro como personaje-guía (que interpreta en la obra la sin par Charo Sabio). Traer a la vida a estas figuras históricas mediante una atmósfera de delirio (entre la objetividad y la conjetura, abarcadora de múltiples tiempos y afín al espíritu de las crónicas de viaje) en la cual los personajes pudieran coincidir con comodidad, sin los estrictos imperativos de la biografía, pero desde la conciencia de lo que constituyen sus vidas y sus legados. Conseguir un entorno sonoro propicio para acompañar el verso (lo cual se ha hecho realidad con el exquisito diseño musical de Antonio Dueñas y las Danzas cubanas de nuestro inmortal Ignacio Cervantes, interpretadas para la ocasión por Carolina Etreros). Y, por último, aunar a un equipo de profesionales de España y Cuba capaz de acceder no solo a la dimensión histórica del relato, sino sobre todo a sus resonancias actuales y a su espiritualidad.
—¿Qué llevó al Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz a comisionar un proyecto como Cádiz en José Martí?
—Los directores artísticos del FIT, Isla Aguilar y Miguel Oyarzun, me invitaron a crear una pieza que pusiera en valor los históricos vínculos entre La Habana y Cádiz. Se están cumpliendo en 2021 los 150 años de la llegada de Martí a España en su primer destierro, y el hecho de que justamente entrara a la península por el puerto gaditano echó a volar mi imaginación. Supe, desde el principio, que la experiencia debería transcurrir al aire libre, donde el patrimonio arquitectónico y natural que comparten ambas ciudades salta a la vista.
—En tu obra haces que el joven Martí se «encuentre» con su mamá, su hermana Mariana Matilde y su maestro Mendive. ¿Por qué justamente con esos tres personajes y no con otros?
—Creo que son también tres ejes de mi vida: mi madre, mi hermana y mis maestros. Intento vislumbrar, a través de esta obra, un Martí personal, íntimo, cercano a mis anhelos, a mis principios e incertidumbres. Su viaje de descubrimiento es también el mío, que llegué muy joven a España, donde he encontrado tanta gente buena y he ido entendiendo lo que nos une a españoles y cubanos. Escribo un Martí en el que pueda reconocerme.
—¿Qué se siente al interpretar a Martí, al ponerse en su piel? Desconocía esa faceta tuya...
—La ficción sonora garantiza construir el personaje desde los recursos de la palabra y la voz grabadas: ubicar ahí el grito y el susurro. Se puede habitar el texto y gozar la interpretación mediante una lectura ensayada y fijada, lo cual evita lidiar con las claves que más respeto del oficio del actor de teatro: la templanza necesaria para seducir al público en presente, la memorización de una partitura física y textual, la relajación para estar siempre vivo. Daniel Romero en cine y Caleb Casas en teatro han sido Martí para nosotros, sobre todo, porque son actores plenos: sus desempeños resultan inolvidables. Pero mi Martí debía ser yo mismo, por todo lo suyo que hay en mí y todo lo mío que hay en él.
—¿Por qué decidiste escribir un texto íntegramente en romances para Cádiz en José Martí?
—Porque fue el romance la combinación métrica elegida por Martí para el primer poema que publicó: A Micaela, en ocasión de la muerte de Miguel Ángel, hijo de su maestro Mendive y Micaela Nin. Apareció en abril de 1868 en el periódico El álbum, de Guanabacoa. Me pareció un hermoso homenaje al adolescente Martí, protagonista de mi obra, y también un reto desde el punto de vista técnico: sumergirme en el estilo martiano y hacerlo mío.
Cádiz en José Martí.
—La pieza Cádiz en José Martí estuvo en cartelera durante el FIT 2020. ¿Cómo fue la acogida del público? ¿Qué ha sucedido en lo adelante?
