Tres comparsas de Centro Habana: Las bolleras, La Sultana y Los componedores de batea, obstentan más de 100 años de historia. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 06/02/2021 | 11:45 am
Los tambores esclavos suenan libres y tienen morada en Centro Habana. Junto a los cuerpos, bailan los pañuelos, los collares de varias deidades del panteón yoruba que protegen también nuestra identidad y forman parte de nuestras raíces afrocubanas.
La Casa de Cultura municipal Joseíto Fernández es una vistosa mansión al estilo art déco, ubicada en la Avenida Carlos III, entre Castillejo y Soledad. Allí, se resguarda la rumba, género musical y danzario que posee algunos elementos propios de la cultura antillana y del flamenco español.
Nunca pensaría Alfredo Hornedo, cuando construyó la Villa Blanquita para su esposa en 1941, que sería tomada por descendientes de los negros marginados de antaño y sus Orishas. No imaginaría que cantos y ritmos yorubas descolonizarían a sus habitantes para siempre y que tendrían un modo peculiar de resistir las penas pasadas, presentes y futuras: la rumba, expresión cultural incluida por la Unesco en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Según el director de esta institución cultural, Javier Alba Horta, entre sus principales misiones sobresale la defensa de nuestro patrimonio inmaterial, como la tradición rumbera, «que es una de las más sentidas en nuestra comunidad, está en los genes, cualquiera baila una rumba en Centro Habana con un palo y una lata».
De ello dan fe las tres comparsas del municipio: Las bolleras, La Sultana y Los componedores de batea, con 112 años de historia.
Los componedores de batea, una de las comparsas con más de cien años de historia en Centro Habana.
El Festival de la Rumba Chano Pozo es el espacio anual por excelencia para mostrar y compartir el trabajo artístico en el género, disfrutado por centrohabaneros de todas las edades, transmitido de generación en generación.
La rumba es parte de nuestro patrimonio inmaterial.
Claves de inclusión
Esta casona abre sus puertas a toda persona que sienta el arte, sin importar el color de la piel, sus creencias u origen social. «Nuestra institución atiende cinco consejos populares que tienen un elevado número de familias disfuncionales y una alta densidad poblacional. El 30 por ciento es de raza negra, un 50 por ciento es mestiza y el 20 por ciento blanca. Más de un 65 por ciento son adultos mayores. Por eso, diseñamos una programación variada e inclusiva.
«Las actividades infantiles tienen lugar en la mañana, por la tarde para jóvenes y adultos, además de concebir propuestas extramuros para las personas de la tercera edad en casas de abuelos y hogares de ancianos. También visitamos hogares maternos y para niños sin amparo filial», detalla Alba Horta.
Otro ejemplo del quehacer inclusivo de este colectivo es el proyecto El arte de los cuatro sentidos, el cual trabaja con personas invidentes de la comunidad de Los Sitios.
Neys Valido Labrada revela cuánto le cambió la vida el arte, cultivado aquí, en los salones que primero escuchan su espectáculo: «Desde niño, era muy hiperactivo, indisciplinado, incluso estuve en una Escuela de Conducta, donde empecé a conocer el trabajo de los instructores de arte y empezó a gustarme el teatro. Se me daban muy bien los chistes, encarné varios payasos, como Colorito y Champola, pero aún era muy inmaduro, desobediente y se me cerraron muchas puertas. Javier, antes metodólogo y hoy director, creyó en que podía cambiar como artista, esa fue la luz que yo vi y que me sacó a escena. Así nace el payaso Refresquito, muy popular, querido por públicos de diferentes edades. Me encanta ir al Hospital Oncológico a hacerles actividades a los niños, llenarlos de alegría, mi meta es hacer felices a los demás, eso la vida te lo devuelve».
Pero Refresquito no quiso quedarse con el secreto de la felicidad y enseña a los más pequeños el arte de hacer reír a otros en un proyecto artístico propio: la Compañía Neyshow, integrada por 40 payasitos y payasitas que desde temprana edad, entre cuatro y siete años, aprenden a mirar la vida con otro color. Además, tiene grupos de danza y modelaje, tanto infantil, como juvenil.