—Al ser un itinerario sonoro, que los espectadores realizan caminando por la ciudad, la relación creador-público se transforma, no tiene nada que ver con la dinámica de una sala tradicional. Las calles, plazas, iglesias y castillos de Cádiz son el escenario que acoge la escucha íntima de cada escena por parte de los paseantes. Hemos recibido hermosos comentarios y artículos en prensa. Tras concluir el FIT, la obra ha seguido activa (en los 17 puntos permanecen las cartelas con los códigos QR para acceder a los audios) y se mantendrá como un paseo turístico patrimonial de la ciudad (gracias a la colaboración con el Ayuntamiento de Cádiz). Además, la editorial española Verbum acaba de realizar una preciosa edición del texto, que también incluye la ficción sonora, ilustrada por mi hermana Pilar Fernández Melo.
—¿No temes que te juzguen demasiado fuerte los estudiosos de la obra martiana por haber jugado con la ficción?
—Trabajar con la historia es, inevitablemente, generar una ficción: seleccionar una perspectiva para el relato, escoger, descartar. Precisamente por eso se llama así: historia. Y esta obra es, como Bayamesa, una ficción documental: la búsqueda no es biográfica, sino poética; no persigo la exactitud, sino el enigma. Pocas cosas hay tan ilusionantes como reinventar los paisajes allí, donde la historia ha hecho una elipsis.
Con Bayamesa, Teatro Avante no solo celebró sus cuatro décadas, sino que además conquistó el premio Escena de Miami a la mejor obra del año. Foto: Cortesía de Cubaescena.
Volumen Bayamesa, de Abel González. Foto: Cortesía del entrevistado.
—¿Por qué seleccionar un personaje como María Luisa Milanés para escribir esta obra con la que ganaste el codiciado Premio Casa?
—Fue gracias a mi madre que supe de Milanés, hace ya algunos años. Todo en ella me resultó fascinante y terrible. Su nacimiento en elevada cuna, su carácter noble y visionario en medio de un contexto hostil, su persistencia en defender el patrimonio de su fe en el amor y la escritura: una heroína trágica sin parangón, entre las más tristes y sublimes de la tradición insular. Su don literario se hallaba en plenitud cuando decidió acabar, de un disparo en el vientre, con su vida. ¿Qué puede conducir a alguien de 26 años al suicidio, a un suicidio tan fiero y simbólico como este? A un siglo de su muerte, María Luisa continúa siendo un misterio. Sentí que le debía este tributo: componer un réquiem que la devolviera a la vida mediante la artesanía y el juego del teatro.
—Una vez más vuelves a temas como la incomprensión entre padres e hijos, la angustia ante la pérdida, la doble moral...
—Sí, son temas que gravitan en mi dramaturgia desde Chamaco. Creo que tiene que ver con mi concepción del teatro como uno de los pocos rituales colectivos que perviven en el mundo contemporáneo: un espacio que compartimos actuantes y público, donde aceptamos el pacto ficcional, el sacrificio que se produce en escena, con el fin de purificarnos, de sanarnos.
—Bayamesa ya tuvo su prueba ante el público, representada por Teatro Avante, de Miami.
—Me siento muy afortunado de que Mario Ernesto Sánchez me comisionase esta obra para su estreno en Teatro Avante y para celebrar con ella los 40 años de la compañía, referencia ineludible del teatro hispano en Estados Unidos. Tuvimos dos temporadas y ganamos varios premios, entre ellos el Escena de Miami a la mejor obra del año. Deseo que la obra llegue muy pronto a los escenarios cubanos; junto a un equipo cómplice, estamos haciendo todo lo posible para que eso ocurra en Bayamo, con elenco bayamés. Ojalá lo consigamos. Sería hermoso.
—Un año verdaderamente difícil 2020; sin embargo, fue importante para ti, no solo por el Premio Casa, sino también por el Villanueva gracias a El principio de Arquímedes.
—Sí, pudimos estrenar en Argos ese texto del maravilloso autor catalán Josep Maria Miró y también publicar una amplia selección de su teatro en Ediciones Alarcos. Para mí es un compromiso acercar a Cuba a grandes nombres del teatro en el mundo. También fue el año en que escribí mi primera obra para títeres: No quiero crecer, que obtuvo el premio por los 25 años de Teatro de las Estaciones. Y regresé a la farsa con Ubú pandemia, entusiasmado por el estreno mundial de Ubú sin cuernos en Ludi Teatro y con el deseo de encontrar en el absurdo algo de alivio en tiempos tan difíciles.