«Lo que haga un niño en cuestión de arte está bien hecho, aunque se vaya de ritmo o descoordine, lo importante es que lo disfrute, que lo sienta y eso lo ayude a crecer como ser humano. También me gusta trabajar con la juventud porque fui un adolescente malcriado y sé muy bien qué es lo que les gusta, cómo llegar a ellos para que salgan de los malos ambientes, olviden sus problemas y se cultiven, como hice yo.
«Esta Casa de Cultura transformó mi vida, como la de muchos. Hoy soy el comunicador de esta institución y llevo de almohada las palabras de confianza de Fidel, cuando dijo que en nosotros los jóvenes se pueden depositar grandes tareas. Tengo un mayor sentido de pertenencia, no discrimino ni le cierro las puertas a nadie. Creo que los jóvenes tienen derecho a equivocarse muchas veces, solo hay que trabajar con ellos, mantenerlos motivados para que tengan también esa esperanza de crecer como artistas y como personas».
Proteger los más auténticos valores identitarios y tradicionales cubanos, enriquecer el espíritu de su gente y mejorarle la calidad de vida desde la cultura, son las principales prioridades de la Casa de Cultura Joseíto Fernández.
Para gustos, la cultura
El programa de actividades —que incluye talleres, peñas de diverso tipo y eventos— responde a las necesidades y preferencias de los diferentes públicos, diagnosticadas de antemano por un estudio sociocultural.
«Además de la rumba, estamos desarrollando un fuerte trabajo para rescatar el son, con un proyecto donde participan varias agrupaciones soneras, fieles al legado y al nombre del autor de la Guantanamera, Joseíto Fernández, que lleva nuestra Casa de Cultura», explicó el director.
La subdirectora técnica, Clara González Hidalgo, comenta sobre el quehacer artístico y comunitario del centro: «Se utilizan los espacios para que ensayen las agrupaciones danzarias, musicales y teatrales, que se fusionan con los aficionados en galas, recitales y jornadas, dentro y fuera de la institución, planificadas previamente en el año, junto al gobierno, organizaciones de masas e instituciones estudiantiles. Las principales son: la Semana de la Cultura, Feria del Libro municipal, el evento teatral Thespis y el danzario Areíto, el carnaval de La Habana, el inicio del verano, el Día de la Cultura Nacional, el aniversario de la ciudad, el evento Galiano a lo grande, y diez peñas habituales».
A los 14 instructores de arte de la propia institución, se suman 26 de la Brigada José Martí que, además de la docencia, laboran como artistas vinculados a la Casa en las manifestaciones de artes plásticas, danza, música, teatro y literatura.
Entre los proyectos figuran el espacio cultural La Cobija, especializado en tejidos, y A compás flamenco, en Los Sitios; el proyecto Garabato y Habana Circus. Como acción relevante descuella el Callejón de Hamlet, una galería colectiva a cielo abierto, exponente de la cultura afrocubana.
González Hidalgo enfatiza en los esfuerzos por educar en conceptos estéticos y valores culturales autóctonos, para lo que se han destinado espacios al filin, que tiene su cuna en Cayo Hueso, y también a la música sinfónica, coral y de cámara, con la presentación dominical de diferentes agrupaciones, en coordinación con el Centro Nacional de Música de Concierto.
«El hombre tiene dos hambres: la biológica y la espiritual. Es un verdadero lujo que tengamos en nuestra Casa un repertorio de alto nivel como ese y que puedan disfrutarlo todos», acota.
No obstante, considera que han de seguir mejorándose las propuestas culturales dirigidas a los diversos grupos etáreos, basadas en un exhaustivo estudio sociocultural, así como la superación de los promotores, especialistas e instructores, entre otras cuestiones logísticas y materiales.
«En pos de esos objetivos, estamos inmersos en el proyecto internacional La casa de todos, financiado por la Agencia Italiana de Cooperación al Desarrollo (AICS), la ONG ARCS- Cultura Solidaria y el Fondo Bilateral Italia-Cuba, que beneficiará, además, a las casas de Cultura de Cotorro y Arroyo Naranjo. Tenemos buenas expectativas y proyecciones con esta iniciativa de innovación social, pues se prevén programas de capacitación y superación que elevarán la calidad de nuestra labor artística y comunitaria», señaló la directiva.
La acción de este centro se enfoca en sus mayores propósitos: proteger los más auténticos valores identitarios y tradicionales cubanos, enriquecer el espíritu de su gente y mejorarle la calidad de vida desde la cultura, que tiene el ashé de nuestros ancestros.