—También fue el año de tus 40, una buena edad para mirar tanto atrás como hacia adelante...
—Lo más hermoso de nuestra profesión es que siempre estamos comenzando. En el teatro no importa lo que conseguiste ayer; el público está hoy delante de ti y aguarda que lo seduzcas como si del primer amor se tratase. Es lo más tentador del camino: el reto, el nervio, el ahogo ante el que te coloca.
—Como dramaturgo has visto representadas casi todas tus obras con notable éxito de público. ¿Suerte?
—Por una parte está el impulso divino, que siembra en mí la inspiración, el estudio, la perseverancia, la ecuanimidad, la ilusión para recomenzar siempre, la paciencia para aguantar los bandazos de esta profesión que es una carrera de fondo. Y por otra parte, está la bendición de todas esas personas que confían en lo que haces, que se arriesgan y se enamoran al punto de dedicar su tiempo a hacer carne tu teatro. Soy muy dichoso.
—Argos Teatro es tal vez la compañía que más ha escenificado tus textos. ¿Qué te une a ese colectivo dirigido por Carlos Celdrán?
—El respeto al magisterio de Celdrán, al lenguaje y a la disciplina en que nos ha formado, a la humildad con que comparte su sabiduría teatral y humana. Ha sido un maestro constante y generoso y se ha preocupado por dejar, además de sus espectáculos y sus clases, artículos y testimonios escénicos sobre sus procesos creativos, lo cual lo coloca en un punto excepcional dentro de la historia de nuestra cultura.
«Me honra su amistad y el hecho de que haya dirigido, con tanta inteligencia y sensibilidad, mis obras Chamaco, Talco, Mecánica y Protocolo, así como que me haya permitido desarrollarme como director a su lado. A punto de cumplir su aniversario 25, Argos Teatro es un referente de buen gusto, de rigor, de verdad; una escuela donde decenas de artistas y miles de espectadores hemos experimentado y crecido».
Me honra la amistad de Carlos Celdrán y el hecho de que haya dirigido, con tanta inteligencia y sensibilidad, mis obras, asegura Abel González Melo. Foto: Yeandro Tamayo.
—¿Qué te ha llevado a la dirección?
—Siempre dirijo a autores cuya escritura me perturba, me inquieta, me toca profundamente. Habitando sus mundos, traduciéndolos a la escena junto a un equipo artístico, hago un viaje hacia el otro que me ayuda a entenderme como ser social. Un viaje que me permite sentirme menos solo. Creo que hago teatro, lo escribo y lo dirijo, para huir de la soledad.
—¿Alguna otra pasión suelta?
—Muchas. Algunas inconfesables. Pero entre las que te puedo contar: la docencia, la teoría del teatro y la edición literaria. También ir a la playa y los paseos por el campo en familia y con nuestra perrita Jenny. Durante el confinamiento cultivamos con más esmero nuestro huerto: ver las plantas germinar me da una paz inexplicable. Y la lectura: no hay disfrute mayor.
—En ti todo nace o desemboca en tu mami, Mercedes Melo Pereira...
—Absolutamente todo. Es algo que también puede advertirse en la relación de Leonor y Martí, por eso me siento tan cercano a ellos, a esa pasión. Entre madre e hijo el cordón umbilical nunca se corta. Mamá sembró en mí el amor, la fe, la bondad, el humor, las palabras… La admiro enormemente como madre, como mujer, como escritora. Nos reímos mucho juntos. De mamá ha nacido siempre mi impulso creador, y cuanto escribo y sueño tiene un único fin: hacerla feliz. Ella es mi verdadera patria.
Abel González Melo y su madre, Mercedes Melo Pereira, junto al busto de José Martí en Cádiz. Foto: Cortesía del entrevistado.
—Mi compromiso es con la humanidad del teatro..., dices.
—Solo regresando a aquello que nos civiliza, que nos hace humanos, podremos gestar en comunidad un mundo menos doloroso y más amable.